Reconocer Palestina no es una concesión, es una corrección histórica

Francia, Bélgica, Reino Unido, Canadá, Portugal y otros países rompen el bloqueo diplomático al Estado palestino, siguiendo la senda abierta por España. Netanyahu responde con amenazas

23 de Septiembre de 2025
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Reconocer Palestina no es una concesión, es una corrección histórica

En plena Asamblea General de Naciones Unidas, una decena de países formalizan el reconocimiento del Estado de Palestina, y aceleran el aislamiento de Israel en el ámbito internacional. El Gobierno de Netanyahu redobla su discurso de negación, ignorando las cifras de muerte y destrucción y quedando cada vez más expuesto ante la opinión pública global.

Una fractura política que ya es también diplomática

A medida que se acumulan las víctimas, la destrucción y las imágenes de una Gaza arrasada, con más de 65.000 palestinos asesinados en menos de dos años de ofensiva militar, los apoyos internacionales a Israel comienzan a resquebrajarse. Países históricamente alineados con sus posiciones como Francia, Canadá, Reino Unido, Portugal o Australia han decidido dar un giro que hasta hace meses parecía improbable: el reconocimiento oficial del Estado palestino.

Ya no es una cuestión de sensibilidades ideológicas, sino de dignidad jurídica y responsabilidad internacional. Esta oleada diplomática, iniciada por España, rompe el inmovilismo que durante décadas ha servido de coartada para la ocupación, los desplazamientos forzados y el bloqueo político.

Francia, en particular, añade un valor simbólico al paso. No solo por su peso en el Consejo de Seguridad de la ONU, sino por su papel histórico en la región. La Declaración Balfour de 1917, de la que fue testigo, sirvió como punto de partida para la creación de un “hogar nacional” para el pueblo judío, pero dejó en el limbo jurídico a millones de palestinos cuya existencia y soberanía siguen siendo negadas.

Netanyahu reacciona con amenazas mientras avanza la anexión

La respuesta de Israel no se ha hecho esperar. El primer ministro, Benjamín Netanyahu, ha reiterado públicamente que “no habrá un Estado palestino” y ha amenazado con una “respuesta contundente” a los países que se han atrevido a dar este paso. Lejos de revisar su posición, su Ejecutivo ha redoblado su apuesta por la ocupación. Su ministro de Finanzas ha propuesto la anexión del 82 % de Cisjordania, en un claro desafío a la legalidad internacional y a los consensos mínimos de convivencia.

La narrativa oficial israelí se construye, una vez más, en torno a la idea del enemigo interno. La masacre del 7 de octubre de 2023, cometida por Hamás, sirve como pretexto para aplicar un castigo colectivo que no distingue entre milicianos, civiles, niños o personal humanitario. A día de hoy, la franja de Gaza es un territorio devastado, con estructuras sanitarias colapsadas, sin electricidad ni acceso seguro a alimentos.

Lejos de combatir el antisemitismo, una amenaza real que debe ser perseguida con contundencia, este tipo de posicionamientos erosionan el prestigio de Israel incluso entre sus aliados tradicionales, que ahora se ven obligados a marcar distancia frente a una gestión cada vez más insostenible política y moralmente.

El apoyo a Palestina se extiende, pero persiste el bloqueo estructural

La Conferencia internacional por la solución de los dos Estados, celebrada en Nueva York, ha dejado en evidencia un doble proceso. Por un lado, el avance de un consenso político entre más de 150 países que ya reconocen a Palestina; por otro, la resistencia activa de un núcleo duro de aliados de Israel ,con Estados Unidos a la cabeza, que bloquean de facto cualquier resolución con capacidad jurídica efectiva.

El hecho de que Washington haya impedido la entrada en su territorio a la delegación palestina y que la ONU haya tenido que habilitar una intervención por videoconferencia no es un detalle menor: es un gesto diplomático deliberado, una señal de que el veto aún opera como un muro.

Pero incluso ese cerco empieza a agrietarse. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha respaldado abiertamente la vía de los dos Estados. António Guterres, secretario general de la ONU, ha sido explícito: “La condición de Estado para Palestina es un derecho, no una recompensa”. Una afirmación que desmonta años de narrativa construida para posponer lo inevitable.

El mapa político en torno a Palestina ha cambiado de forma irreversible. El reconocimiento ya no es una excepción, comienza a ser la norma. Y lo que hasta hace poco se trataba como gesto simbólico, ahora se presenta como una urgencia internacional. Las consecuencias de ignorarlo ya no son únicamente morales, sino geopolíticas.

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