La invasión silenciosa de los ultraprocesados: el mayor experimento global que amenaza nuestra salud

Un estudio revela que los ultraprocesados ya dominan nuestras dietas y aumentan el riesgo de múltiples enfermedades, los expertos hablan de una amenaza comparable al tabaco

19 de Noviembre de 2025
Actualizado a la 13:36h
Guardar
La invasión silenciosa de los ultraprocesados: el mayor experimento global que amenaza nuestra salud
La invasión silenciosa de los ultraprocesados: el mayor experimento global que amenaza nuestra salud

Los ultraprocesados han colonizado, sin que apenas lo percibamos, los hogares de medio planeta. Ya no son una categoría marginal de productos industriales, sino un pilar central de los hábitos alimentarios de la mayoría de países, desde los más ricos hasta los de renta media y baja. Y este fenómeno global, según la nueva Serie publicada en The Lancet, no es una simple evolución cultural de la cocina contemporánea: es uno de los mayores motores actuales de enfermedades crónicas, mortalidad prematura y desigualdad social.

La investigación, la más ambiciosa hasta ahora sobre el impacto de los ultraprocesados en la salud humana, parte de una premisa clara: el auge de estos productos está desplazando las dietas tradicionales basadas en alimentos frescos, preparados en casa o con técnicas culinarias sencillas. Lo hace de forma acelerada, silenciosa y con consecuencias profundas.

Durante décadas, la industria alimentaria ha insistido en que “comer es una elección individual” y que “los alimentos son seguros si cumplen la normativa”. Pero los datos que reúne desmontan esa narrativa: la expansión de los ultraprocesados responde a un modelo industrial y económico que prima ingredientes baratos, aditivos cosméticos, durabilidad extrema y diseños hiperpalatables que inducen a comer más y más rápido. Un modelo construido para maximizar beneficios, no para alimentar de manera saludable.

Un patrón que sustituye culturas enteras

El primer pilar del informe es contundente: los ultraprocesados están erosionando tradiciones culinarias y suplantando formas de comer que durante siglos mantuvieron a poblaciones enteras en equilibrio nutricional.

En España, su presencia en las compras del hogar se triplicó en treinta años. En países como Canadá, el Reino Unido o Estados Unidos ya suponen más de la mitad de las calorías diarias. Y en Asia, África y América Latina crecen a ritmos que recuerdan a la expansión inicial del tabaco o de las bebidas azucaradas.

Esto no es casual. La globalización alimentaria ha empujado a las grandes empresas a convertir materias primas baratas —maíz, trigo, soja, aceites refinados, almidones modificados— en una avalancha de productos listos para consumir, embalados en plástico, con sabores intensos y texturas diseñadas en laboratorio.

Dietas más pobres, cuerpos más enfermos

El segundo gran bloque del informe demuestra que este patrón alimentario degrada la dieta en conjunto: más azúcar libre, más grasas saturadas, más calorías, menos fibra, menos minerales y menos vitaminas. Y, sobre todo, menos alimentos frescos.

Pero no es solo una cuestión de “nutrientes”. El problema es sistémico.

Los ultraprocesados incorporan aditivos cosméticos destinados a perfeccionar sabor, color, textura y apariencia. Añaden contaminantes derivados del procesado a alta temperatura. Y se envasan en materiales que liberan sustancias —como ftalatos o bisfenoles— que alteran el sistema endocrino.

Como consecuencia, el consumo elevado de estos productos se relaciona con un mayor riesgo de obesidad, diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, mortalidad por cualquier causa, depresión, enfermedades renales e intestinales, entre otras.

El artículo incluye dos ensayos clínicos reveladores: cuando a dos grupos se les ofrecieron dietas idénticas en calorías, pero uno de ellos basada casi en su totalidad en ultraprocesados, quienes consumieron estos productos comieron entre 500 y 800 calorías más al día sin darse cuenta y ganaron peso en cuestión de días.

Un negocio global que condiciona gobiernos

Si el impacto en la salud ya no deja lugar a dudas, la tercera parte del análisis señala a un actor clave: la industria que produce estos alimentos.

Grandes multinacionales han construido un imperio basado en formulaciones baratas, exportables y extremadamente rentables. Su poder económico les permite, según los autores, influir en regulaciones, retrasar políticas contra la obesidad infantil, financiar estudios que generan duda sobre los daños y colonizar espacios públicos mediante patrocinios y publicidad masiva.

La infancia, la víctima perfecta

UNICEF, en un comentario adjunto, advierte: los niños son el objetivo principal del marketing ultraprocesado. Su cerebro aún no distingue la intención persuasiva; su gusto se moldea fácilmente; su entorno está saturado de marcas, personajes animados, videojuegos y redes sociales.

La agencia lo resume así: “La pregunta ya no es si hay que actuar, sino por qué seguimos esperando”.

Un cambio de rumbo urgente

The Lancet pide políticas contundentes:

  • advertencias frontales en los envases,
  • impuestos a ultraprocesados,
  • restricciones de marketing,
  • regulación estricta en colegios y hospitales,
  • y apoyo económico a alimentos frescos.

La evidencia científica ya está encima de la mesa. La epidemia avanza. Y el experimento que nunca decidimos participar —la sustitución masiva de alimentos reales por productos de laboratorio— está transformando la salud global. El tiempo para reaccionar es ahora.

 

Lo + leído