Isabel Díaz Ayuso se presentó ante los agricultores madrileños con un guion de aplausos: “hemos hecho un trabajo ingente en este tiempo”, “defendemos el campo como sector estratégico”, “Madrid es vuestra casa”. Pero cuando repasamos las cifras verdaderas, ese brío triunfalista se desmorona frente a la realidad: pocos puestos de trabajo rurales, rentas agrícolas miserables, abandono del mundo rural.
Empleo agrario: un sector casi testimonial
Uno de los datos más reveladores es que el sector agrario en la Comunidad de Madrid da empleo a 2.117 cotizantes, una cifra casi simbólica en comparación con el total de afiliados regionales.
En el informe “Mercado de Trabajo 2025 / 2024” del SEPE se indica que la agricultura absorbe apenas un 0,74 % de los parados de la región. (SEPE) Eso significa que casi no hay desempleados que puedan aspirar a reinsertarse mediante trabajos agrícolas.

¿Y la tasa de paro general en Madrid? En las estadísticas nacionales se estimaba que la comunidad tenía un desempleo cercano al 8,58 % en 2024, uno de los niveles más bajos entre las autonomías. Pero ese éxito general no toca el ámbito rural: los municipios del interior ven cómo la economía del campo se seca y los jóvenes emigran.

Por tanto, cuando Ayuso habla de un campo “activo” y “vital”, omite que la agricultura en Madrid representa un porcentaje mínimo del empleo regional.
Renta agraria: discursos frente a realidad precaria
Para 2024, el Ministerio de Agricultura calcula que la renta agraria nacional ha alcanzado 37.759 millones de euros, un alza del 14,2 % respecto a 2023. Pero esa cifra es global para España; la distribución autonómica revela grandes disparidades, y Madrid está lejos de capitalizar esa mejora.
En el ámbito agrario se habla mucho de “rentabilidad”, pero muchas explotaciones alcanzan márgenes ínfimos. En 2022, el rendimiento neto fiscal medio del agricultor profesional se situaba en 12.441 euros, una cifra muy inferior al Salario Mínimo Interprofesional.
Otra comparación dramática: algunos medios destacan que la renta media agraria no llega siquiera al SMI (Salario Mínimo). Es decir: trabajar la tierra no garantiza un ingreso digno.
Ayuso puede presumir de “35 medidas” o de “ley de mercado abierto”, pero no advierte que muchas explotaciones ya cierran porque no pueden subsistir con lo que cobran.
Frágil apoyo institucional frente a grandes promesas
En su discurso, Ayuso resaltó que ha eliminado 500 normas “obsoletas” y prometió revisiones periódicas de regulación. Pero reducir burocracia no basta cuando los agricultores enfrentan costes elevados de insumos, tarifas eléctricas altas y presión de grandes distribuidores que imponen márgenes abusivos.
En materia de ayudas directas, la Comunidad de Madrid sí dispone de un registro oficial de explotaciones que pueden optar a la PAC, pero los pequeños productores denuncian trabas para acceder y justificar los criterios exigidos. Las ayudas, cuando llegan, suelen beneficiar más a los mayores o a quienes ya tienen recursos para costear los requisitos, mientras que quienes apenas sobreviven quedan fuera del reparto real.
Ayuso critica que productos importados compitan en condiciones ventajosas —“tomates de Marruecos que no cumplen normativa de la UE”, dijo— pero su administración no ha demostrado una estrategia eficaz para frenar esas importaciones ni para negociar recíprocos controles fronterizos con fuerza ante el Gobierno central.
En cuanto al relevo generacional, Ayuso presume de ayudas para jóvenes de 18 a 40 años, pero los datos nacionales muestran reto persistente: la edad media de los agricultores sigue subiendo y las explotaciones familiares cierran cada año con más frecuencia.
La iniciativa conocida como “Erasmus agrario” suena bonita en discursos, pero asociaciones rurales advierten que es anecdótica para unos pocos y no atiende los problemas estructurales: carestía del suelo, servicios básicos deficientes en pueblos, transporte público absurdo o inexistente.
Contraste entre el discurso y el abandono rural
Un aspecto que Ayuso omite deliberadamente es el progresivo deterioro de servicios rurales: consultorios médicos cerrados, escuelas con pocos alumnos, Internet de mala calidad, transporte público insuficiente. ¿Cómo espera que alguien joven quiera quedarse allí si no tiene acceso a lo básico?
Sus ataques al Gobierno central y acusaciones de “invitaciones con dinero de empresas” resultan un escudo retórico: las competencias del Estado y la Unión Europea son determinantes en la PAC, en la regulación de mercados y en política comercial. La Comunidad de Madrid puede complementar, pero no reemplazar esas instancias.
Cuando habla de cifras como “12 % de aumento de explotaciones ganaderas en cinco años” o “2 % más de olivar”, omite que parte de ese crecimiento es cuantitativo en explotaciones muy pequeñas, muchas no viables económicamente.
El escudo publicitario del sello “M Producto Certificado” y programas de viticultura o digitalización no compensan la vulnerabilidad de quien cultiva para sobrevivir: si no vendes a precio digno, no hay marca ni sello que arregle la ecuación.
Lo que los agricultores exigen: no adornos, hechos
Las organizaciones agrarias han planteado demandas claras: que se revisen los seguros agrarios para adaptarlos a la realidad climática; que los precios mínimos cubran costes; que haya mecanismos de reparto más justo en la cadena; que se priorice lo local en compras públicas y alimentación institucional; que el suelo rústico no sea absorbido por la especulación urbana.
Pero desde la Consejería madrileña, los pasos reales son escasos o tardíos.
Para aquellos agricultores que aún soportan la espada de Damocles de la rentabilidad, el discurso de Ayuso suena vacío: muchos no pueden confiar en promesas para “lo que está por venir” si su explotación no da para pagar los gastos diarios.
Ayuso puede llenar teatros y titulares, pero la gente del campo exige hechos concretos: estabilidad, precios justos, garantías y presencia institucional continua, no aplausos después de discursos grandilocuentes.

Observaciones y matices
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Datos desfasados o parciales
Algunos datos regionales (como la renta agraria de Madrid en 2020) no están actualizados al año presente, pero sirven como referencia ilustrativa. No siempre se dispone de cifras más recientes específicas por región. -
Importancia relativa frente a la economía regional
Madrid es una comunidad con fuerte peso de los servicios, industria, finanzas, comercio, etc. Por tanto, aunque el campo tenga resultados, esos resultados son proporcionalmente menores frente al conjunto regional. Ayuso tiende a enfatizar los éxitos sin evidenciar cuán pequeños son en el contexto general. -
Diferencia entre potencial discursivo y realidad estructural
La presidenta habla de impulso, de medidas estructurales, de “plan futuro”, etc. Pero los datos muestran que el empleo agrario sigue siendo reducido, que muchas explotaciones apenas generan renta y que la supervivencia del mundo rural depende de más que discursos promisorios.