Kimmel vuelve a la parrilla y reaviva el pulso por la libertad de expresión en la TV estadounidense

Disney reactiva su late night en ABC tras una semana de suspensión y en medio de presiones políticas, boicots de afiliadas y un debate que trasciende a la comedia

24 de Septiembre de 2025
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Kimmel vuelve a la parrilla y reaviva el pulso por la libertad de expresión en la TV estadounidense
Kimmel vuelve a la parrilla y reaviva el pulso por la libertad de expresión en la TV estadounidense

Jimmy Kimmel ha regresado a su programa nocturno en ABC después de una semana fuera del aire. La cadena, propiedad de Disney, había paralizado temporalmente la producción tras el revuelo por su monólogo sobre el asesinato del activista de derechas Charlie Kirk. La vuelta no solo restituye a uno de los formatos más veteranos del late night, también reabre una discusión delicada: hasta dónde puede llegar la presión política y empresarial sobre un contenido satírico sin lesionar la libertad de expresión.

Qué ha pasado

El detonante fue un monólogo en el que Kimmel criticó la reacción de sectores cercanos a Donald Trump ante el crimen de Kirk. La intervención recibió una oleada de reproches de dirigentes conservadores y, a renglón seguido, la cadena decidió parar la emisión “para no avivar una situación tensa”. Días después, tras conversaciones entre la cúpula de Disney y el presentador, ABC ha reactivado el programa.

El regreso, sin embargo, no es uniforme. Dos de los grupos con más emisoras afiliadas a ABC, Sinclair y Nexstar, han mantenido el preaviso de sustituir el espacio en sus plazas hasta recibir garantías o disculpas. En la práctica, casi una cuarta parte de las estaciones locales no han emitido el show en su franja habitual, aunque el episodio sí está disponible en plataformas como Hulu y Disney+.

Por qué importa la libertad de expresión

Lo relevante no es solo el destino del programa de Kimmel, sino el precedente. La libertad de expresión en televisión abierta está blindada por la Primera Enmienda, pero convive con un ecosistema regulado (licencias, renovaciones, fusiones) y con una red de afiliadas privadas que toman decisiones comerciales y editoriales propias. Cuando un responsable público sugiere “remedios” si no se “toma acción” contra un presentador, el mensaje tiene un efecto helador: las empresas reaccionan no solo a la audiencia, también a un posible coste regulatorio.

En este caso, el tira y afloja ha cristalizado en un doble boomerang. Por un lado, sindicatos y figuras de Hollywood —incluidos guionistas, intérpretes y presentadores competidores— han defendido que la sátira política es parte esencial del debate democrático. Por otro, voces conservadoras no alineadas con el trumpismo duro han advertido del riesgo de convertir el desacuerdo en castigo institucional.

Kimmel abrió su primer monólogo de vuelta con un mensaje claro: lamentó que sus palabras pudieran interpretarse como una banalización del crimen o como un señalamiento colectivo, y subrayó que su intención fue criticar el uso partidista de una tragedia. A la vez, defendió que la presión gubernamental para silenciar a un cómico es “antiestadounidense”. El equilibrio no es casual: reconoce el dolor de la familia de la víctima, matiza su postura y a la vez sitúa el foco en el principio general de libertad de expresión.

El papel de Disney y ABC

La cadena ha transitado por una línea fina: primero frenó la producción para evitar que escalara la polémica; después, tras días de negociación, restituyó el programa. Lo hizo con un mensaje de autocontrol (evitar “avivar” la tensión) y de respeto al creador. En la lógica empresarial, la decisión busca desactivar un incendio político sin convertirse en censor. En la lógica pública, la clave es que una multinacional mediática asuma que ceder al ruido sienta un mal precedente y, por tanto, rectifique.

La televisión en abierto estadounidense funciona en red: una cadena nacional aporta contenidos y marca, pero quien emite al espectador es la afiliada local. Sinclair y Nexstar, con centenares de repetidores, han optado por reemplazar el late night de ABC en parte de sus mercados. Su mensaje oficial apela a la “responsabilidad” y al “diálogo respetuoso”. En la práctica, significa que, aunque ABC recupere su parrilla, el alcance real de Kimmel se resiente en estados clave. Al mismo tiempo, el programa amplifica su circulación online: YouTube, Hulu y Disney+ suplen el vacío y convierten el monólogo en un acontecimiento digital.

Además del apoyo esperado de cómicos como Stephen Colbert, Jon Stewart o Seth Meyers, han surgido respaldos puntuales desde sectores republicanos que, sin compartir el humor de Kimmel, rechazan el castigo desde el poder. Esa mezcla de solidaridades revela una línea roja compartida: el desacuerdo se responde con crítica y contrapunto, no con amenazas sobre licencias o fusiones pendientes.

Lo que viene ahora

A corto plazo, el caso será un termómetro para tres frentes. Primero, la audiencia: el morbo del regreso suele inflar el primer dato, pero lo decisivo será la tendencia. Segundo, la gobernanza interna: ABC deberá demostrar que puede sostener su apuesta sin nuevas marchas atrás si arrecian presiones. Tercero, la red de afiliadas: si el bloqueo persiste, el modelo híbrido (emisión local + distribución en streaming) será la válvula de escape.

claves para no perderse

  • libertad de expresión vs. presión política: que un cómico incomode forma parte del contrato social de la sátira. Las instituciones no deben arbitrar el chiste.

  • cadena y afiliadas no son lo mismo: abc puede programar; las emisoras locales deciden si emiten o no.

  • el mercado también vota: cancelaciones de suscripciones y boicots ejercen presión; la pregunta es si las empresas deben legislar al calor del último trending topic.

  • la disculpa y la firmeza pueden convivir: kimmel ha aclarado intenciones y, a la vez, ha defendido el principio.

Un episodio que trasciende a Kimmel

El fondo del asunto va más allá de un presentador concreto. La televisión generalista compite con plataformas que no dependen de licencias de espectro ni de redes de afiliadas. Si las decisiones editoriales de la TV abierta se perciben como rehén de pulsos políticos, la fuga de talento y audiencia hacia el streaming se acelera. Y si, por el contrario, las cadenas blindan la independencia de sus programas, asumen riesgos a corto plazo pero preservan su credibilidad a medio.

El regreso de Jimmy Kimmel Live! no cierra el capítulo: lo pone en contexto. La sátira no es un lujo del prime time; es una válvula de seguridad democrática. La forma de convivir con ella —criticarla, debatirla, apagar el televisor o cambiar de canal— dice mucho de la salud institucional de un país. Disney y ABC han dado un paso para corregir el tiro. Ahora habrá que ver si las afiliadas se suman, si la política afloja y si el público premia la coherencia. Porque, al final, la mejor respuesta a un chiste que no te gusta sigue siendo otro chiste, no un expediente.

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