Feijóo, la infamia como programa político

El líder del PP se ha entregado al populismo más abyecto y pese a ello sigue perdiendo terreno respecto a la extrema derecha de Vox

15 de Diciembre de 2025
Actualizado el 16 de diciembre
Guardar
Feijóo y Abascal en una imagen de archivo
Feijóo y Abascal en una imagen de archivo

La política española vive un momento de máxima tensión. Alberto Núñez Feijóo, líder del Partido Popular, ha convertido la acusación constante, la deslegitimación del adversario y la explotación de escándalos en el eje central de su estrategia. Más que el programa de un político de la democracia, lo que se percibe es el programa de un dirigente populista, un programa de infamia basado en el todo vale para derrocar al Gobierno de Pedro Sánchez

¿Y por qué infamia? En primer lugar, por la judicialización de la política. Feijóo no propone más alternativa para el país que el mamporrismo judicial contra el socialista como arma de desgaste a cuenta de los casos de corrupción, desde el caso Koldo hasta la condena del fiscal general pasando por el caso Begoña Gómez. Es cierto que algunos de estos asuntos judicializados apuntan a feas tramas de corrupción, y la oposición está para denunciarlos, pero otros apestan a caza de brujas y lawfare (guerra sucia judicial). Pese a todo, Feijóo chapotea felizmente en ese barro y en cada sesión de control al Gobierno en las Cortes lanza graves acusaciones sin probar contra el dirigente del PSOE como eso de “¿Pero de qué prostíbulos ha vivido usted?” a cuenta de los negocios de saunas de su suegro. Presentar una narrativa de corrupción estructural del PSOE, sin aportar más proyecto político para el país, es propio de líderes populistas demagógicos.

Pero más allá de los ataques personales a Sánchez, quizá lo peor de todo es que Feijóo recurre a la deslegitimación personal, cuestionando la autoridad política y moral del inquilino de Moncloa. El PSOE no ganó las últimas elecciones, fue la segunda lista más votada, pero logró los escaños suficientes para la investidura de Pedro Sánchez con ayuda de otros partidos socios de coalición o con apoyos puntuales, lo que no consiguió hacer Feijóo, que siempre ha mantenido que él “no fue presidente porque no quiso”. Deslegitimar al adversario político también es propio de personajes embaucadores de la extrema derecha y practicantes de la antipolítica. Por momento el discurso de Feijóo es calcado al de Abascal (que deshumaniza al rival tratándolo de “traidor a España”, “okupa” y “separatista bilduetarra”).  

Otro tic nada democrático es haber convertido el Senado como plataforma para los mítines de los prebostes del PP, actos de Génova e intereses particulares del PP. Con su mayoría en la Cámara Alta, Feijóo ha convertido las comisiones de investigación senatoriales en escenarios de confrontación política más que de búsqueda de verdad. Por momentos en escenarios mediáticos para la propaganda de partido, en circos de varias pistas. Una forma más de degradar la democracia. Manipular el Senado para una causa partidista dice muy poco de alguien que pretende gobernar España algún día.

Pero sin duda, el gallego ha terminado por tocar fondo en el fango de la infamia en los pactos firmados entre PP y Vox, que han sido decisivos en varias comunidades autónomas en 2025, especialmente en Baleares y la Comunidad Valenciana, donde se han traducido en acuerdos programáticos que afectan a educación, memoria democrática, inmigración y fiscalidad. Feijóo ha entregado la democracia a los ultras tragando con medidas de difícil encaje constitucional como incluir el español como lengua vehicular por encima de las lenguas cooficiales; derogar la Ley de Memoria Democrática; rechazar la acogida de menores extranjeros migrantes (“menas”); retirar subvenciones a patronales, sindicatos y oenegés que defienden los derechos cívicos; rebajas fiscales y medidas contra el pacto verde europeo. Mientras Feijóo defendía estas alianzas como necesarias para gobernar las diferentes regionaes, criticaba a Vox por “hacer daño” al país e intentaba marcar distancias en el plano nacional. Todo un monumento a la incoherencia (más cemento para la infamia, sin contar con la cantidad de bulos y mentiras que el mandatario conservador le ha comprado a los posfascistas). Dirigentes populares reconocen que la dependencia de Vox les genera incomodidad interna, ya que limita la capacidad del PP de presentarse como fuerza moderada. Aunque puede movilizar a sus bases con este tipo de antipolíticas populistas, Feijóo corre el riesgo de alejar al votante que huye de la polarización en busca de propuestas más constructivas. Para colmo de males, ni siquiera esa estrategia de compadreo con los neofranquistas le ha servido a Feijóo para ganar votos. Al contrario, Vox sube como la espuma y el PP se estanca. El sorpasso está cada vez más cerca.

Por si fuera poco, está su respaldo a barones marcados por graves negligencias en la gestión de las comunidades autónomas: Carlos Mazón durante la dana de Valencia de 2024, Moreno Bonilla en Andalucía con las crisis de las mamografías y Mañueco con la oleada de incendios en Castilla y León tras los fuertes recortes en Protección Civil. Ha tenido tiempo para cesarlos, pero ha preferido mantenerlos en el poder para vergüenza ajena.

Todo esto nos lleva a concluir que Feijóo puede llegar a ser presidente del Gobierno con la hoja de servicio más infame de la historia de nuestra democracia. Se ha comportado como un líder opositor indecente y será un primer ministro también indecente. La ausencia de propuestas concretas y su ultraderechización sin complejos convierten la infamia en el eje central del discurso político de Alberto Núñez Feijóo, lo que plantea serias dudas sobre su capacidad para gobernar el país en el futuro.

Lo + leído