El 20N, fecha del aniversario de la muerte de Franco, llega este año en medio del auge de la extrema derecha, un fenómeno pujante como no se conocía desde 1975. El franquismo está más fuerte que nunca y un partido nostálgico del régimen anterior como Vox, que ya toca poder en la Administración local y regional, aspira no solo a ocupar ministerios en un hipotético Gobierno conservador con Feijóo de presidente, sino a darle el sorpasso al PP hasta ocupar el trono hegemónico de la derecha española.
El 20N llega con los ecos de Reconciliación (el libro autobiográfico del rey Juan Carlos I donde se desvelan no solo cuestiones personales sino algunos entresijos del golpe de Estado del 23F) y tras la gran manifestación neonazi no autorizada de hace unos días (la organizada por Núcleo Nacional), donde cientos de ultras desfilaron impunemente por las calles de Madrid. Entre tanto, siguen apareciendo noticias sobre el patrimonio de la familia Franco. Según publica Efe, “los siete nietos de Francisco Franco han pasado, en los últimos cincuenta años, de tener palacios y propiedades a centrarse en el negocio del ladrillo, en una estrategia que ha servido para incrementar la fortuna acumulada por el dictador desde el golpe de estado de 1936”. Algunos restos de aquel imperio inmobiliario quedan en Galicia, donde la Justicia (pendiente del fallo del Tribunal Supremo) les ha arrebatado el Pazo de Meirás, pero mantienen en su poder un palacete del siglo XVIII en pleno centro de A Coruña, la Casa Cornide, o la casa natal de Franco en Ferrol, para la que han pedido licencia para reconvertirla en pisos turísticos.
En 1937 Franco recibió su primer regalo inmobiliario: el testamento que le dejaba el Palacio del Canto del Pico (Torrelodones, Madrid); un año después, a finales de 1938, una comisión de personalidades gallegas afines al incipiente régimen le entregaba el Pazo de Meirás (Sada, A Coruña), que utilizó como residencia oficial de verano. Tal como informa Efe, en 1940 el patrimonio del dictador ya superaba los 34 millones de pesetas, y a su muerte, en 1975, dejó también 22 propiedades inmobiliarias que incluían una fortaleza del siglo VIII, un chalet en Miami y distintas posesiones en Madrid, Guadalajara, A Coruña o Málaga, entre otros lugares.
Fue entonces cuando asumió el liderazgo de la familia el yerno de Franco, Cristóbal Martínez-Bordiú, marqués de Villaverde, que anticipó su intención de deshacerse de propiedades cuando dijo en 1988 que “si la vaca no da leche, habrá que vender la vaca”, según recuerda Mariano Sánchez Soler, autor del libro La familia Franco, S.A.
“A lo largo de estos cincuenta años, la hija del dictador y mujer de Martínez-Bordiú, Carmen Franco, fallecida en 2017, y sus siete hijos, han seguido esa filosofía y han vendido gran parte de sus posesiones, entre ellas el mítico edificio del número 8 de la calle Hermanos Bécquer de Madrid, que fue residencia familiar tras dejar el Palacio de El Pardo. Los Franco se inclinaron por dejar de poseer palacios y apostar por las propiedades inmobiliarias más rentables, con promoción de viviendas, alquiler de pisos, aparcamientos en Madrid e incluso inmuebles de uso turístico”, añade la información de la citada agencia. De alguna manera, podría decirse que el franquismo terminó reducido a un gran negocio inmobiliario.
Al margen de los palacios está una propiedad que Sánchez Soler define como “el gran negocio de la familia”: la finca Valdefuentes, en Arroyomolinos (Madrid). Ganó importancia cuando, en 2001, un tercio de sus cerca diez millones de metros cuadrados fue recalificado para ser urbanizable, en un lugar próximo a Móstoles y junto al centro comercial Xanadú, lo que llevó al auge del ladrillo en el lugar, con 5.000 viviendas, un centro comercial y un polígono industrial. A buen seguro, la familia Franco seguirá dando titulares en los próximos tiempos.
