El feminismo se rebela en el PSOE gallego

Las mujeres socialistas alzan la voz por la gestión del caso de acoso sexual y exigen coherencia

15 de Diciembre de 2025
Actualizado el 16 de diciembre
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El secretario general del PSdeG, José Ramón Gómez Besteiro, el pasado 15 de noviembre de 2025 durante el Comité Nacional Galego
El secretario general del PSdeG, José Ramón Gómez Besteiro, el pasado 15 de noviembre de 2025 durante el Comité Nacional Galego

El malestar no es soterrado ni marginal. Es explícito, colectivo y profundamente político. El PSdeG-PSOE vive una crisis interna marcada por la gestión de un caso de acoso sexual que ha puesto en cuestión no solo los procedimientos del partido, sino su coherencia con los valores feministas que dice defender. La reacción de decenas de mujeres socialistas —alcaldesas, ex altos cargos, militantes históricas y referentes del feminismo— ha evidenciado que el problema no es únicamente lo ocurrido, sino cómo se actuó cuando se supo.

Un manifiesto firmado por más de cien mujeres del PSdeG-PSOE ha supuesto un punto de inflexión. No se trata de un documento más ni de una protesta puntual. Es una interpelación directa a la organización, nacida desde dentro, que expresa “estupor, vergüenza y una inevitable desafección” ante unos hechos que consideran incompatibles con la identidad feminista del partido.

Una dimisión que actúa como detonante

El detonante de esta reacción colectiva fue la dimisión de Silvia Fraga, secretaria de Igualdad del PSdeG, tras conocerse que el secretario general del partido, José Ramón Gómez Besteiro, sabía desde meses atrás que existían quejas internas por comportamientos machistas de un dirigente relevante. Para las firmantes del manifiesto, la renuncia de Fraga no fue una huida ni un gesto táctico, sino todo lo contrario.

El hecho de que la compañera Silvia Fraga haya dimitido de su cargo de secretaria de Igualdad del PSdeG-PSOE después de haber realizado una labor ejemplar no puede dejarnos indiferentes”, subraya el texto. Las mujeres socialistas reivindican su trayectoria y rechazan cualquier intento de cuestionar su labor, calificándola como “referente feminista, trabajadora incansable y rigurosa que ejerció su labor con brillantez, coherencia y lealtad al acrónimo del PSdeG-PSOE.”.

Entre las firmantes hay seis alcaldesas —entre ellas la de A Coruña, Inés Rey—, una ex secretaria de Estado de Igualdad como Laura Seara y referentes históricos del socialismo gallego. El mensaje es claro: la dimisión no es el problema, el problema es haber llegado a ese punto.

“La tolerancia cero no admite matices”

El manifiesto no menciona nombres propios ni señala directamente a la dirección del partido, pero su contenido es inequívoco. Las mujeres firmantes fijan una posición política conjunta y sin ambigüedades. “Ante cualquier denuncia de hechos que puedan atentar contra la dignidad o la integridad de las mujeres, la respuesta debe ser rápida, clara y contundente”, afirman.

Y añaden una frase que se ha convertido en el eje del debate interno: “La tolerancia cero no es un eslogan, es una exigencia democrática que no admite excepciones ni matices, y es parte indispensable de los valores socialistas.”. Con ello, las militantes advierten contra cualquier intento de relativizar el acoso sexual, especialmente cuando afecta a cargos orgánicos o institucionales.

El texto insiste en que “no hay cabida para la impunidad ni para ninguna forma de violencia contra las mujeres” y, defiende que solo una actuación “firme, transparente y coherente” puede preservar la confianza de la ciudadanía y la integridad de las instituciones.

Cuando los protocolos no bastan

Uno de los reproches más repetidos en esta crisis es el fallo de los mecanismos internos del partido. Para parte de la militancia, no basta con tener protocolos contra el acoso si estos no funcionan en la práctica. Juventudes Socialistas han sido especialmente claras al respecto al reclamar un Comité Nacional Extraordinario y denunciar que “el protocolo no funciona”.

Traducido a un lenguaje no técnico, lo que se cuestiona es que el partido no haya sido capaz de activar de forma eficaz los procedimientos existentes: ni para proteger a las víctimas, ni para investigar con rapidez, ni para ofrecer explicaciones claras. Cuando se habla de “fallo del protocolo”, se habla de lentitud, de opacidad y de una respuesta que no estuvo a la altura de la gravedad de los hechos.

Una crítica desde la lealtad

La presidenta del PSdeG, Carmela Silva, no figura entre las firmantes del manifiesto, pero también ha reconocido públicamente errores. En un artículo de opinión afirmó que “las cosas no se hicieron bien” y reclamó que este caso marque “un antes y un después” en el partido. Sus palabras conectan con el espíritu del manifiesto: aprender de lo ocurrido y evitar que vuelva a repetirse.

Las mujeres socialistas dejan claro que su crítica nace desde la lealtad, no desde la ruptura. “La militancia socialista es responsabilidad”, recuerdan, y subrayan que defender al partido no significa callar ante los errores, sino exigir coherencia con sus principios fundacionales.

Un problema político, no solo interno

Lo ocurrido en el PSOE gallego trasciende el ámbito interno. Afecta directamente a la credibilidad del feminismo institucional y a la confianza ciudadana en la política. En un contexto de auge de discursos reaccionarios, cada incoherencia pesa más. Cuando un partido que se define como feminista no actúa con contundencia ante un caso de acoso, el daño es doble: hacia las víctimas y hacia el conjunto del proyecto político.

El manifiesto lo expresa con claridad al hablar de una “inevitable desafección” si no se actúa con transparencia y responsabilidad. No es una amenaza, es una advertencia. La confianza no se decreta, se construye con hechos.

Un antes y un después en juego

Las mujeres socialistas gallegas no piden gestos simbólicos ni declaraciones genéricas. Piden que la tolerancia cero sea real, que los protocolos funcionen, que las víctimas estén en el centro y que los cálculos políticos no se impongan a los derechos de las mujeres.

El PSdeG-PSOE se enfrenta ahora a una decisión clave: asumir esta interpelación feminista como una oportunidad para corregir errores o minimizarla como un conflicto pasajero. Lo que está en juego no es solo la gestión de un caso concreto, sino la coherencia entre discurso y práctica.

Porque cuando son las propias mujeres del partido quienes dicen alto y claro que “no hay espacio para la impunidad ni para ninguna forma de violencia contra las mujeres”, el mensaje no admite interpretaciones. Es una exigencia política, ética y democrática.

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