La rueda de prensa de Isabel Díaz Ayuso tras la inauguración de la nueva Unidad de Media Estancia para pacientes con ELA en el Hospital Santa Cristina fue, más que un encuentro con los medios, un ejercicio de evasión política. Con apenas tres periodistas en la sala, la presidenta de la Comunidad de Madrid aprovechó el turno de preguntas para insistir en su discurso habitual, sin responder de manera clara a las cuestiones que se le plantearon.
Lo que debía ser una oportunidad para aclarar su postura sobre los asuntos judiciales que rodean a su jefe de gabinete, Miguel Ángel Rodríguez, o para comentar la dimisión del presidente valenciano, Carlos Mazón, se convirtió en un mitin improvisado. Las respuestas fueron un torrente de acusaciones y descalificaciones hacia el Gobierno central, la Fiscalía y el Partido Socialista, en un tono más propio de una tribuna electoral que de una rueda de prensa institucional.
Entre la evasión y el ataque
A la primera pregunta, sobre la dimisión de Mazón y la citación judicial de su jefe de gabinete, Ayuso respondió con una estrategia conocida: no responder. “Si dimite, porque dimite; si no dimite, porque no dimite. Creo que todo vale contra Feijóo”, comenzó, acusando a sus adversarios políticos de instrumentalizar el desastre de la DANA en la Comunidad Valenciana para obtener rédito político.
Sin embargo, no aportó ni una sola palabra sobre la cuestión directa que se le planteaba: qué opinaba sobre la dimisión de Mazón o qué esperaba de la declaración de Rodríguez ante el Tribunal Supremo. Tampoco reconoció el papel de la oposición valenciana ni la gravedad de las críticas sobre la gestión de la catástrofe.
Su relato derivó rápidamente hacia una idea conspirativa de fondo: una supuesta “hoja de ruta” para conquistar “los países catalanes” y hacerse con el poder autonómico, conectando la dimisión de un presidente autonómico con un plan político inexistente. Un mensaje más pensado para el aplauso de los suyos que para responder a una pregunta periodística.
El silencio sobre Miguel Ángel Rodríguez
La segunda intervención periodística intentó obtener una aclaración sobre un asunto más delicado: la actuación de su jefe de gabinete, Miguel Ángel Rodríguez, señalado por filtrar un supuesto pacto entre la Fiscalía y la pareja de la presidenta, información que él mismo reconoció más tarde como una “intuición”.
La periodista recordó que en el juicio, la jefa de prensa de la Fiscalía había declarado que Ayuso “empezó a sembrar sospechas sobre la actuación” del Ministerio Público, lo que obligó a emitir un comunicado oficial para desmentir la filtración.
La presidenta, sin embargo, cortó en seco. “No me van a meter en esta situación”, respondió, negando su implicación y apelando al “respeto absoluto” por el trabajo del tribunal. Pero evitó por completo pronunciarse sobre la veracidad de los hechos, sobre si su equipo difundió información falsa o sobre si considera aceptable la actuación de su jefe de gabinete, uno de sus colaboradores más cercanos.
El cierre de su respuesta —“Última pregunta, gracias”— sonó más a una orden que a una despedida. Fue el final abrupto de un diálogo que nunca llegó a existir.
Un cierre en tono de acusación
El último periodista cambió de tema y preguntó por las novedades del llamado “caso Koldo”, la trama de corrupción relacionada con la compra de mascarillas durante la pandemia. Era una pregunta legítima, dado que se acababa de conocer el procesamiento de José Luis Ábalos y Ángel Víctor Torres por diversos delitos, entre ellos el de pertenencia a organización criminal.
Ayuso aprovechó la ocasión para desplegar una lista desordenada de nombres, acusaciones y alusiones sin pruebas. “Es Ábalos, Torres, Armengol, bolsas con dinero, favores a través de la prostitución, el fiscal Koldo Cerdán, Navarra, el hermano, la mujer, fontaneras, el CNI, las oposiciones de Radiotelevisión Española, pactar con Bildu, delincuentes amnistiados, posible financiación ilegal del Partido Socialista...”, enumeró, en una intervención que recordó más a un monólogo de tertulia política que a una respuesta institucional.
Terminó con una frase que intentaba poner en duda el papel de las instituciones del Estado: “¿Dónde ha estado la Agencia Tributaria? ¿Y dónde ha estado la Fiscalía todo este tiempo?”. Ningún dato, ninguna prueba, ningún matiz. Solo un nuevo ataque a los pilares del Estado de derecho.
Entre la propaganda y el desdén
En conjunto, la comparecencia evidenció una tendencia preocupante: la sustitución del diálogo por la propaganda. Ayuso no solo eludió las preguntas que le concernían directamente, sino que también utilizó un tono despectivo hacia el trabajo periodístico, minimizando el papel de quienes estaban allí para pedir explicaciones en nombre de la ciudadanía.
La escena —una sala casi vacía, una presidenta rodeada de asesores, apenas tres periodistas con posibilidad de preguntar— refleja una deriva en la relación entre el poder político y los medios. El control del mensaje se impone a la transparencia. La puesta en escena sustituye a la rendición de cuentas.
En un contexto donde la desinformación y la crispación política se han convertido en herramientas de poder, la actitud de Ayuso no es una anécdota: es un síntoma. Evitar responder, desviar el foco y atacar a otros se ha convertido en su estrategia habitual. Pero cada evasiva deja más preguntas abiertas, y cada acusación sin pruebas erosiona un poco más la confianza en las instituciones que dice defender.