Los socios de coalición han dado un ultimátum a Pedro Sánchez. O toma medidas contra la corrupción, hace cambios profundos en el Consejo de Ministros y se pone las pilas con el programa social o se acabó. Fin. Iremos a elecciones anticipadas. Pese al órdago, el presidente del Gobierno mantiene una extraña actitud serena y tranquila, asegurando que piensa agotar la legislatura como si la cosa no fuese con él. ¿Ha tirado la toalla definitivamente, vive al margen de la realidad afectado ya por el hechizo del síndrome de la soledad de Moncloa o es un mago en el manejo de los tiempos fundamental en política? Lo sabremos muy pronto, en cuanto haga el siguiente movimiento, en cuanto se compruebe si corta cabezas en el PSOE corrupto y machirulo, enfundándose el traje de hombre de izquierdas para darle el necesario giro progresista al proyecto (impulsando un ambicioso plan de vivienda, por ejemplo), u opta por continuar tirando un poco más sin cambiar nada, lo cual sería un suicidio político.
Cada día que pasa es más evidente que el líder socialista está en el alambre. Tras las últimas declaraciones de Yolanda Díaz (“no podemos seguir así, se acabó la reflexión, es momento de tomar medidas”), la coalición PSOE–Sumar atraviesa una crisis seria. La más profunda desde que se inició la aventura de la coalición. La reunión entre ambas partes celebrada el viernes no logró avances concretos y varios dirigentes de Sumar advirtieron de que incluso el acuerdo de investidura está “en riesgo”. La entrevista duró menos de dos horas (un tiempo escaso para la trascendentalidad de lo que se estaba jugando) y se celebró en el Congreso de los Diputados. Por el PSOE estuvo Rebeca Torró (secretaria de Organización) y Borja Cabezón. Por Sumar, representantes de IU, Más Madrid, Comunes y Movimiento Sumar. Los líderes no acudieron, lo cual da una idea de lo mal que están las relaciones. Los casos Ábalos y Cerdán han indignado a la izquierda real, que si ha aguantado en el Consejo de Ministros ha sido única y exclusivamente para evitar el avance de la extrema derecha en España. La lección de responsabilidad política de Sumar e Izquierda Unida, más las otras formaciones que como Esquerra han apoyado el proyecto progresista desde fuera, pasará a la historia. Por el contrario, Sánchez no parece que esté a la altura del momento histórico ante el que nos encontramos. Está obligado a aceptar las exigencias de sus socios (limpieza de la corrupción y de los casos de abuso sexual, regeneración democrática y políticas audaces de izquierdas), y cualquier actitud que no sea atender esas peticiones lo conducirá directamente a la oposición (quizá también a un descalabro del PSOE en las elecciones anticipadas más que probables).
El momento es dramático. Sin embargo, en la reunión del viernes no hubo compromisos ni avances sustanciales. Sumar denunció que solo recibieron “buenas palabras” y que la actitud del PSOE es “inmovilista”. Sánchez se ha bunkerizado. Sumar considera que los socialistas no responden a sus demandas de cambios internos. Los casos de corrupción dañan cada día la imagen del Ejecutivo. Y aunque hasta la fecha no se ha demostrado la financiación ilegal del partido, línea roja que las formaciones políticas a la izquierda del PSOE han establecido para seguir prestando su apoyo, nadie está en condiciones de asegurar que mañana no estallará el escándalo definitivo y letal sobre los ingresos ocultos del partido socialista. Rufián lo ha dejado muy claro: dejará caer al Gobierno si se demuestra que hubo una caja B del partido. “No nos obliguen a elegir entre corrupción cutre y corrupción premium”.
Mientras tanto, la izquierda española se fractura: Podemos, aunque fuera del núcleo de la coalición, ha calificado la reunión de “paripé” y afirma que el Gobierno “está muerto”. La crisis es la más seria desde el inicio de la legislatura y la estabilidad del Ejecutivo progresista está cuestionada. El Gobierno de coalición no está roto todavía, pero sí debilitado.
Fuentes de Sumar han calificado de “útil” la reunión que mantuvieron a principios de esta semana Pedro Sánchez y la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, en la que esta volvió a pedir una remodelación del Ejecutivo, pero no concretan si hubo acuerdos sobre algún asunto. Las mismas fuentes explican que Díaz trasladó a Sánchez su preocupación ante la “gravedad” del momento y le planteó su propuesta para relanzar la legislatura, incluyendo la remodelación de Gobierno que la vicepresidenta pidió públicamente el pasado viernes y que el propio presidente descartó el lunes.
Además, la vicepresidenta instó a Sánchez a dar un impulso a la agenda social del Gobierno con medidas concretas, sobre todo en el ámbito de la vivienda y la prórroga de los contratos de alquiler que vencen el próximo 31 de diciembre. Ese primer contacto siguió con una segunda “cumbre”, la del viernes, que ha resultado ser de perfil bajo y decepcionante. El tiempo pasa y Sánchez no mueve ficha. El magma sigue agitándose bajo el volcán y puede estallar en cualquier momento.
La de este viernes ha sido la segunda reunión que mantienen ambos partidos para evaluar y diagnosticar el estado del acuerdo de legislatura entre ambas formaciones. La primera tuvo lugar en julio, en el Congreso, tras la entrada en prisión del exsecretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, por su implicación en el caso Koldo, y a ella acudieron varios ministros de ambas partes del Gobierno.
