El Partido Popular tiene alergia a lo público. Antes lo ocultaban con algo de pudor; hoy, por influjo de la extrema derecha de Vox, airean su filosofía ultraliberal sin complejos. El escándalo del Hospital de Torrejón de Ardoz en Madrid ha venido a confirmar la preocupante deriva de degradación de nuestro sistema de Seguridad Social, impulsada por el gobierno de la derecha. La filtración de unos audios en los que directivos de la empresa gestora Ribera Salud ordenaban priorizar beneficios económicos por encima de la atención a los pacientes, incluso aumentando listas de espera y rechazando intervenciones no rentables, es la constatación de esa ideología.
A Ayuso no le interesa invertir en la Sanidad pública. Ni da dinero, ni hay negocio para el capitalismo de amiguetes que promueven sus políticas. Las listas de espera crecen, la Atención Primaria está desbordada y cada día son más los madrileños desesperados que se van a la privada (uno de cada tres). A la presidenta popular le gusta el modelo sanitario privatizador norteamericano. En Estados Unidos no existe atención médica universal: la asistencia depende principalmente de seguros privados, complementados por programas públicos puntuales como Medicare y Medicaid. Esto lo convierte en uno de los sistemas mixtos más caros del mundo y con mayores desigualdades. Los estudios más recientes estiman que entre 60.000 y 70.000 muertes anuales podrían evitarse si existiera cobertura sanitaria pública y universal.
En el país del supremacista Trump, el seguro privado es el predominante. La mayoría de los trabajadores dependen de esa cobertura bien a través de la empresa que los contrata o a título individual. La consecuencia es que millones de personas no pueden afrontar el coste de una operación si no cuentan con ese seguro médico, ya que los precios hospitalarios son extremadamente altos y la cobertura pública es limitada. El gasto sanitario total alcanzó 4,9 billones de dólares en 2023, con un promedio de 14.570 dólares por persona. La atención hospitalaria representa la mayor parte del gasto: alrededor del 31 por ciento del total, es decir, 1,5 billones de dólares. Una cirugía común puede costar varios miles de dólares. Intervenciones más complejas quedan fuera del alcance del americano medio o de clase baja. Por ejemplo: un bypass coronario cuesta entre 70.000 y 200.000 dólares. Una cesárea entre 10.000 y 30.000 dólares. Una prótesis de rodilla entre 35.000 y 60.000 dólares. Los precios varían según hospital, el estado de que se trate y las condiciones de cobertura del seguro médico. Las consecuencias para los pacientes son evidentes: sin seguro privado, una operación puede ser inaccesible para la mayoría de las familias; incluso con seguro, los copagos pueden dejar facturas de miles de dólares. Muchos pacientes posponen o renuncian a tratamientos por miedo a endeudarse. El endeudamiento médico es una de las principales causas de ruina entre los ciudadanos estadounidenses.
Las primas, copagos y deducibles suelen ser muy altos, lo que limita el acceso para quienes no tienen recursos. Los programas públicos son muy limitados. Medicare cubre a mayores de 65 años y personas con ciertas discapacidades. Medicaid: atiende a personas de bajos ingresos, embarazadas y niños. Medicare es el programa de seguro médico público de Estados Unidos creado en 1965 mediante las enmiendas al Seguro Social, actualmente gestionado por los Centers for Medicare & Medicaid Services (CMS). Para acceder sin pagar prima, se necesitan al menos 40 créditos de cotización al Seguro Social (aproxidamente 10 años de trabajo). Quienes no cumplen los requisitos, deben pagar una prima mensual. CHIP (Children’s Health Insurance Program) es otro programa destinado a menores de familias con ingresos que superan el programa Medicaid, pero insuficientes para acceder a seguros privados. Todos estos programas están siendo desmantelados por Trump, que considera la Sanidad pública universal como una cosa de comunistas.
Estados Unidos gasta más renta per cápita en salud que cualquier otro país desarrollado. Sin embargo, los resultados en esperanza de vida y mortalidad son peores que en países con sistemas universales. La desigualdad se percibe en las grandes ciudades, donde cientos de miles de personas sin cobertura médica deambulan con sus enfermedades a cuestas porque el sistema no los atiende. Carecer de seguro privado es un pasaporte directo a una vida más corta.
Curiosamente, la innovación médica y tecnológica está muy avanzada en EEUU, cuyos centros impulsan los tratamientos más punteros en la lucha contra enfermedades mortales como el cáncer. Pero ese bienestar no repercute en las clases más vulnerables. Solo se benefician quienes se pueden pagar un seguro privado. La libertad de elección de médicos y hospitales beneficia solo a quienes tienen un seguro privado. La inversión en investigación y desarrollo farmacéutico mejora la vida de quienes cuentan con un seguro privado. Todo gira en torno al seguro privado. Así es ese modelo injusto y cruel.
Las desventajas del modelo privatizador hacia el que quieren conducirnos PP y Vox (la sucursal de Trump en España) son evidentes: altísimo coste en vidas humanas; desigualdad estructural; resultados en estadísticas de salud inferiores a países con sistemas universales. El modelo sanitario norteamericano mixto, con predominio del sector privado y programas públicos focalizados, beneficia al negocio de la innovación y la investigación médica, pero también genera injusticia, desigualdad y altos costes sociales. Sin embargo, en el PP y en Vox sueñan con implantar ese modelo aquí en España. Son una amenaza para la democracia y para el Estado social.
