Netanyahu abraza el plan de Trump: el último zarpazo al tablero de Gaza

Trump vuelve a cambiar las reglas del juego con una propuesta de 21 puntos que incluye su propia presidencia de la “Junta de Paz” y promete a Israel carta blanca si Hamás se niega

29 de Septiembre de 2025
Actualizado a las 22:08h
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Donald Trump, presidente de los EE.UU
Donald Trump, presidente de los EE.UU

El presidente estadounidense Donald Trump ha logrado este lunes lo que parecía imposible: que Benjamin Netanyahu acepte públicamente un plan de paz para Gaza. Sin embargo, la aparente victoria diplomática esconde una estrategia que consolida el control estadounidense sobre el territorio palestino y refuerza la posición de Israel en caso de rechazo por parte de Hamás.

La reunión en la Casa Blanca marca la quinta ocasión en que ambos líderes se encuentran este año, evidenciando la estrecha relación entre Washington y Tel Aviv. “Este es un día muy importante, un día hermoso, potencialmente uno de los mejores días de la historia de la civilización”, declaró Trump tras anunciar que Netanyahu había aceptado su propuesta de 21 puntos.

Un plan con trampa: control estadounidense disfrazado de internacionalización

La propuesta de Trump, presentada como una solución multilateral, esconde en realidad un diseño que mantiene a Estados Unidos como actor dominante en Gaza. El plan establece la creación de una “Junta de Paz” presidida por el propio Trump, que incluirá al exprimer ministro británico Tony Blair y otros líderes internacionales aún por anunciar.

Esta estructura de gobierno temporal sustituiría a Hamás por un “comité palestino tecnocrático y apolítico” supervisado directamente por la administración estadounidense. La medida representa un giro significativo respecto a las declaraciones previas de Trump sobre convertir Gaza en la “Riviera de Oriente Medio” tras desplazar a su población.

Los elementos centrales del plan incluyen un alto el fuego inmediato, la liberación de todos los rehenes en un plazo máximo de 72 horas, y la retirada gradual de las fuerzas israelíes. A cambio, Israel liberaría 250 presos palestinos condenados a cadena perpetua y otros 1.700 detenidos desde el 7 de octubre.

El ultimátum encubierto: desarme total o destrucción


El plan exige el desarme completo de Hamás y la desmilitarización permanente de Gaza, condiciones que el grupo palestino ha rechazado sistemáticamente en anteriores negociaciones. Trump no ha ocultado las consecuencias del rechazo: “Si Hamás no acepta el acuerdo, serán los únicos en oponerse. Todos los demás lo han aceptado”.

Más significativo aún es el respaldo explícito que Trump ofreció a Netanyahu: “Si no es así, Bibi, contarás con un mayor respaldo para tomar las medidas necesarias”. Esta declaración otorga a Israel una especie de cheque en blanco para intensificar su ofensiva militar si las negociaciones fracasan.

Netanyahu correspondió con una advertencia igualmente contundente: “Esto se puede resolver por las buenas o por las malas, pero se resolverá”. El primer ministro israelí dejó claro que, en caso de rechazo, Israel “terminará el trabajo por sí mismo”.

Hamás entre la espada y la pared

La respuesta de Hamás ha sido de cautela y recelo. El grupo palestino ha negado haber recibido oficialmente el plan a través de los mediadores habituales (Qatar y Egipto), afirmando que solo conoce la propuesta a través de filtraciones mediáticas.

Taher al-Nounou, alto cargo de Hamás, declaró en televisión que “en lo que respecta a este plan, nadie se puso en contacto con nosotros” y rechazó categóricamente la exigencia de desmilitarización. Husam Badran, miembro del buró político, calificó además a Tony Blair como “una figura indeseable en el contexto palestino”.

Esta resistencia coloca a Hamás en una posición extremadamente delicada. El rechazo al plan proporcionaría a Israel y Estados Unidos la justificación perfecta para intensificar la ofensiva militar, mientras que la aceptación significaría la disolución efectiva del grupo como fuerza política y militar en Gaza.

El contexto que cambia todo

La presentación de este plan llega en un momento de creciente aislamiento internacional de Israel, con países históricamente aliados como Reino Unido y Francia reconociendo el Estado palestino. El conflicto, que ha causado más de 65.000 muertos y 200.000 víctimas, según cifras palestinas, ha generado una crisis humanitaria sin precedentes con 1,9 millones de desplazados.

Trump ha sabido aprovechar este contexto para presentar su propuesta como la única alternativa viable a la continuación indefinida de la guerra. La estrategia es hábil: si Hamás acepta, Estados Unidos consolida su control sobre Gaza; si rechaza, Israel obtiene legitimidad internacional para “terminar el trabajo”.

Un futuro palestino en manos ajenas

Uno de los aspectos más controvertidos del plan es su ambigüedad respecto al futuro del pueblo palestino. Aunque el punto 19 menciona la posibilidad de crear “condiciones para una vía creíble hacia la autodeterminación y el estado palestino”, esta promesa queda condicionada al éxito de la reconstrucción bajo supervisión internacional.

El plan garantiza que “nadie será obligado a abandonar Gaza” y que quienes deseen marcharse podrán “hacerlo libremente y también regresar”. Sin embargo, la historia reciente sugiere que los desplazamientos “voluntarios” en contextos de guerra rara vez lo son en la práctica.

La exclusión inicial de la Autoridad Palestina del gobierno de transición, condicionada a una “reforma radical” que deberá aprobar Israel, revela las limitaciones reales de la autodeterminación palestina en este esquema.

El test de credibilidad de Trump

Para Netanyahu, la aceptación del plan representa una apuesta calculada. El primer ministro israelí obtiene garantías de apoyo estadounidense total en caso de fracaso de las negociaciones, mientras que puede presentarse ante la comunidad internacional como dispuesto al diálogo.

Para Trump, el éxito del plan dependerá de su capacidad para convencer a Hamás de que tiene efectivamente a Netanyahu “bajo control”, como señala el diario israelí Haaretz. La credibilidad del presidente estadounidense será puesta a prueba si logra que Israel respete un eventual alto el fuego tras la liberación de los rehenes.

El plan representa el esfuerzo más ambicioso de Trump para resolver el conflicto, pero también el más arriesgado. Su éxito o fracaso podría definir no solo el futuro de Gaza, sino la influencia estadounidense en Oriente Medio durante los próximos años.

La pelota está ahora en el tejado de Hamás, que debe decidir entre una rendición disfrazada de acuerdo de paz o mantener su resistencia armada con las consecuencias que ello implicaría. En cualquier caso, el tablero de Gaza ha cambiado una vez más, y esta vez Trump se ha reservado el papel de árbitro supremo.

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