Juristas de reconocido prestigio y medios de comunicación llevan tiempo criticando los autos y resoluciones judiciales del juez Peinado, por lo visto aficionado a trufar sus escritos con opiniones personales demasiado subjetivas. Un magistrado debería atenerse a los hechos puros y duros, asépticamente, pero al instructor del caso Begoña Gómez le gusta dejarse llevar por la imaginación/elucubración y marcar su impronta literaria. Estamos ante uno de los grandes males de la Justicia española: la fabulación mordaz, el estilo editorialista con cierta tendencia política. El sensacionalismo o amarillismo que lo invade todo.
Está claro que, con sus novelas de aventuras, Arturo Pérez Reverte, don Arturo, como se conoce al escritor cartagenero en los foros ultras, está haciendo mucho daño a un cierto sector de nuestra judicatura, que lo idolatra como si se tratara del nuevo Benito Pérez Galdós. Cada vez son más los togados que, imbuidos por el espíritu del narrador, juegan a ser novelistas más que técnicos en Derecho. Y en esa escuela de incipientes prosistas podría encuadrarse a Peinado. El juez que pretende sentar en el banquillo de los acusados a la esposa del presidente del Gobierno ha decidido explorar el territorio de la novela psicológica, del nuevo periodismo, donde se especula con el interior de los personajes, su conciencia, sus motivaciones, las circunstancias que los conducen al drama. Peinado ya no redacta sumarios, sino historias negras en plan Crimen y castigo o A sangre fría.
Es el caso de su último auto, donde ironiza sobre la figura de Pedro Sánchez, según informa El Confidencial. El magistrado alude a los bandazos políticos del jefe del Ejecutivo y advierte: “Puede cambiar de opinión en cualquier momento”. Gran sentencia lapidaria con un puntito satírico, hay que reconocerlo. Peinado incluye esta reflexión después de rechazar la posibilidad de interrogarle de nuevo porque ya lo hizo en el pasado y el premier se negó a contestar a las preguntas. ¿Sabe el instructor que el inquilino de Moncloa va a cambiar de opinión como otras veces? No, lo intuye, se lo inventa, utiliza esa frase teñida de subjetivismo. Ficciona y de paso se mofa un tanto del tótem del sanchismo, ya que está haciendo una parodia o crítica política, seguramente sobre aquel histórico momento en el que el propio Sánchez pactó la gobernabilidad con Puigdemont y hasta lo amnistió después de haber prometido que lo llevaría preso ante la Justicia si era presidente del Gobierno. “No mentí, cambié de opinión por el bien de España”, reconoció el dirigente socialista. Esa espinita indepe la tenía clavada en lo más hondo del corazón el juez Peinado y ahora se la ha sacado.
Son numerosos los casos en los que el juez del caso Begoña se ha alejado del lenguaje técnico/jurídico para adentrarse de lleno en el periodismo literario. Así, tras acudir a Moncloa para interrogar a Sánchez redactó una providencia en la que concluyó sin despeinarse, nunca mejor dicho, que se podían “sacar conclusiones” del “silencio” del presidente por haberse acogido a su derecho a no declarar como testigo contra su esposa. Esta frase ha sido ampliamente criticada por su tono subjetivo y por insinuar culpabilidad sin base jurídica. La Fiscalía se opuso a que se compartiera la grabación del interrogatorio, considerando que no tenía valor probatorio. Sin embargo, el vídeo se filtró a la prensa y circuló por toda España. Curiosamente, nadie abrió diligencias por revelación de secretos, como sí se ha hecho con el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, procesado por la filtración del expediente tributario sobre los delitos fiscales del novio de la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.
Pero hay más frases de dudosa rigurosidad jurídica como: “El origen de los hechos delictivos son las acciones de Begoña Gómez derivadas de su relación de parentesco con el actual presidente del Gobierno (…) Sin ese vínculo difícilmente podrían haber puesto en práctica esas conductas”, otra interpretación subjetiva para implicar también a Sánchez en el supuesto tráfico de influencias por la organización de un máster para la Universidad Complutense de Madrid. En cierta forma, el instructor vino a decir que culpable ella, culpable él. Viva el método científico.
En otra ocasión, Peinado cargó de manera llamativa contra el ministro de Presidencia y Justicia, Félix Bolaños, al asegurar que su actitud fue “totalmente proterva” cuando lo llamó para declarar. Según el diccionario de la RAE, este término significa “perverso, obstinado en la maldad”. Otra consideración personal que quizá sobraba (de hecho, el tribunal de instancia superior le dijo que no era necesario imputar al ministro) y que vino a demostrar cierta inquina con el interrogado.
A Peinado se le atribuyen “excentricidades” en la instrucción y algunos medios como El País le han afeado su pluma algo farragosa y oscura a la hora de redactar sus resoluciones. Así, en un artículo firmado por Álex Grijelmo bajo el título Juan Carlos Peinado, un juez que no escribe bien, se asegura que es “difícil entender que alguien con esas carencias haya llegado a magistrado del Juzgado de Instrucción número 41 de Madrid”. Y añade: “Desconoce los usos de las mayúsculas, de la puntuación, las concordancias, la oportunidad de los gerundios, la relación entre oraciones, el hilo narrativo. El lenguaje claro no va con él”. Por ahí, su señoría tiene que mejorar el estilo si quiere triunfar en el hard boiled. Ánimo que en una de estas le dan el Planeta, como a Juan del Val.
