La ONU busca nueva sede

Asfixiada por Donald Trump y desprestigiada por casos como el genocidio del pueblo palestino, Naciones Unidas estudia alternativas como Ginebra

23 de Septiembre de 2025
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La sede de la ONU en Nueva York.
La sede de la ONU en Nueva York.

Donald Trump odia a las instituciones supranacionales, especialmente a la ONU y a la OMS. Si pudiera, las cerraría todas, y no solo por esa idea obsesiva que bulle en la mente del magnate yanqui y que le lleva a pensar que su país es el pagafantas de los diversos chiringuitos internacionales abiertos por todo el planeta, sino porque no cree en la solidaridad, ni en la colaboración internacional, ni mucho menos en la paz para el avance de la humanidad. Es un rabioso hater asocial.

Estos días se celebra en la emblemática sede de Naciones Unidas de Nueva York –ubicada entre la Primera Avenida y el East River, en el área de Turtle Bay– una histórica asamblea en la que la comunidad internacional reconoce el Estado de Palestina, sometido a un exterminio sistemático por parte del ejército de Israel. Lamentablemente, Mahmud Abbas, líder de la autoridad palestina o lo que queda de ella, no va a poder asistir. No podrá pronunciar discurso alguno ni dejar oír la voz de su pueblo. Trump ha revocado su visado para que no pueda entrar en territorio norteamericano. Es decir, lo ha vetado, primero porque lo considera un enemigo de Israel y después por puro racismo. Pero también lo expulsa del gran templo de la paz y el diálogo entre naciones sencillamente porque a Trump le sobra la ONU. Un aprendiz de dictador no necesita a nadie que le diga lo que tiene que hacer, a nadie que le afee sus recortes a las libertades, a nadie que le ponga delante el espejo que refleja un perfil claramente autoritario y antidemocrático. El país gobernado por un líder totalitario supremacista y xenófobo no puede albergar una idea tan bella y hermosa como Naciones Unidas. Es un contrasentido, una paradoja, una incoherencia en sus propios términos. Un desprestigio. De ahí que la ONU se esté planteando trasladar su sede a otra nación más respetuosa con los derechos humanos

El veto de Trump a Abbas es vergonzoso. Si al líder de un país masacrado se le cierra el micrófono y se le da con las puertas en las narices, de poco puede servir una organización como Naciones Unidas. Estados Unidos ya no es aquel país de la democracia y la libertad en cuyo foro internacional podían debatir todos los países en conflicto. Hoy ese edificio cuadrangular que todos reconocemos como parte de nuestra memoria personal y cultural está perdiendo su razón de ser. Y aunque puede parecer ciencia ficción, ya se barajan otras opciones para una nueva sede. Ginebra tiene todas las papeletas. También suena París, Londres o incluso Madrid. No sería la primera vez que se celebran reuniones fuera de Nueva York. En 1976, la Asamblea General de las Naciones Unidas trasladó su sesión a Ginebra, con el fin de garantizar la participación de la delegación palestina. La decisión se tomó porque Estados Unidos, país anfitrión de la ONU, se negó a otorgar visados a los representantes de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Para evitar que quedaran excluidos, la Asamblea optó por mover la reunión completa a la ciudad suiza.

La Asamblea General de las Naciones Unidas ha celebrado reuniones fuera de su sede en Nueva York en varias ocasiones, especialmente durante sus primeros años antes de la construcción del edificio permanente de la ONU. El secretario general en funciones de la ONU, Benjamin A. Cohen, consideró que Nueva York, con su numerosa población inmigrante, era un lugar idóneo porque atraía a “personas de todas partes para vivir en paz y armonía”. Cohen fue nombrado embajador de Chile en Venezuela, cargo que no llegó a asumir pues fue designado secretario general adjunto para Información Pública de las Naciones Unidas. En sus funciones provisionales, y ante la ausencia del titular, fue él quien presidió la ceremonia del inicio de la construcción del emblemático edificio neoyorquino, en presencia del entonces alcalde de la ciudad, William O'Dwyer. Corría el 14 de septiembre de 1948. Un año antes de su muerte renunció a su cargo y se reintegró al servicio exterior chileno como delegado chileno ante las Naciones Unidas.

Hoy, 77 años después, ha comenzado el proceso de descentralización de las oficinas de la ONU, que se ha propuesto deslocalizar algunas de las labores administrativas de su sede principal a otras ciudades más económicas como València, dentro del proceso para adaptarse a los recortes de la financiación, según informa la Cadena SER. Otras ciudades como Nairobi (Kenia), Bangkok (Tailandia) o Brindisi (Italia) son candidatas también. Acuciada por la acumulación de retrasos e impagos y con la Administración Trump abiertamente opuesta a seguir como principal contribuyente, la ONU pretende una reinvención que le ayude a afrontar sus clásicos desafíos de la paz y seguridad en el mundo, pero también los de la inteligencia artificial o el cambio climático.

“Estamos ante el momento más crítico que hemos enfrentado en toda nuestra historia. Las inversiones en cooperación y el fomento del multilateralismo han sido sustituidos por mayores partidas nacionales para Defensa”, afirmaron días atrás altos funcionarios de la ONU en un encuentro con periodistas en Nueva York. El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, lleva años refiriéndose al sistema de la ONU como un entramado diseñado para abordar problemas de otro tiempo; esto, sumado a los agravados problemas de financiación en lo que va de año, ha servido como catalizador de esta transformación. El político portugués presentó en marzo la iniciativa ONU80, con la que pretende una reforma integral del sistema multilateral para hacerlo menos burocrático (evitando duplicidad de servicios y funciones), alineado con los desafíos del siglo XXI y, por supuesto, más económico. Aunque, más allá de todos estos cambios, y en un ejercicio de transparencia en otra misiva esta semana al personal de la ONU, Guterres expresó que “estas estimaciones revisadas no pueden abordar el problema de liquidez”, pero colocan a la organización en “una mejor posición para afrontar desafíos futuros”. Trump asfixia a la ONU, pero el espíritu de la paz aún vive.

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