El PSOE ya baraja nombres para el "postsanchismo"

El crecimiento de Vox en Extremadura (duplicando votos y escaños) refuerza la idea de que al sanchismo ya no le vale el manido eslogan de “que viene la extrema derecha”, del que ha vivido en los últimos años

23 de Diciembre de 2025
Actualizado a la 13:34h
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Carlos Cuerpo, ministro de Economía del Gobierno España
Carlos Cuerpo, Ministro de Economía, Comercio y Empresa de España

El término “postsanchismo” empieza a circular con fuerza en las antenas mediáticas de la caverna tras el serio revés de Extremadura. Gallardo era el candidato de Sánchez, la cara del presidente del Gobierno en las urnas, y peor no le ha podido salir la apuesta a Moncloa. No lo dicen solo los analistas, lo dicen fuentes del propio PSOE. Ha sido un error monumental, primero porque Gallardo no tenía el suficiente tirón electoral (su falta de carisma salta a la vista) y en segundo lugar porque concurría a las elecciones en calidad de imputado en el proceso judicial por la adjudicación de una plaza de músico en la Diputación de Badajoz al hermano de Sánchez, una lacra que marcó toda la campaña y que desmovilizó al votante progresista, generando el rechazo en parte del electorado de izquierdas.

El PSOE extremeño firmó su peor resultado histórico, perdiendo diez escaños y quedando muy lejos de poder gobernar. Lo que viene a corto plazo tras el descalabro socialista extremeño resulta desolador: nuevos batacazos en las regionales de Aragón, Andalucía y Castilla León. Todo esto lleva a los sectores críticos de Ferraz a sugerir que el liderazgo de Pedro Sánchez entra en fase de desgaste. Lo de Extremadura (uno de los feudos históricos del partido) ha sido un golpe especialmente duro, pero lo que está por llegar es una depresión profunda. Y no sobreviene de improviso la catástrofe socialista. En 2023, ya hubo un primer aviso y no se hizo nada para remontar en las encuestas de cara a las decisivas elecciones regionales. Las federaciones y cargos intermedios apuntan a que la campaña diseñada desde Moncloa ha sido un error y que los cameos del presidente en algún que otro mítin han perjudicado más que ayudado. Además, periodistas cercanos al análisis político hablan de un temor real a que el PSOE quede desfondado si no corrige rumbo, especialmente tras los últimos escándalos de corrupción y la pérdida de credibilidad en algunos territorios.

Entramos, por tanto, en el tiempo del “postsanchismo” y ya se barajan nombres que suenan como posibles sustitutos. El de Carlos Cuerpo, ministro de Economía, empieza a escucharse con fuerza como relevo en un escenario de transición. A su favor juega una hoja de servicios intachable (los datos macro como el crecimiento del PIB siguen en una línea ascendente) y en su contra está que es un independiente, no un hombre de pedigrí socialista. Es decir, perfil técnico, moderado y con buena imagen interna.

Óscar Puente, ministro de Transportes, también está en las quinielas. Figura muy mediática y con fuerte presencia pública, ha firmado una buena gestión durante la dana de Valencia, donde consiguió reconstruir las infraestructuras dañadas por la riada en tiempo récord. Su perfil de gestor está fuera de toda dura. Su dominio de las redes sociales (antológicos sus zascas en X) y su talante antifa gustan al sector más izquierdista y cafetero del PSOE, incluso a votantes de otros partidos de las confluencias. Sin embargo, a la parte moderada socialista tanta beligerancia y tanto lenguaje guerracivilista le provoca algo de alergia. Su hooliganismo es un hándicap para un político que, sin duda, ha demostrado inteligencia y capacidad de trabajo en un escenario tan complicado como el de la dana de Valencia.

Félix Bolaños, ministro de Presidencia, también aparece como uno de los nombres destacados en la lista de posibles sustitutos. Es uno de los hombres fuertes del sanchismo, pero también podría pilotar una transición. En su contra juega que rezuma cierto aroma a continuismo sanchista, lo cual puede ser una pesada losa en unos hipotéticos comicios. Algo parecido le ocurre a María Jesús Montero (actual vicepresidenta del Gobierno de coalición). Cuenta con peso específico orgánico y experiencia, es hábil con la gestión de los números de la Economía y se desenvuelve bien en el cuerpo a cuerpo parlamentario. Sin embargo, al igual que le ocurre a Bolaños, le lastra haber sido mano derecha de Sánchez en el Consejo de Ministros. Algunos van más lejos al asegurar que la pierde su exceso de fervor por el jefe, es decir, haber sido una palmera del presidente.

En ese contexto de convulsión para el PSOE emerge la figura de José Luis Rodríguez Zapatero. Algunos medios han sacado su nombre a relucir en clave especulativa. Se ha filtrado un posible “retorno” del expresidente como figura de consenso temporal. No es la opción más probable, pero sí aparece en el debate. De cualquier manera, lo tiene complicado tras aparecer su nombre como posible implicado en el rescate de la compañía aérea Plus Ultra. Él niega que esté pensando en volver, pero lo cierto es que se deja querer y parece que tiene “el mono” de la política en primera línea.

Otros posibles candidatos a liderar el PSOE en horas bajas son Nadia Calviño (hoy fuera del Gobierno), Patxi López, Adriana Lastra y Francina Armengol. Apuestas todas ellas arriesgadas y provisionales que dan a entender la falta de liderazgos sólidos en el partido. 

En cualquier caso, el candidato que llegue tendrá que venir con ideas seductoras en la carpeta. Ideas de izquierdas para reforzar el Estado de bienestar y contrarrestar el influjo de la antipolítica y el populismo. El crecimiento de Vox (duplicando votos y escaños) confirma la idea de que al sanchismo ya no le vale el manido eslogan de “que viene la extrema derecha”, del que ha vivido en los últimos años. Si algo viene a demostrar el descalabro de Extremadura es que al votante ya no le dan miedo los cuentos sobre feroces ultras. Y no solo porque cada vez más ciudadanos tienen la percepción equivocada de que Vox está gobernando en no pocas comunidades autónomas y ni el país se ha ido a la ruina ni ha estallado otra guerra civil. El votante de hoy, volátil y desideologizado, exige soluciones a los problemas de la nación. El espacio político se está reconfigurando hacia los extremos y dejan al PSOE en una posición incómoda para reconstruir mayorías.

¿Significa todo este panorama que nos encontramos ante el final del sanchismo? No necesariamente. Los resultados en unos comicios regionales nunca son extrapolables a la política nacional, pero sí sirven de indicador y aviso a navegantes. Lo que sí se puede dar por hecho es que habrá un antes y un después tras la cita de Extremadura. El liderazgo de Sánchez será cuestionado con más fuerza desde dentro y los barones territoriales recuperarán la voz. El PSOE tendrá que decidir si dobla la apuesta por la estrategia actual o si inicia una transición interna. El “postsanchismo” no es un hecho consumado, pero Extremadura ha encendido todas las alarmas.

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