El Gobierno de España ha declarado oficialmente la tapia del cementerio de La Almudena como Lugar de Memoria Democrática, un reconocimiento solemne al espacio donde la dictadura de Francisco Franco fusiló a casi 3.000 personas entre 1939 y 1944. Hombres y mujeres republicanos, sindicalistas, intelectuales, militantes de izquierdas y simples ciudadanos que defendieron la legalidad democrática fueron ejecutados y enterrados en fosas comunes en este mismo lugar.
El Boletín Oficial del Estado describe la tapia de fusilamiento como “uno de los episodios más oscuros de la represión franquista”, un lugar que hoy se convierte en “símbolo del dolor, la resistencia y la lucha por la justicia y la verdad”.
Sin embargo, lejos de mostrar respeto o empatía, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha respondido con una burla indigna. En lugar de pronunciar una sola palabra de reconocimiento hacia las víctimas del franquismo, Ayuso ironizó sobre la decisión del Gobierno con una propuesta que ha causado indignación.
“Yo les propongo otra cosa que pueden poner en La Moncloa. Vamos a poner una nueva placa que diga ‘Aquí escondían al hermano de Pedro Sánchez’. Y es más, les voy a dar otra placa, la que van a poder poner en la sede de Ferraz: ‘Aceptamos pago en metálico’.”
Frivolidad ante el dolor
Mientras el Ministerio de Memoria Democrática, dirigido por Ángel Víctor Torres, promueve la preservación y señalización de espacios donde el franquismo ejerció el terror, Ayuso convierte la tragedia en chascarrillo político. Su comentario, en el contexto de un homenaje a las víctimas, representa algo más que una falta de respeto: es una ofensa directa a las familias de los fusilados y al conjunto de quienes defienden los valores democráticos.
La presidenta madrileña no solo ironizó sobre la declaración de La Almudena, sino también sobre la Real Casa de Correos, actual sede del Gobierno regional, que un día antes fue también declarada Lugar de Memoria Democrática. El edificio albergó durante la dictadura la Dirección General de Seguridad, donde miles de personas fueron torturadas por motivos políticos e ideológicos.
“Querría saber dónde se apuntaron la fecha para los trámites de la Real Casa de Correos, en la agenda de la fiscal que anotaba las comidas con Begoña Gómez o donde anotaban los sobres a manubrio.”
El valor de la memoria frente al desprecio
Entre los años 1939 y 1944, se calcula que 2.936 personas fueron asesinadas en la tapia del cementerio de La Almudena. Al menos 44 fueron ejecutadas a garrote vil, y muchas más fusiladas sin juicio justo. Entre ellas, 80 mujeres, incluidas Las Trece Rosas, fusiladas el 5 de agosto de 1939 por el simple hecho de ser jóvenes y militantes republicanas.
El decreto del Gobierno establece que, desde ahora, se deberá garantizar la señalización, explicación y preservación del lugar, prohibiendo la remoción de los vestigios que recuerdan a las víctimas. Además, se promoverán materiales audiovisuales y educativos para mantener viva la memoria de lo ocurrido. “El objetivo —explica el Ministerio— es conmemorar, rendir homenaje y reparar a las personas que sufrieron persecución y muerte por defender la libertad”.
Frente a esta intención de reconciliación con la verdad y la justicia, las palabras de Ayuso suenan como una burla cruel. En un país donde aún miles de desaparecidos yacen en fosas comunes, la negación o el sarcasmo no son libertad de expresión, sino una agresión moral a las víctimas.
Una política del insulto
La estrategia de la presidenta madrileña no es nueva. Cada vez que el Gobierno central impulsa medidas relacionadas con la Memoria Democrática, Ayuso recurre a la mofa, la descalificación y la manipulación. En su discurso, las víctimas del franquismo se convierten en un arma arrojadiza, y la dictadura aparece como un asunto menor frente a sus ataques partidistas.
La Comunidad de Madrid ya ha recurrido al Tribunal Constitucional la declaración de la casa correosReal Casa de Correos como Lugar de Memoria, argumentando que el Gobierno “invade competencias autonómicas” y que “un periodo ínfimo del pasado del edificio no puede transformar su verdadera significación histórica”. Ese argumento, que trivializa décadas de represión, desprecia la memoria de los torturados y asesinados en el mismo lugar donde hoy la presidenta celebra sus actos institucionales.
El ministro Ángel Víctor Torres respondió con firmeza:
“Donde hubo torturas y personas que perdieron la vida por defender la democracia, es una magnífica noticia que se recuerde. Todos los demócratas deberían alegrarse de esta declaración.”
La memoria no se burla: se respeta
Convertir la memoria en motivo de burla es una línea que ningún dirigente democrático debería cruzar. Isabel Díaz Ayuso lo ha hecho. Ha convertido el recuerdo de miles de fusilados en un chiste político, y lo ha hecho desde la presidencia de una comunidad que fue uno de los principales escenarios de la represión franquista.
La historia no se borra con sarcasmo ni con recursos judiciales. La tapia de La Almudena y la Real Casa de Correos no pertenecen a un partido ni a un Gobierno: pertenecen a la memoria de un país entero. Recordar no es reabrir heridas, sino evitar que vuelvan a abrirse. Frente a quienes se ríen de los muertos, la respuesta más digna sigue siendo no olvidar nunca.