Las encuestas apuntan a una pérdida importante de votos del PP en sus feudos regionales. Y esa fuga electoral la rentabiliza Vox. Los sondeos muestran que los populares mantienen la ventaja en varias comunidades, pero pierde fuelle en favor del partido de Abascal en Extremadura, Aragón, Comunidad Valenciana y Andalucía. Esto obliga al PP a depender de Vox para gobernar. Sin embargo, de continuar esta tendencia a la baja en el futuro, es muy posible que el sorpasso ultra llegue más pronto que tarde y que Abascal no termine siendo ministro de Feijóo, tal como parece, sino más bien al contrario.
En Extremadura, el PP de María Guardiola roza la mayoría absoluta con entre 30 y 32 escaños, pero no llega a los 33 necesarios. Vox doblaría su representación, convirtiéndose en decisivo para la investidura. El PSOE se hunde, perdiendo hasta 7 escaños y quedando en torno a 21.
En Aragón, el presidente Jorge Azcón convocó elecciones anticipadas para febrero de 2026 tras no lograr pactar presupuestos con Vox. Las encuestas sitúan al PP como primera fuerza, cerca de la mayoría absoluta, pero necesitando de nuevo a Vox para gobernar. Los ultraderechistas mantienen alrededor del 11-12 por ciento del voto, suficiente para condicionar la gobernabilidad.
En la Comunidad Valenciana, el pacto de gobierno entre Carlos Mazón y Vox se mantiene, pero las encuestas reflejan que la formación nostálgica gana terreno mientras el PP se estanca. Vox presiona con su agenda en inmigración, memoria democrática y fiscalidad, lo que erosiona la imagen moderada del PP. Y en Andalucía, tres cuartos de lo mismo. Según el CIS andaluz, el PP se queda rozando la mayoría absoluta, pero sin alcanzarla. Vox aumenta su presencia y se convierte en pieza clave para la gobernabilidad mientras el PSOE retrocede, lo que refuerza el bloque de la derecha, pero con Vox como socio imprescindible.
En efecto, las encuestas confirman que el PP pierde terreno en favor de la formación verde en varias comunidades. Aunque sigue siendo primera fuerza, su incapacidad para lograr mayorías absolutas lo obliga a pactar con Vox, lo que alimenta el debate sobre si el PP está quedando como “muleta” de Vox en la política autonómica y, potencialmente, nacional. Ahora bien, ¿quién dependerá de quién en el futuro? Esa es la gran pregunta que flota en la política nacional. El crecimiento de Vox en varias comunidades y ayuntamientos ha logrado condicionar la agenda del PP, imponiendo medidas sobre inmigración, memoria democrática o educación. Y cada vez influyen más. Al votante de derechas empieza a hacerle tilín, como suele decirse, el estilo duro y macho de Abascal, mientras que empieza a ver a Feijóo como un tibio o blando incapaz de derrotar a Sánchez. La estrategia del gallego no termina de derribar al tótem sanchista, y no será por falta de material explosivo contra el PSOE. Los últimos casos de corrupción, que salen a escándalo por día, se antojan letales para el Gobierno de coalición. Y sin embargo, Sánchez resiste. Feijóo no sabe cómo darle la puntilla electoral.
Vox ha logrado crecer especialmente entre los menores de 35 años, gracias a un discurso directo y a su presencia en redes sociales. Ha arrebatado más de un millón de votos al PP, frenando su crecimiento y consolidándose como alternativa dentro del bloque de la derecha. El discurso identitario y emocional conecta con votantes desencantados de la socialdemocracia mediante mensajes sobre unidad nacional, inmigración y seguridad, temas que generan adhesión emocional más allá de la ideología clásica. La apelación a la tradición y a símbolos nacionales refuerza su atractivo en sectores que sienten que los partidos convencionales han abandonado esos valores. Y luego está el uso estratégico de redes sociales. Vox ha convertido plataformas como TikTok, Instagram y YouTube en herramientas clave para difundir mensajes simples y virales. Esto le permite llegar a públicos jóvenes y movilizar simpatizantes con bajo coste y gran impacto. Además, la polarización política le beneficia y saca partido. Cada vez resulta más factible pensar en una derecha comandada por Vox con el PP de segundón. Desde este punto de vista, Feijóo está hundiendo el partido. Esta idea es repetida por los grandes gurús de la derecha mediática, como Federico Jiménez Losantos, que desde su antena radiofónica arremete cada mañana contra el líder del PP e incluso ha llegado a calificarlo como “cateto”.
Mientras tanto, surgen tensiones internas en el seno del PP: algunos dirigentes defienden los acuerdos con Vox como necesarios para gobernar, otros temen que el partido pierda su perfil moderado y quede subordinado a Vox ya para siempre. Es cierto que hay una dependencia parlamentaria. Vox marca temas que fuerzan al PP a moverse hacia posiciones más duras, especialmente en inmigración y feminismo. Aquí se dibujan varios posibles escenarios: si Vox mantiene su crecimiento y logra ser decisivo en más territorios, el PP podría quedar atrapado en pactos que lo conviertan en socio subordinado; si el PP recupera la centralidad, si Feijóo logra ampliar su base hacia el centro y atraer votantes desencantados del PSOE, podría reducir la dependencia de Vox. Pero, según dicen las encuestas, no parece que lo esté consiguiendo.
En Génova 13 están muy preocupados con la situación. En algunos territorios, Vox ya disputa directamente el liderazgo de la derecha, lo que puede fragmentar el bloque y dificultar la gobernabilidad. El riesgo de que el PP acabe siendo “muleta de Vox” existe, porque en varios gobiernos autonómicos ya depende de sus votos y acepta parte de su agenda. La clave estará en si Feijóo logra reforzar el perfil moderado del PP y ampliar su base electoral, o si Vox sigue creciendo hasta convertirse en el verdadero motor de la derecha española.
