La posibilidad de un alto el fuego en Gaza vuelve a estancarse, no por la voluntad de la población civil que sufre día tras día bajo las bombas, sino por el empeño de sus verdugos políticos y militares. Mientras Hamás rechaza el plan de cese de hostilidades propuesto por Estados Unidos, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, redobla su apuesta por la guerra y la ocupación. Ambos actores, lejos de defender a los palestinos, los utilizan como rehenes de sus agendas. Fuente: El líder militar de Hamás en Gaza se opone al plan de alto al fuego, según la BBC.
Netanyahu ha demostrado una y otra vez que su objetivo no es la seguridad de Israel, sino perpetuar un proyecto de dominación y exterminio que Naciones Unidas y organismos de derechos humanos han denunciado como crímenes de guerra. En sus últimas declaraciones, el líder israelí se ha resistido incluso a aceptar los términos de un acuerdo que él mismo había suscrito, dejando claro que su verdadero interés es mantener al ejército en Gaza y negar cualquier perspectiva de un Estado palestino.
Por su parte, Hamás sigue atrapado en su lógica de fuerza. El brazo militar del grupo terrorista ha rechazado el plan. La negativa a liberar a los rehenes y a renunciar al control armado de Gaza es, en la práctica, una condena para la población civil.
El genocidio no admite excusas
Las cifras son estremecedoras: más de 66.000 palestinos muertos desde que Israel lanzó su ofensiva tras los ataques de Hamás en octubre de 2023. Una masacre sistemática contra un pueblo sitiado y sin refugio. El bombardeo de hospitales, escuelas, campos de refugiados y convoyes humanitarios no puede justificarse bajo ningún pretexto de defensa propia. Se trata de un genocidio que Netanyahu y su gobierno ejecutan con total impunidad.
Las imágenes que llegan de Gaza muestran barrios arrasados, familias enteras sepultadas bajo los escombros y niños que mueren por falta de medicinas o alimentos. Ni los acuerdos internacionales ni las advertencias de organismos humanitarios han detenido la maquinaria de guerra israelí. El mensaje es claro: la vida palestina vale menos para quienes deciden desde Tel Aviv y Washington.
En paralelo, Hamás juega su propia partida política, utilizando a los civiles como escudos y a los rehenes como moneda de cambio.
El pueblo palestino, rehén de dos verdugos
Ni Netanyahu ni Hamás representan la voz del pueblo palestino. El primero ve en Gaza un territorio a arrasar para asegurar su supervivencia política en Israel. El segundo, una trinchera desde la que prolongar su poder a costa de los sufrimientos de la población.
Quienes de verdad levantan la voz por la paz son las familias palestinas que piden pan y medicinas, no armas; las madres israelíes que reclaman el regreso de sus hijos rehenes sin más derramamiento de sangre; las organizaciones que exigen un alto el fuego inmediato y una vía real hacia la autodeterminación palestina.
El pueblo palestino tiene derecho a un Estado libre y soberano, pero no puede alcanzarlo bajo el yugo de un gobierno genocida.
Urge un alto el fuego real
El plan de alto el fuego presentado por Estados Unidos, revelaba una imposibilidad de detener la sangría. El desprecio abierto de Netanyahu lo han convertido en papel mojado. Además no hay voluntad real de permitir un gobierno palestino.
El resultado es el mismo de siempre: Gaza continúa convertida en un campo de exterminio, donde los civiles pagan el precio de una guerra que nunca pidieron. Cada día que pasa sin un alto el fuego, la comunidad internacional se convierte en cómplice por omisión.
Netanyahu debe ser señalado como responsable directo de un genocidio en curso. Hamás debe ser señalado como un obstáculo para la paz. Y el pueblo palestino debe ser escuchado al fin como lo que es: la verdadera víctima de esta tragedia.