Sánchez piensa en Rufián para sustituir a Yolanda Díaz

El presidente del Gobierno sopesa cómo reactivar a la izquierda a la izquierda del PSOE y ha pensado en el líder de Esquerra

26 de Noviembre de 2025
Actualizado a las 21:56h
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Rufián al término de la comisión parlamentaria
Rufián al término de la comisión parlamentaria

Se respira el clima de elecciones anticipadas. En los últimos días corre el runrún por Madrid de que Pedro Sánchez estaría sopesando poner urnas en 2026, antes de que expire la legislatura, aprovechando algunos brotes verdes en medio del desierto de malas noticias. Cree tener encapsulado el caso Koldo, la UCO no termina de probar la financiación del PSOE, la opinión pública ha visto claro que la condena contra el fiscal general del Estado ha sido una cacería política (sin pruebas) y la macroeconomía sigue viento en popa (otra cosa es la micro y la pobreza infantil, que se ha disparado en España). Hasta el abogado del sindicato fascista Manos Limpias se apea del caso que persigue a Begoña Gómez tras quejarse de que el asunto instruido por el juez Peinado está demasiado politizado. Ver para creer.

Uno de esos aspectos de la coyuntura que Sánchez, en su análisis de la realidad, cree favorable, es el buen momento por el que atraviesa Gabriel Rufián (más mediático que político, todo hay que decirlo, ya que Esquerra no está para tirar cohetes en Cataluña). El líder indepe está hasta en la sopa. Pones la tele y ahí aparece, hablando de sus cosas con Thais Villas en El Intermedio, dando una entrevista de hondo calado en TVE y en cada telediario de la mañana o de la noche. Te lo puedes encontrar hasta con los chicos de deportes de la COPE, la emisora de los obispos donde alguna que otra vez se ha dejado caer para hacer gala de su “españolismo” hasta la médula (no porque esté pensando en ponerse la pulserita rojigualda de moda, no fotis noi, sino porque es perico del Espanyol de Barcelona).  

Rufián, con su estilo tuitero y directo, conciso y antifa, ha implantado un manual propio de hacer política: una especie de realismo sucio en plan Raymond Carver. El líder de Esquerra cuenta las cosas de una forma cruda y desnuda, tal como son. Ya se hable del problema de la vivienda o del lawfare, dice las verdades del barquero y las dice de una forma que sintoniza con la gente. Baste como ejemplo el tercer grado que le aplicó, implacablemente, a Carlos Mazón durante la comisión de investigación parlamentaria por la riada de Valencia. Ese momento sublime en el que le suelta al acobardado inepto “a mí no me mienta” (mientras va mostrando las fotos de las víctimas de la dana) ha encantado a la izquierda real, maltrecha y desangrada por la pérdida de votos entre los jóvenes estudiantes y trabajadores que se van con Vox. La última perla sobre el PP la acaba de soltar hace un minuto: “Son como la mafia, se matan entre ellos”.

Desde que apareció en el Congreso con aquella impresora bajo el brazo para exigirle al Gobierno español que dejara de perseguir el referéndum de autodeterminación, la figura de Rufián ha ido creciendo como la espuma. El entusiasta actor teatral y efectista gusta hasta a la gente que no le vota. Ha madurado con los años, como el buen cava catalán, y ya se desenvuelve como un estadista con gancho y tirón. Pedro Sánchez, experto en rastrear las nuevas corrientes sociales y modas políticas (él mismo se ha puesto ya la chupa de cuero de indie y fan de Rosalía), lo ha visto claro, le ha echado el ojo y estudia convencerlo para liderar el nuevo proyecto de rearme de la izquierda a la izquierda del PSOE, la batalla final contra el trumpismo neofascista de nuevo cuño (sin el éxito de ese Frentillo Popular ahormado y unido, la Moncloa está irremediablemente perdida).    

Es evidente que la mujer llamada a encabezar esa misión de salvamento del progresismo “al borde del abismo”, Yolanda Díaz, ha fracasado en el intento. Sumar es un caballo agotado antes de empezar la carrera y las encuestas de Tezanos le dan menos votos que a aquella vieja IU siempre condenada a la intrascendencia. La vicepresidenta ha sufrido un fuerte desgaste por su proximidad al sanchismo. Para colmo de males, sufre un fuerte cuestionamiento interno, Pablo Iglesias hace tiempo que le echó las cruces y todo podemita que se precie la rechaza tanto como el vampiro a los ajos. Es cierto que Díaz ha hecho una gran labor en el Gobierno de coalición. Ha ejercido como una ministra trabajadora, honesta y todo lo audaz que le ha permitido el sistema (el propio presidente socialista le impidió llegar más lejos con la reforma laboral). Pero, por momentos, es como si su tiempo político estuviese tocando a su fin. Sánchez lo sabe y ya está preparando su recambio, para lo cual cuenta con el líder de Esquerra. Rufián lo ha negado con elegancia y recuerda que el nombre del elegido es lo de menos, ya que lo importante es la unidad de la izquierda plurinacional para hacer frente al auge de la extrema derecha. Sin esa acumulación de fuerzas (ERC, EH Bildu, BNG, Compromís, etcétera), Abascal terminará como ministro de algo en un futuro Gobierno de Feijóo. Y esa derrota sería letal para las fuerzas progresistas, penalizadas por la fragmentación y la ley electoral.

Yolanda Díaz sabe que pierde peso político y lo gana Rufián. De ahí su última arenga al pueblo para que salga a manifestarse contra la sentencia del Supremo que defenestra al fiscal general del Estado. Ese tono mitinero de activista hiperventilada no era propio de ella. Ahora sabemos por qué. El dirigente de Esquerra es el político idóneo, según Sánchez, para los nuevos tiempos duros que se avecinan. El guerracivilismo bobalicón de Ayuso ya tiene candidato a oponente, alguien capaz de dejarla en evidencia en el zasca con agilidad de cintura y pericia. Un Alfonso Guerra del sanchismo.

Los peones se van situando en el tablero político. Esto no es un globo sonda de Sánchez, va en serio. Vito Quiles publica la foto de la reunión de Patxi López con el dirigente soberanista. Solo que demasiado Rufián puede espantar al votante moderado que el PSOE puede perder a poco que Page haga campaña a la contra. Ser amigo de los indepes sin enemistarse con el socialismo españolista: he ahí la cuestión.

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