Ayuso invoca el “humanismo” mientras ataca al Estado de Derecho que dice defender

La presidenta madrileña convierte un foro empresarial en un mitin político contra el Gobierno y la universidad pública, tergiversando el sentido del humanismo y de la libertad que asegura proteger

08 de Octubre de 2025
Actualizado a las 18:01h
Guardar
Ayuso invoca el “humanismo” mientras ataca al Estado de Derecho que dice defender
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, hoy, en el II Foro Líderes con Propósito organizado por Vocento.

En el II Foro Líderes con Propósito, organizado por Vocento, Isabel Díaz Ayuso volvió a utilizar un espacio institucional para desplegar su discurso más ideológico. Bajo la apariencia de una defensa del “humanismo”, la presidenta madrileña arremetió contra el Gobierno, las universidades públicas y hasta la Constitución que asegura salvaguardar. Un discurso plagado de contradicciones que conviene analizar punto por punto.

El humanismo no es patrimonio de nadie

Ayuso inició su intervención apelando a la “herencia humanista” de Grecia, Roma y la tradición judeocristiana. Sin embargo, su interpretación reduce el humanismo —corriente que sitúa al ser humano en el centro del conocimiento y la ética— a un simple argumento político. El humanismo no es una ideología conservadora, ni se opone al progreso social, ni puede utilizarse para justificar políticas que aumentan la desigualdad. La defensa de la libertad y de la dignidad humana implica, precisamente, garantizar la educación pública, la sanidad universal y el acceso igualitario a los derechos básicos.

Si algo caracteriza al pensamiento humanista es su confianza en la razón, la ciencia y la cultura como herramientas de emancipación. Y son precisamente esas áreas las que su gobierno ha debilitado con recortes y privatizaciones.

Una confusión interesada

La presidenta afirmó que “en la España de hoy, cada medida parece diseñada para socavar la seguridad jurídica y la separación de poderes”. Sin embargo, fue su propio Ejecutivo quien desobedeció sentencias judiciales en materia de vivienda y educación. La seguridad jurídica no se defiende a golpe de titulares, sino cumpliendo las resoluciones judiciales y garantizando la igualdad ante la ley.

Resulta paradójico escuchar a Ayuso invocar el “Estado de Derecho” mientras acusa sin pruebas a las instituciones legítimas del país de actuar por intereses partidistas. Ese tipo de discurso no fortalece la democracia; la erosiona.

Ataques infundados a la educación pública

Ayuso denunció que el Gobierno “ataca a las universidades privadas” mediante un real decreto que, según ella, vulnera la libertad educativa. En realidad, la norma solo busca reforzar la calidad y transparencia del sistema universitario, evitando la proliferación de títulos sin garantía académica. No se prohíbe la iniciativa privada, sino que se establecen estándares mínimos que protejan al alumnado y al prestigio del sistema educativo.

El humanismo, que ella invoca, nació precisamente en las universidades públicas del Renacimiento. La libertad de enseñanza no puede confundirse con la ausencia de control ni con la mercantilización del conocimiento.

La “persecución” a periodistas

Otra de las afirmaciones de la presidenta fue que el periodismo vive bajo “censura, persecución y señalamiento”. Pero no aportó ejemplos ni pruebas. Lo que sí es verificable es la concentración mediática en manos de grandes grupos empresariales —como el propio organizador del foro— y la falta de apoyo a medios públicos independientes.

En lugar de hablar de censura, sería más útil abordar la precariedad laboral que sufren los profesionales de la información, o la falta de pluralidad que se deriva de la publicidad institucional repartida según criterios políticos. Eso, y no un supuesto “régimen censor”, es lo que de verdad amenaza la libertad de prensa.

Ayuso también aseguró que la Comunidad de Madrid está siendo “perjudicada” por las decisiones del Gobierno central y que por eso recurrirá el decreto de universidades ante el Tribunal Supremo. Sin embargo, Madrid no está siendo castigada: se le exige cumplir las mismas normas que al resto.

Convertir cada desacuerdo político en una supuesta agresión a la región es una estrategia retórica, no una defensa del Estado de Derecho. La presidenta olvida que la Constitución establece la cooperación entre administraciones, no la confrontación permanente.

Libertad sí, pero para todos

El discurso de Ayuso suele girar en torno a una idea de “libertad” entendida como ausencia de regulación. Pero la libertad no es un privilegio individual frente al Estado: es la posibilidad real de vivir con dignidad, de acceder a un empleo, a la vivienda o a una educación sin discriminación.

Cuando se reduce la libertad a un eslogan económico, se excluye a quienes no pueden ejercerla. Y eso no es humanismo: es neoliberalismo disfrazado de virtud moral.

Ayuso terminó su intervención hablando de la “soledad”, de la “crisis de la familia” y de la “salud mental”. Sin embargo, su Gobierno ha recortado programas sociales, cerrado centros de salud y privatizado servicios esenciales. La contradicción es evidente: no se puede hablar de humanismo cuando se anteponen los intereses privados al bienestar colectivo.

Madrid no es un “pulmón económico” porque se baje impuestos a los más ricos, sino porque la sostienen los trabajadores y trabajadoras que pagan sus cotizaciones y mantienen los servicios públicos. Esa es la verdadera dignidad de la que el humanismo habla.

El discurso de Ayuso en el foro empresarial fue una construcción ideológica envuelta en retórica humanista. Recurrió a conceptos como “libertad”, “Estado de Derecho” o “dignidad” para atacar al Gobierno central y defender los privilegios del mercado. Pero la realidad es que sus políticas contradicen esas mismas palabras.

El humanismo que dice defender no se mide por la oratoria, sino por los hechos: por cómo se gobierna, a quién se protege y qué se prioriza. Y en ese terreno, los datos y las decisiones demuestran que la presidenta madrileña utiliza el lenguaje de los valores para justificar un modelo de desigualdad.

En definitiva, Ayuso no reivindica el humanismo: lo instrumentaliza. Y lo hace, precisamente, contra los principios que lo sostienen.

Lo + leído