La estrategia política de Isabel Díaz Ayuso ha vuelto a poner en evidencia su forma de actuar: generar ruido mediático, inventar polémicas y señalar a adversarios políticos con acusaciones que no resisten un mínimo contraste. Esta vez, la presidenta madrileña ha intentado atribuir al lehendakari Imanol Pradales unas supuestas “amenazas” que jamás existieron, confundiendo –o tergiversando de manera deliberada– unas palabras pronunciadas en euskera durante el Alderdi Eguna con una consigna violenta del pasado.
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— EAJ-PNV (@eajpnv) September 29, 2025
En un mitin, Pradales se limitó a lanzar una rima sencilla y comprensible: “Ayuso, entzun, Euskadi euskaldun”, es decir, “Ayuso, escucha, Euskadi es euskaldun”. Sin embargo, en una entrevista televisiva, Ayuso aseguró que lo que “vino a decir” el lehendakari fue “pim, pam, pum”, expresión asociada al hostigamiento de la violencia de ETA.
El salto de significado no es un malentendido inocente, sino un intento calculado de introducir la idea de que el dirigente vasco utilizó un lenguaje de amenaza contra ella. Una estrategia que encaja a la perfección con el estilo político de Ayuso: generar titulares incendiarios para ocultar debates que no le convienen, como las investigaciones sobre la corrupción que rodea a su entorno o sus declaraciones negando el genocidio en Gaza, que provocaron una fuerte oleada de indignación social y política.
El recurso a la distracción permanente
El episodio revela una técnica que se ha convertido en marca de la casa: cuando Ayuso se ve contra las cuerdas, recurre a enemigos externos para desviar el foco. Esta vez tocaba inventar un agravio en Euskadi; en otras ocasiones han sido ataques a Cataluña, al feminismo, a los sindicatos o incluso a la Unión Europea.
Durante la entrevista en Telecinco, las preguntas giraban en torno a asuntos delicados: las investigaciones judiciales que afectan a su pareja por fraude fiscal y la creciente presión por sus declaraciones sobre Oriente Medio. Pero Ayuso decidió girar la conversación hacia el lehendakari, sacando el tema en dos momentos distintos, aunque no venía a cuento. El patrón es claro: si hay problemas en Madrid, lo mejor es hablar de “los nacionalistas” o de “los socios de Sánchez”.
Una comparación tan burda como peligrosa
La afirmación de Ayuso no solo es falsa, sino que resulta profundamente irresponsable. Vincular a un lehendakari democrático con expresiones ligadas al entorno de ETA es una línea roja que incluso dirigentes conservadores suelen evitar. Significa banalizar la memoria de las víctimas, utilizar el dolor de una época oscura como munición política y poner en la diana a representantes legítimos que nada tienen que ver con aquel pasado.
Pradales, en ningún momento, mencionó la expresión violenta. Lo que dijo fue una frase con rima en euskera, completamente inocua. Ayuso decidió traducirla a su manera para transformarla en un “mensaje preocupante”. Es, en esencia, una mentira política diseñada para alimentar titulares y reforzar su imagen de víctima frente a supuestas conspiraciones.
Gaza, corrupción y las cortinas de humo
Lo más revelador es el contexto en el que se produce este episodio. Ayuso llega a esta polémica después de haber negado públicamente que en Gaza se esté cometiendo un genocidio, unas palabras que han generado indignación en amplios sectores de la sociedad, incluidos colectivos de derechos humanos. Además, el cerco judicial sobre su entorno más cercano –con la investigación a su pareja por fraude fiscal y corrupción– amenaza con erosionar aún más su credibilidad.
Frente a estos problemas reales, la presidenta prefiere inventar una amenaza inexistente. Así desplaza la atención mediática hacia una polémica ficticia que le permite volver a ocupar titulares y movilizar a su electorado con el discurso del agravio.
La “ayusización” del PP
El lehendakari ya había advertido en distintas ocasiones sobre la “ayusización” del Partido Popular: una deriva hacia la confrontación permanente, el desprecio a las lenguas cooficiales y el uso de bulos para desgastar al adversario. La reacción de Ayuso confirma esa advertencia.
Mientras otros presidentes autonómicos del PP mantienen relaciones institucionales correctas con el Gobierno vasco, Ayuso opta por dinamitar los puentes y caricaturizar la diversidad del Estado. Lo hizo en junio al negarse a escuchar a Pradales en euskera durante la conferencia de presidentes, y lo repite ahora manipulando sus palabras.
El precio de la política de la mentira
La gravedad de estas maniobras no debe subestimarse. En un clima político crispado, las palabras de una presidenta autonómica tienen consecuencias. Presentar como “amenaza” lo que en realidad fue una consigna festiva en euskera no solo es deshonesto, sino que fomenta la desconfianza y el enfrentamiento territorial.
Ayuso pretende presentarse como la líder que planta cara a todo y a todos, pero en realidad lo que hace es dañar la convivencia y alimentar el odio. Su estrategia política es simple: cuanto más ruido genere, menos se hablará de sus escándalos. Pero a la larga, ese ruido mina la confianza ciudadana en las instituciones y degrada el debate democrático.
Cuando la política se convierte en espectáculo
Lo ocurrido con las palabras del lehendakari es un ejemplo más del populismo que Ayuso practica con soltura. Se trata de convertir cualquier gesto en una ofensa, cualquier frase en una amenaza y cualquier adversario en un enemigo peligroso. Así se fabrican cortinas de humo para ocultar las verdaderas responsabilidades políticas: desde su negacionismo sobre Gaza hasta los casos judiciales que acechan a su entorno.
El problema es que, detrás de esa estrategia, queda una democracia más débil, una política reducida a espectáculo y una ciudadanía cada vez más desconfiada. Isabel Díaz Ayuso puede creer que gana titulares con sus salidas de tono, pero lo que pierde cada día es credibilidad y respeto institucional.