Sánchez "impone" un impuesto regresivo a los trabajadores

Tanto los datos oficiales como los propios socios parlamentarios de Sánchez muestran el fracaso social del presidente, el ámbito donde, precisamente, un líder socialista debería poder sacar pecho

13 de Diciembre de 2025
Actualizado el 15 de diciembre
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Sanchez precios impuesto
Una mujer mira los precios en el supermercado | Foto: FreePik

El IPC ha revelado una realidad mucho más preocupante que los titulares que pretenden colocar desde Moncloa. Leche, queso, huevos, carne, transporte, vestido y calzado forman el núcleo duro de las subidas de los precios. En otras palabras, sube exactamente aquello que un país no puede dejar de consumir. En la España de Sánchez las familias tienen que pagar por lo básico para sobrevivir mientras ven que sus ingresos están, en el mejor de los casos, estancados.

En un contexto de aparente normalidad económica, en el que los discursos oficiales celebran la estabilidad del IPC, las familias siguen sintiendo que la inflación es mucho mayor de lo que dicen los gráficos. Y no es una percepción infundada. La inflación en la España de Pedro Sánchez está dejando de ser un fenómeno macroeconómico para convertirse en un problema social estructural, que afecta sobre todo a quienes destinan un mayor porcentaje de su renta a bienes esenciales.

El IPC corre, los sueldos caminan con andador

Mientras los precios de los bienes básicos vuelven a crecer, la negociación salarial se mueve en dirección contraria. Las organizaciones empresariales proponen un incremento del SMI del 1,5 %, y la Administración firma con los sindicatos un 2,5 % para los empleados públicos, ambos por debajo del IPC acumulado.

Sin embargo, Sánchez contempla impertérrito y sin inmutarse la realidad más cruel. Desde Moncloa siempre hay una excusa para las subidas. La pandemia, la guerra de Ucrania, la gripe porcina, la gripe aviar o los aranceles de Trump. Sin embargo, la vida real da una explicación ante la que el sanchismo no tiene intención de reaccionar: los márgenes empresariales crecen muy por encima de los salarios, especialmente en sectores de primera necesidad como la alimentación.

Detrás de este diagnóstico se esconde una realidad incómoda para la política económica española: los salarios no están ejerciendo presión inflacionaria; son los márgenes empresariales los que se ensanchan en tiempos de incertidumbre.

Cuando una docena de huevos sube 50 céntimos en todas las cadenas de alimentación al mismo tiempo, el argumento de que el mercado funciona correctamente queda en entredicho. Ante este hecho, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia no tiene capacidad para intervenir porque existe concurrencia formal, pero no necesariamente competencia real.

No se trata de intervenir la economía, como se pretende desde la extrema izquierda, sino de aplicar un principio clásico del pensamiento socialdemócrata europeo: si el mercado no corrige sus distorsiones, el Estado debe actuar como garante de justicia social.

España entra en 2026 con una economía que exhibe estabilidad en sus indicadores, pero precariedad en su pulso social. La inflación de los productos esenciales actúa como un impuesto regresivo que erosiona la confianza de la ciudadanía.

Sánchez ha colocado a España en serio riesgo de instalarse en una normalidad engañosa: cifras controladas, malestar creciente. La historia económica enseña que los ciclos en los que los salarios quedan por detrás de los precios no se resuelven solos. O se corrige mediante políticas salariales y regulación de mercados sensibles, o lo corrige el descontento social.

El baño de realidad de Gabriel Rufián

En la última sesión de control al Gobierno de 2025, Gabriel Rufián convirtió su turno de réplica en una intervención cargada de intención política y de tono social. El portavoz de ERC ofreció “dos minutos de realidad” al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para subrayar que los “buenos datos macroeconómicos” de los que presume el Ejecutivo contrastan con la vida cotidiana de una ciudadanía que, según afirmó, “no llega a fin de mes”.

Rufián denunció que la situación económica real de las familias es mucho más dura de lo que reflejan los indicadores y criticó que “la gente no come de rankings”. En este sentido, reclamó a Sánchez que adopte medidas contundentes para frenar la escalada del precio de los alimentos, empezando por topar los precios y sacarlos del “mercado especulativo”. Además, planteó la creación de distribuidoras públicas de alimentación como herramienta para garantizar precios justos y evitar que bienes básicos se conviertan en vehículos de enriquecimiento.

El líder de ERC pidió dejar temporalmente al margen los casos de presunta corrupción que salpican a dirigentes socialistas, como los de Ábalos y Cerdán, así como las acusaciones internas de acoso, y propuso una “tregua de dos minutos de realidad” para poner el foco en lo que, a su juicio, verdaderamente preocupa a la población: que el dinero no alcanza, aunque “España va como un tiro” según los datos oficiales.

Sánchez respondió defendiendo su gestión económica y volvió a la macro, lo que demuestra su alejamiento de las clases medias y trabajadoras. Recordó que España es la economía europea que más empleo ha creado en los últimos años y el tercer país de la Unión donde más ha disminuido la desigualdad. Aun así, reconoció que “queda trabajo por hacer” para trasladar esos avances a la vida cotidiana de los ciudadanos.

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