Dos formas de bombardeo y una sola intención

Israel destruye con misiles y la derecha española con bulos, pero ambas ofensivas buscan el mismo fin, el sometimiento del adversario y la eliminación del disenso

17 de Septiembre de 2025
Actualizado el 18 de septiembre
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Dos formas de bombardeo y una sola intención
Los bombardeos israelíes causan gran devastación en la Franja de Gaza ante la impotencia del mundo. | Foto: UNRWA/Ashraf Amra 

Mientras en Gaza los misiles arrasan barrios enteros, en España se despliega otra forma de artillería, menos ruidosa pero igual de destructiva: la guerra ideológica que la derecha libra con mentiras, propaganda y deshumanización del otro. Son dos bombardeos distintos, pero comparten una lógica: no se busca convencer, sino arrasar; no se persigue debatir, sino exterminar simbólicamente al enemigo.

Israel lanza misiles y España fabrica trincheras ideológicas

El horror de Gaza, con miles de civiles muertos y una población asfixiada bajo fuego real, es la cara más cruda del autoritarismo militarizado. Israel ha cruzado todos los límites de la legalidad internacional y de la ética humanitaria, bajo la excusa de una guerra sin fin y sin reglas. Pero más allá del estruendo de las bombas, hay otro tipo de ofensiva que, aunque no deja escombros físicos, arrasa conciencias, fractura sociedades y degrada democracias.

En España, la derecha —y particularmente su ala más reaccionaria, con Vox y sectores del PP como punta de lanza— ha optado por una estrategia de bombardeo simbólico. Eligen palabras como proyectiles: "traidor", "golpista", "invasión migratoria", "dictadura sanchista", "España rota". Son etiquetas diseñadas no para describir, sino para destruir. Cada titular incendiario, cada bulo reproducido sin escrúpulos, cada tertuliano convertido en ariete político, conforma una ofensiva constante sobre el terreno de lo común.

Como en toda guerra, también aquí se deshumaniza al adversario: no hay rivales, hay enemigos. No hay propuestas que contrastar, sino identidades que eliminar del espacio público. No hay argumentos, hay trincheras. Y como en las guerras de siempre, la verdad es la primera víctima.

Silenciar, polarizar, asfixiar

Este bombardeo ideológico no mata, pero sí mutila el debate democrático. Impide el consenso, dinamita los puentes, y reemplaza el pensamiento con consignas. Mientras se exige a gritos "libertad", se ataca con saña a la educación pública, a los medios que incomodan, a las políticas que no encajan en el catecismo neoliberal.

Todo esto no es casual. Es una estrategia bien estudiada: convertir a la política en campo de batalla permanente. Mantener a la sociedad en un estado de confrontación emocional constante para impedir cualquier avance progresista duradero. No se discute sobre soluciones a la vivienda, sobre fiscalidad justa, sobre derechos sociales. Todo se reduce a ruido, agitación, humo.

Y cuando alguien se atreve a denunciar la masacre en Gaza o a defender una política pública que redistribuye, la metralla simbólica cae con fuerza. Se le acusa de "antisemita", de "bolivariano", de "enemigo de España". Se busca aislarlo, desacreditarlo, aniquilar su legitimidad. Porque para la derecha que hoy domina el relato, toda disidencia es peligrosa, todo matiz es traición.En Gaza llueven misiles. En España, trincheras ideológicas. Pero ambas buscan lo mismo: imponer el silencio, erradicar la diferencia, someter al otro.

No debemos caer en la trampa. No podemos permitir que normalicen la mentira como estrategia de poder ni que travistan su intolerancia de patriotismo. Porque cuando el bombardeo se instala como norma —ya sea con armas o con discursos—, lo que está en juego es la vida, la libertad y la dignidad.

Y si algo ha demostrado la historia es que los que bombardean hoy son los que mañana llaman al olvido. Pero no hay olvido posible cuando lo que se quiere destruir es el alma misma de la democracia.


 

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