Escribe el rey emérito en su libro de memorias que “cargos electos” próximos al franquismo estuvieron implicados en el 23F. Es decir, abre la posibilidad a que políticos con el acta de diputado supieran lo que iba a pasar aquel día de 1981. El general Armada pretendía dar un golpe de timón ante la situación crítica por la que atravesaba el país e involucró a Tejero, Milans del Bosch y otros militares y civiles en la asonada. Fue el propio Armada quien preparó un listado con políticos que supuestamente participarían en un Gobierno de concentración nacional con Felipe González como vicepresidente político. Tejero lo rechazó de plano: no había llegado hasta ahí para poner a rojos en el Gobierno, le comunicó a Armada antes de deponer las armas.
Siempre llamó la atención que un grupo de golpistas fascistas eligieran a un socialista como González como futura mano derecha del dictador. No tiene sentido. En una entrevista con Libertad Digital en 2011, tras ser preguntado si se conoce toda la verdad sobre el golpe de Estado, Felipe González respondió: “Todavía queda. Siempre es así históricamente, pero en la medida en que pasa el tiempo… Ahora han aflorado algunas cosas treinta años después y todavía queda”. La declaración sugiere que hay aspectos del tejerazo que siguen sin esclarecerse y que podrían salir a la luz con el paso del tiempo.
El papel de González empezó a ser relevante a partir de 1982, con la gran victoria socialista y la aplastante mayoría absoluta. Poco se sabe sobre sus gestiones en los días previos al golpe ni las que llevó a cabo después para restablecer el orden constitucional. ¿Con quién habló? ¿De qué? ¿Se comunicó con los servicios de inteligencia norteamericanos muy preocupados por la llegada del socialismo a nuestro país tras la muerte de Franco? Algunos historiadores, periodistas y ensayistas han sugerido que Isidoro trabajaba a sueldo para la CIA. Solo hay una cosa cierta: mientras se jugaba el destino del país, Felipe González estuvo en la sombra, manteniendo un discreto papel. Extraño para un hombre que estaba llamado a tomar las riendas del poder, bien como hombre fuerte de un Gobierno de concentración nacional, bien como legítimo ganador de unas elecciones. Se sabe, eso sí, que mantuvo contacto con el entorno del rey, aunque no participó directamente en las negociaciones dentro del Congreso para liberar a los diputados secuestrados.
Ahora bien, la historia nos dice que después de aquella jornada aciaga nació una sólida amistad entre el líder socialista y el rey emérito. El monarca siempre sintió más afinidad con Felipe que con Aznar. Y no es que el jefe del Estado tuviera una ideología socialista. Juan Carlos I siempre ha sido un pragmático. De hecho, en el propio libro de memorias que saldrá pronto a la venta, Reconciliación, se muestra indulgente y hasta afectuoso con Franco, al que siempre vio como un tutor benevolente, casi una figura paternal.
Los únicos líderes que permanecieron de pie frente a los golpistas fueron Adolfo Suárez, Gutiérrez Mellado y Santiago Carrillo. Más tarde, González, como secretario general del PSOE, jugó un papel clave en la defensa institucional y en el fortalecimiento del sistema democrático. Como figura central de la Transición, Felipe ha estado vinculado a informaciones reservadas y contactos diplomáticos que podrían arrojar luz sobre el 23F: el papel del general Alfonso Armada y otros militares implicados; las maniobras del rey Juan Carlos I para frenar el golpe; las tensiones internas en el Ejército y los servicios de inteligencia. Pero extrañamente nunca ha aportado información crucial, y eso que estuvo en el epicentro del terremoto militar y político que se gestó en aquellos días. Lo que está claro es que Felipe sabe mucho más de lo que ha contado a lo largo de su dilatada carrera política.
La Fundación Felipe González conserva una grabación de la retransmisión de la Cadena SER durante el golpe, que incluye declaraciones de varios protagonistas, entre ellos el propio González. Él mismo ha dejado claro que el 23F aún guarda “secretos”, y que la historia oficial podría ser incompleta. Es una figura clave para entender el contexto y las consecuencias del golpe, una figura clave que guarda un celoso silencio casi sepulcral, como si él solo pasara por allí. Jamás ha revelado cuál fue su papel en aquellas horas agónicas.
Que Felipe González figurara como posible vicepresidente en el “Gobierno de concentración nacional” del general Alfonso Armada es uno de los grandes enigmas de aquel episodio traumático de nuestra historia. Armada intentó convencer a Tejero de que no se trataba de un golpe militar clásico, sino de una “operación De Gaulle” para formar un gobierno de unidad nacional que estabilizara el país. El plan incluía figuras relevantes de todos los partidos, con el objetivo de presentar una imagen de consenso. Según testimonios recogidos por la médico del Congreso, Carmen Echave, que escuchó la conversación privada entre Armada y Tejero, la lista de nombres para ese Gobierno de concentración incluía, además de a Felipe como vicepresidente, a Manuel Fraga, el líder fuerte de AP y exministro de Franco. Había gente de la UCD, del PSOE, de AP y de otros partidos.
Tejero rechazó la propuesta de Armada porque no aceptaba incluir políticos en el gobierno, especialmente de izquierdas. El plan fue visto como una traición incluso dentro del entorno golpista. La versión oficial dice que el rey Juan Carlos I, al enterarse, desautorizó a Armada, lo que precipitó el fracaso del golpe. Supuestamente, el nombre de Felipe González fue incluido por Armada como parte de una estrategia para dar legitimidad democrática al intento golpista. Los militares implicados decidieron implicar a políticos como parte de la estrategia. ¿Sabía González que estaba en la lista? ¿Lo consintió? En entrevistas posteriores, el expresidente del Gobierno que hoy ataca con fuerza a quienes pretenden dar por superado el Régimen del 78 ha afirmado que no conocía los detalles del golpe antes de que se produjera, pero ha dejado entrever que hay aspectos que aún no se han desclasificado o aclarado completamente. Su versión siempre ha sido que su inclusión en la famosa lista fue una maniobra unilateral de los golpistas para que pudiera prosperar el golpe de timón. En 2021, González dijo que, sin el rey Juan Carlos, el golpe habría triunfado. También ha asegurado que el 23F fue “el último coletazo del monstruo de la dictadura que no quería aceptar la democracia”. Pero siempre nos quedará la duda de qué es lo que Felipe ha decidido llevarse consigo a la tumba.
