El sarcasmo de Feijóo: mafiosos dándonos clases de ética

El líder del PP mostró ayer, durante la manifestación de Madrid, sus maneras más populistas, demagógicas y antidemocráticas

01 de Diciembre de 2025
Actualizado a las 14:42h
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Feijóo durante una manifestación contra Pedro Sánchez
Feijóo durante una manifestación contra Pedro Sánchez

La manifestación convocada por el PP el domingo no fue tan multitudinaria como Génova esperaba. Aún así, cientos de personas corearon eso de “Sánchez, fuera”, “socialismo, fuera”, “PSOE, fuera”. El grito de guerra recordó, por momentos, esas maneras que se gasta el demagógico y populista presidente argentino Milei, que en plena campaña electoral publicó un vídeo en el que iba tachando ministerios en una pizarra precisamente al violento grito de “fuera”. Sanidad afuera, Educación afuera, en definitiva, Estado de bienestar afuera. Él metiendo la motosierra de los recortes a las conquistas sociales de la izquierda mientras las víctimas vitorean al verdugo. Ni Orwell fue capaz de imaginar una distopía más aterradora. 

Fuera es el eslogan al que se han abrazado Feijóo y los suyos para hacer oposición. A falta de programa político, solo les queda eso: fuera Sánchez, fuera el rojo masón, fuera el que no piensa como yo. Así es como esta gente entiende la democracia. El PP se aferra al populismo como a un clavo ardiendo. Es un partido sin líder, sin hegemonía (acorralado por la extrema derecha que está a un paso de darle el sorpasso, ocupando su lugar en el espacio conservador en España) y sin proyecto de país. Cuando gobierna le asola la corrupción y la incompetencia (Mazón con la dana de Valencia, Moreno Bonilla con el escándalo de los cribados del cáncer de mama en Andalucía, Mañueco con los incendios forestales en Castilla y León), y cuando está en la oposición solo piensa en destruirlo todo con tal de desalojar al rival político del poder. El PP se ha convertido en uno de esos pequeños partidillos donde los planteamientos emocionales prevalecen sobre los racionales (Ayuso removiendo la bilis del terrorismo con la amenaza de ETA que ya no existe), donde la movilización hater prima sobre la reflexión política y donde las contradicciones afloran por los cuatro costados (como ese Feijóo mendigándole el voto a los diputados de Puigdemont para una moción de censura contra Sánchez tras meses de descalificaciones e insultos a Junts y al PNV, antes enemigos de España hoy posibles socios de investidura).

Todo en el dirigente popular es ya puro populismo sin complejos. Esa forma de hacer política mitinera y disruptiva, caribeña y antisistema, es marca de la casa Milei. Feijóo la ha dado por buena y ya arenga a las masas, como el Guaidó español antibolivariano, en manifestaciones estúpidas donde políticos estúpidos sueltan cosas estúpidas como que España es una dictadura (Ayuso no deja de repetir esa sandez una y otra vez). En eso precisamente consiste el populismo demagógico, en inventar mundos paralelos y supuestos poderes maléficos que oprimen a una mayoría silenciada. En realidad, se trata de una gran patraña, pero no por ello deja de ser peligrosa. Cada vez son más quienes compran el disco rayado de que vivimos en la Venezuela europea. Pero la idea queda desmontada desde el momento en que cada año son más los latinoamericanos que emigran desde sus países de origen (El Salvador, Argentina, Honduras, la propia Venezuela, todos ellos amenazados por el fascismo trumpista), en busca del oasis de libertad español. Si la España de Sánchez es una dictadura, ¿cómo puede ser que crezca por días el número de inmigrantes que anhelan una vida mejor en tierras españolas?

Un populista busca representar a una supuesta mayoría silenciada, avivándola para rebelarse en contra de esa supuesta minoría opresora. Y en esa distopía está metido de lleno Alberto Núñez Feijóo. Simplificación del mensaje hasta convertirlo en un producto para idiotas, soluciones fáciles a problemas complejos, antielitismo, caudillismo, discurso antidemocrático, deslegitimación del adversario (ya van siete manifestaciones desde que el PSOE llegó al poder, más las que quedan), verborrea agresiva y hasta guerracivilista, maniqueísmo (la política en términos del bien contra el mal) y movilización de masas sin ton ni son, son rasgos que Feijóo está copiando de Vox, el partido que amanaza con enviarlo al vertedero de la historia.

Ayer, durante la manifestación, Feijóo denunció que la corrupción que rodea al Gobierno y al PSOE no es un “error puntual”, y recalcó que “el sanchismo está en la cárcel y tiene que salir del Gobierno”. Una inmensa contradicción o sarcasmo viniendo del dirigente de un partido condenado por corrupción y con treinta causas aún pendiente. Si el sanchismo es corrupción política, económica, institucional, social y moral, como dice él, ¿qué es entonces el PP donde su cúpula casi al completo terminó manchada por asuntos turbios como Gürtel, Púnica, Lezo, Bárcenas, Kitchen y Villarejo, entre otras innumerables causas? “¿Mafia o democracia?”, rezaba el lema de la protesta de ayer convocada en el Templo de Debod de Madrid, a la que se sumaron alrededor de 40.000 personas, según fuentes de la Delegación del Gobierno. Así es como el populismo retuerce la verdad, generando un mundo al revés de realidades sociales. La alusión a la mafia de la izquierda es un clásico que forma parte ya del lenguaje ultraderechista trumpizado. Hoy mismo, Fernández Díaz, el ministro de Rajoy bajo cuyo mandato funcionó la trama de espionaje a políticos (operación Kitchen), publica un artículo en La Razón bajo el título Mafia o democracia. El cinismo al poder, a eso hemos llegado. Aunque, bien mirado, en este caso el articulista sabe bien de lo que habla como experto en la materia.

Al PSOE y sus votantes, Feijóo les ha pedido que no consientan que sus siglas se manchen con el sanchismo y a Sumar le ha avisado de que los socialistas tienen “un juguete nuevo, independentista, republicano y que no quiere hablar el lenguaje común”, en alusión a ERC. Una vez más, Feijóo exigió elecciones y se dirigió a todos los partidos del arco parlamentario para que se enfrenten al Gobierno de Pedro Sánchez, especialmente al PNV y Junts, a los que ha preguntado: “¿Hasta dónde vais a seguir tragando para proteger lo vuestro?”. Y este era el hombre moderado que venía, no para insultar, sino para resolver los problemas del país. El populismo era esto.

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