La tibieza de Alberto Núñez Feijóo ante el genocidio en Gaza contrasta con la claridad con que José María Aznar ha salido en defensa del Gobierno de Netanyahu. El expresidente, que ya condujo a España a una guerra ilegal en Irak, reaparece como referente ideológico de un Partido Popular cada vez más escorado a la derecha. Su respaldo a los crímenes del Ejecutivo israelí no solo es una toma de postura internacional, sino también un gesto interno de autoridad frente a un líder del PP desorientado, sin brújula y temeroso de perder el favor de los halcones.
Aznar reaparece: ideología dura y memoria de barro
El apoyo de José María Aznar al Gobierno de Benjamin Netanyahu no es una anécdota ni un desliz de viejo estadista retirado. Es una declaración política meditada que busca ocupar un vacío de liderazgo que Alberto Núñez Feijóo ha dejado abierto con su permanente ambigüedad. En un momento en el que el mundo asiste horrorizado al castigo indiscriminado que Israel está infligiendo a la población palestina —con bombardeos sobre hospitales, escuelas y campos de refugiados—, el expresidente español elige ponerse sin matices del lado del agresor.
La defensa de Netanyahu no sorprende viniendo del mismo hombre que se sentó en las Azores junto a George W. Bush y Tony Blair para justificar una guerra en Irak basada en mentiras fabricadas. Pero el paralelismo va más allá del simbolismo: una vez más, Aznar se alinea con los sectores más ultras del tablero geopolítico, aquellos que reducen la política exterior a una cruzada moral entre “democracias” y “terroristas”.
La diferencia es que hoy el coste humano es aún más brutal, más documentado y más evidente. Más de 30.000 muertos, la mayoría mujeres y niños, no bastan para que el expresidente se pregunte siquiera por la proporcionalidad, por el derecho internacional o por los crímenes de guerra. Le basta con repetir el mantra de “Israel tiene derecho a defenderse”, una frase que en boca de la derecha ha dejado de ser un argumento para convertirse en un cheque en blanco para el exterminio.
Un Feijóo irrelevante ante el radicalismo que lo tutela
Mientras Aznar pisa fuerte en los foros internacionales para bendecir la estrategia del “ojo por miles de ojos”, Feijóo calla o balbucea. Su indefinición sobre Gaza no es casual, sino consecuencia de una estrategia política diseñada para no molestar a nadie, pero que termina no representando a nadie. Ni a los votantes que esperan humanidad y justicia, ni a las élites que reclaman firmeza y alineamiento con los sectores más beligerantes.
La actual dirección del PP no solo ha cedido a Vox la bandera de la agitación interna, sino que ha delegado en Aznar el discurso internacional, como si no fueran ellos —como si no fuera Feijóo— quienes deben responder ante una Europa que empieza a dar pasos (tímidos) hacia el aislamiento de Israel. La foto es clara: mientras líderes progresistas exigen alto el fuego, ayuda humanitaria y mecanismos de rendición de cuentas, la derecha española tuerce el gesto, mira a otro lado o aplaude. En cualquier caso, se desmarca de los valores democráticos que dice defender.
Aznar no representa una voz nostálgica del pasado, sino el presente más incómodo del PP, ese que sigue fijando posiciones sin pasar por las urnas ni por los órganos del partido. Su defensa del Gobierno israelí es también una defensa de su legado, el de una política exterior unilateral, subordinada y dispuesta a justificar lo injustificable si quien bombardea se sienta en Washington o Tel Aviv.
En un momento de clamor humanitario global, la derecha española elige la complicidad o el silencio. Aznar pone palabras a lo que muchos en el PP piensan pero no se atreven a decir: que los derechos humanos son negociables si quien los vulnera es “uno de los nuestros”. Y Feijóo, lejos de corregir el rumbo, se deja arrastrar por quienes ya decidieron hace décadas que las vidas árabes valen menos.
La historia juzgará a Netanyahu por sus crímenes, pero también juzgará a quienes desde Europa y España han preferido mirar hacia otro lado o justificar la barbarie con retórica de salón. El PP, por acción o por omisión, se está retratando. Y Aznar, una vez más, lo hace sin matices.