Pilar Velasco, periodista de reconocido prestigio, participó en el programa 120 Minutos de Telemadrid, conducido por María Rey, para analizar la última polémica mediática en torno a una supuesta reunión entre Pedro Sánchez y Arnaldo Otegi. Su intervención, lejos del ruido partidista, se centró en la raíz del problema: la deriva del periodismo en un contexto de polarización extrema y la creciente utilización de la prensa como arma de desgaste político.
Desde el inicio Velasco planteó un punto fundamental: el relato publicado sobre la reunión no encaja con los datos que, según ella, manejan quienes han investigado el asunto. Explicó que hay “versiones distintas”, que la información “no parece sólida” y que la propia desmentida de Otegi —que habría estado presente en la reunión que se describe— resulta relevante. No porque Otegi sea una fuente indiscutible, sino porque, aun con las diferencias políticas conocidas, su testimonio contradice el relato difundido.
Ls construcción de una noticia falsa
Velasco subrayó que la cuestión de fondo no es si hubo un encuentro, sino cómo se ha construido el relato. Advirtió de que algunos medios han publicado titulares sin realizar las comprobaciones necesarias, otorgando credibilidad a fuentes sin verificar y elevando a categoría de hecho lo que, como mínimo, debería tratarse con cautela. Para la periodista, esto refleja un problema viejo en la profesión, pero agravado en el clima actual: la ausencia de un mínimo de corporativismo que permita reaccionar ante informaciones que no están sólidamente contrastadas.
Durante la conversación con María Rey, Pilar Velasco recordó que el sector periodístico ha vivido históricamente guerras abiertas entre medios, enfrentamientos entre redacciones y una tendencia a utilizar titulares como munición política. Sin embargo, alertó de que en el escenario actual esa dinámica se ha intensificado hasta un punto preocupante: hoy las presiones no solo llegan desde los partidos o desde las instituciones, sino también desde periodistas contra periodistas, creando un ambiente de hostilidad interna que debilita el oficio.
El sindicato del crímen
Uno de los momentos más contundentes de su intervención llegó cuando rechazó con firmeza las presiones que determinados cargos públicos han ejercido sobre profesionales de la información, recordando episodios pasados en los que periodistas fueron llevados a los tribunales o señalados desde cargos institucionales. Velasco puso un ejemplo que conoce de primera mano: cómo en legislaturas anteriores, cuando un ministro señalaba a un redactor, este podía acabar perdiendo su puesto. Por eso insistió en que la profesión debe protegerse mutuamente y preservar el secreto profesional sin excepciones.
Su crítica más dura fue dirigida al Tribunal Supremo por el trato dado a los periodistas que declararon como testigos en la investigación sobre filtraciones. Calificó de “reprochable” y “fuera de lugar” que un magistrado insinuase que un periodista estaba “amenazando” al tribunal simplemente por negarse a revelar su fuente. Velasco recordó que este derecho está blindado por la Constitución y que la función del juez debería terminar cuando el profesional reafirma que no va a revelar identidades, independientemente del contexto de la investigación.
El papel de los periodistas
Aunque otros tertulianos plantearon que algunas expresiones en los interrogatorios pueden malinterpretarse sin conocer el contexto, Velasco insistió en que, más allá del estilo del magistrado, el problema real es que se ha puesto en duda un derecho que forma parte del núcleo del periodismo libre.
Finalmente, pidió no sobredimensionar el papel de los periodistas en un proceso judicial: el trabajo de cinco profesionales no determina la inocencia o culpabilidad de ningún cargo público. La cuestión para ella es otra: preservar las reglas básicas que permiten que la prensa pueda investigar, contrastar y publicar sin miedo a represalias.
La intervención de Velasco dejó un mensaje claro para la audiencia de 120 Minutos: el periodismo no puede permitir que la polarización, la presión institucional ni la competencia entre medios erosionen los cimientos de una profesión que, incluso en tiempos turbulentos, sigue siendo clave para la salud democrática.