España ha cerrado el tercer trimestre de 2025 con una cifra récord de personas ocupadas: 22.387.100 trabajadores y trabajadoras. Es el nivel más alto desde que existen registros de la Encuesta de Población Activa (EPA), según los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Sin embargo, el dato positivo viene acompañado de una sombra: el paro ha vuelto a subir, con 60.100 personas más desempleadas que en el trimestre anterior. La tasa de paro se sitúa en el 10,45 %, rompiendo la tendencia descendente de los últimos meses.
El balance deja una fotografía compleja: España crea empleo, pero al mismo tiempo aumenta el número de personas que buscan trabajo y no lo encuentran. Una paradoja que refleja tanto la recuperación de la actividad económica como los problemas estructurales que arrastra el mercado laboral español.
Récord histórico de ocupación
El aumento de la ocupación en 118.400 personas respecto al segundo trimestre confirma la fortaleza del empleo en la recta final del año. El ritmo trimestral, del 0,40 %, es moderado, pero consolida un crecimiento sostenido desde principios de 2023. Si se compara con el mismo trimestre del año anterior, el número de personas ocupadas ha aumentado en 396.200, un 1,8 % más.
Los principales sectores impulsores del empleo han sido servicios, construcción y actividades relacionadas con la hostelería y el turismo, que siguen capitalizando la recuperación del consumo interno y la llegada de visitantes extranjeros. La industria, sin embargo, ha mostrado signos de estancamiento, en parte por la ralentización de las exportaciones y las tensiones internacionales que afectan a la economía europea.
El aumento del empleo también se ha reflejado en el sector público, especialmente en educación y sanidad, que suman miles de nuevos contratos asociados al inicio del curso escolar y a la cobertura de vacantes. Pese a ello, el peso del empleo público sobre el total continúa estable, en torno al 17 %.
Un paro que no cede
El incremento del número de desempleados, hasta alcanzar 2.611.500 personas, ha sorprendido a buena parte de los analistas. El repunte rompe la tendencia de descenso del paro que se mantenía desde el verano de 2023. En términos absolutos, hay 60.100 personas más sin empleo que en el trimestre anterior, aunque la cifra sigue siendo inferior en 109.000 respecto al mismo periodo de 2024.
Detrás del aumento del paro hay varias causas. Por un lado, una mayor incorporación de personas al mercado laboral, es decir, más ciudadanos que buscan trabajo tras haber estado inactivos o fuera del sistema. Por otro, la finalización de contratos temporales vinculados al turismo estival y a sectores con alta estacionalidad. Además, persisten desequilibrios entre la oferta y la demanda de empleo, lo que dificulta la inserción laboral de colectivos con menos cualificación o de edad avanzada.
La tasa de paro del 10,45 % sigue siendo una de las más elevadas de la Unión Europea, muy por encima de la media comunitaria (6,1 % según Eurostat). Si bien España ha reducido el desempleo de forma notable desde los picos de 2020, el país continúa arrastrando una brecha estructural que evidencia problemas de fondo: alta temporalidad, rotación excesiva, baja productividad y un desajuste persistente entre el sistema educativo y las necesidades del mercado de trabajo.
Brechas por edad y género
El análisis por grupos de edad muestra que el paro juvenil sigue siendo el talón de Aquiles del empleo español. Entre los menores de 25 años, la tasa de desempleo se sitúa cerca del 28 %, casi tres veces superior a la media nacional. La precariedad contractual, los bajos salarios y la falta de experiencia laboral consolidan un círculo vicioso que dificulta la emancipación de los jóvenes.
Por género, la EPA confirma la persistencia de la desigualdad: el desempleo femenino se sitúa en el 11,8 %, frente al 9,3 % entre los hombres. Aunque la brecha se ha reducido en los últimos años, las mujeres siguen concentrando buena parte del empleo a tiempo parcial y de los sectores peor remunerados. En el caso de las trabajadoras con hijos, la penalización por maternidad y la falta de conciliación continúan siendo obstáculos para la estabilidad laboral.
La EPA también revela un incremento de la participación laboral entre los mayores de 55 años, impulsada tanto por el retraso de la edad efectiva de jubilación como por la necesidad de prolongar la vida laboral ante la pérdida de poder adquisitivo. No obstante, este grupo enfrenta mayores dificultades para reincorporarse al empleo una vez que pierde su puesto de trabajo.
Estabilidad y calidad del empleo
Desde la reforma laboral de 2021, el empleo indefinido ha crecido de forma significativa. En el tercer trimestre, el 78,1 % de los asalariados cuenta con contrato indefinido, frente al 62 % de hace cuatro años. Es una evolución positiva, pero el dato debe matizarse: dentro de los contratos indefinidos, ha aumentado notablemente la figura del fijo discontinuo, que combina estabilidad formal con periodos de inactividad que reducen los ingresos reales de muchos trabajadores.
La temporalidad, aunque en mínimos históricos (14,5 %), se concentra en determinados sectores como la agricultura, la hostelería o la construcción. En ellos, la estacionalidad y la rotación siguen siendo altas, lo que impide consolidar trayectorias laborales duraderas.
En paralelo, la jornada a tiempo parcial afecta al 13 % de los ocupados, y casi la mitad de quienes trabajan menos horas de las deseadas lo hacen porque no encuentran empleo a jornada completa. Este dato refuerza la idea de que parte del empleo creado sigue siendo vulnerable y dependiente de coyunturas temporales o de sectores de baja productividad.
Empleo por comunidades autónomas
Por territorios, el empleo crece en la mayoría de comunidades, aunque de manera desigual. Madrid, Cataluña, la Comunidad Valenciana y Andalucía concentran el mayor número de nuevos ocupados, impulsados por el turismo, la construcción y los servicios empresariales. En el extremo opuesto, regiones como Extremadura, Asturias o Castilla y León presentan un estancamiento o ligero retroceso en el empleo, reflejo del envejecimiento demográfico y de la menor inversión privada.
En términos de paro, Andalucía, Canarias y Extremadura mantienen las tasas más altas, todas por encima del 15 %. Las menores corresponden a País Vasco (7,2 %), Navarra (7,5 %) y La Rioja (7,8 %). Estas diferencias territoriales, persistentes a lo largo de las últimas décadas, muestran la dificultad de corregir los desequilibrios estructurales del mercado laboral español.
Productividad y retos pendientes
Aunque el empleo crece, la productividad por trabajador apenas se ha movido en el último año. El PIB avanza menos que la ocupación, lo que implica que el incremento de empleo no se traduce en un aumento proporcional de la producción. Este fenómeno, según diversos economistas, refleja una creación intensiva de empleo en sectores de bajo valor añadido, como el turismo, el comercio o la hostelería, en detrimento de actividades industriales o tecnológicas.
El reto de la cualificación profesional sigue siendo central. España mantiene una elevada proporción de empleos con baja cualificación y una brecha persistente entre la formación impartida y las necesidades de las empresas. La digitalización, la transición energética y el envejecimiento de la población exigen políticas activas de empleo más focalizadas y programas de formación continua.
Perspectivas
Los datos de la EPA del tercer trimestre muestran una economía que sigue creando empleo pese a la desaceleración europea, pero con señales de fatiga. El aumento del paro y la ralentización del crecimiento en la ocupación apuntan a un cambio de ciclo. De cara a 2026, las previsiones dependerán de varios factores: la evolución de los tipos de interés, la ejecución de los fondos europeos, la política salarial y la capacidad del tejido productivo para adaptarse a un entorno económico incierto.
En términos políticos, los datos refuerzan la necesidad de un acuerdo de Estado por el empleo de calidad, que consolide los avances logrados tras la reforma laboral y aborde los desequilibrios de fondo: precariedad, desigualdad de género, desempleo juvenil y falta de productividad.
El reto ya no es crear empleo a cualquier precio, sino construir un mercado laboral más estable, más justo y más resiliente ante las crisis.
España ha logrado el récord histórico de ocupados, pero aún no ha conquistado el objetivo esencial: que trabajar garantice estabilidad, ingresos dignos y futuro. La EPA recuerda que no basta con tener empleo; es necesario que ese empleo permita vivir, progresar y sostener el bienestar de un país que todavía lucha por dejar atrás sus viejas fracturas laborales.