La estrategia de Ayuso hunde a Feijóo

La disparatada posición del PP ante el genocidio de Gaza pasa factura al partido mientras Pedro Sánchez resiste pese a los supuestos casos de corrupción

06 de Octubre de 2025
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Feijóo y Ayuso, las dos cabezas visibles de la derecha española, en una imagen de archivo.
Feijóo y Ayuso, las dos cabezas visibles de la derecha española, en una imagen de archivo.

Las recientes encuestas que sitúan al PSOE a poco más de un punto del PP en intención de voto vienen a demostrar lo errática y tortuosa que está siendo la estrategia política de Alberto Núñez Feijóo. Es evidente que las decisiones que ha tomado últimamente el presidente popular (escoramiento del partido hacia la extrema derecha, remodelación de los cuadros directivos recuperando a los perfiles más duros y bloqueo sistemático a cualquier actuación del Gobierno de coalición, aunque sea a costa de perjudicar los intereses del país, entre otras muchas) no están funcionando como se esperaban. Y la conclusión es que prosigue la sangría y fuga de votos hacia Vox.

A estas alturas del partido, con los juzgados llenos de casos de supuesta corrupción del PSOE (algunos de ellos sospechosos de cierto tufillo a lawfare), el socialismo tendría que estar entregado y enarbolando la bandera blanca y Feijóo cantando el alirón. No es así. En buena medida, si Feijóo no ha logrado sus objetivos políticos es porque hay un personaje que le pone palos en las ruedas, zancadillas y puntapiés todo el rato: Isabel Díaz Ayuso. A la lideresa castiza le va muy bien con sus bulos y política basura en Madrid, pero a costa de arruinar la estrategia de su formación en el resto de España. Madrid no es España dentro de España, tal como dijo Ayuso en cierta ocasión. Madrid es solo una comunidad autónoma más entre 17, un territorio con sus particularidades e idiosincrasias que no necesariamente tienen que reflejar la realidad del resto del país.

Así se está demostrando estos días de manifestaciones y convulsiones sociales a causa del genocidio de Gaza. Más del ochenta por ciento de la población española cree que allí se está cometiendo un crimen contra la humanidad de proporciones inmensas como no se había visto desde la Segunda Guerra Mundial. Y, sin embargo, Feijóo no ha sabido analizar correctamente la tendencia del momento. Es más, ni siquiera la ha olido. Lejos de aceptar la verdad incontestable del genocidio, él ha mantenido una posición ambigua, algo desnortada, limitándose a practicar juegos de palabras, eufemismos y circunloquios para no tener que admitir lo que está viendo todo el mundo: el exterminio sistemático y programado del pueblo gazatí con tintes de holocausto. Feijóo ha preferido hablar de masacre y no de genocidio mientras un huracán de indignación popular se estaba gestando sobre su cabeza. Y no ha querido ver la realidad por dos motivos: uno, para no perder terreno respecto a Vox, disparado en las encuestas; y dos, para no confrontar con Ayuso, que claramente se ha destacado por la defensa del sionismo internacional, ninguneando los 65.000 muertos palestinos producto del terrorismo de Estado practicado por el Gobierno judío.

La presidenta ha intentado convertir un horror que revuelve las tripas de cualquier persona de bien en una cuestión electoral, cuando no en una caricatura. Su intento de hacer pasar el simbólico y heroico viaje de la Flotilla a Palestina en una “batucada” bilduetarra, una expedición de turismo de la izquierda española subvencionada por Sánchez y por Hamás, quedará para la posteridad como una de las mayores infamias que se han escuchado nunca. Una vergüenza que resonará durante siglos y que manchará también, irremediablemente, a Alberto Núñez Feijóo. Mientras más de 20.000 niños eran asesinados, miles de ellos mutilados, la frívola y cachonda Ayuso se dedicaba a soltar malos chascarrillos sobre el genocidio. Y aún se pregunta Feijóo por qué se le desploma el partido en las encuestas.

Todo esto está sucediendo cuando ya solo estamos a dos años para las elecciones, quizá menos, ya que Pedro Sánchez podría jugárselo a todo o nada, aprovechar la ola progresista que vuelve con fuerza empujada por el asco de la opinión pública ante los crímenes de Netanyahu, y convocar elecciones anticipadas. Estamos por tanto ante un escenario muy similar a las movilizaciones por el “No a la guerra” de 2003. Conviene no olvidar que la tumba política de Aznar fue Irak como ahora puede serlo también Palestina para Feijóo. La historia se repite, pero el Partido Popular no se da por enterado ni aprende de los errores del pasado. Con más de media España echándose a la calle –ya concienciada y proactiva contra las atrocidades del Estado hebreo–, tomarse el fenómeno sociológico palestino a broma, como se lo toma el actual equipo directivo de Génova 13, es poco menos que un suicidio político. La encrucijada se antoja histórica como pocas y lejos de hacer una lectura sensata y racional de los hechos, el PP se abraza al famoso juego de palabras del “Me gusta la fruta”, esa infame campaña de propaganda inventada por Ayuso y su asesor MAR para insultar y mentarle la madre (impunemente y sin que haya consecuencias) al presidente del Gobierno. El problema es que la fruta empieza a indigestársele a la frutera madrileña, acidez estomacal, ya que cada vez son más los ciudadanos que se plantan el pin de la sandía (otra fruta también, pero con los colores rojo, blanco, verde y negro de la bandera palestina) en la solapa. La “revolución de la sandía” se extiende como un reguero de pólvora cada día que pasa, mientras Feijóo sigue entregado al trumpismo castizo, que él traga a la fuerza como si se tratara de una ración de callos a la madrileña ya caducada.

Feijóo está tan secuestrado por Ayuso y sus postulados radicales cuasifalangistas como lo están los tripulantes de la Flotilla retenidos por Israel. En los últimos años, el líder del PP ha tenido que decidir entre contemporizar con la línea dura que representan la lideresa y Vox o reafirmar su perfil centrista para aspirar a la presidencia del Gobierno. Optó por lo primero. Y ese camino le está conduciendo al desastre. Sánchez, con una gestión económica saneada, tal como confirman los informes de los organismos internacionales, las agencias de calificación y hasta los periódicos anglosajones conservadores como el Financial Times, ha sabido ver la coyuntura y, ya convencido de que lo de Gaza puede ser el 11M de Feijóo, se aferra a la bandera palestina como a un clavo ardiendo. Lejos de la imagen de diva triunfadora que nos habían vendido, Ayuso es un lastre para el PP. Acabará hundiendo al gallego. Y si no al tiempo.

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