Muere Jane Goodall, la mujer que cambió para siempre nuestra mirada sobre los chimpancés

La pionera británica fallece a los 91 años tras una vida dedicada a la ciencia, la conservación y la defensa del planeta

01 de Octubre de 2025
Actualizado a las 21:36h
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Jane Goodall en Gombe, junto a Freud  (Foto IJGMichael Neugebauer)

Jane Goodall no solo fue una de las científicas más influyentes del siglo XX, sino también un símbolo de cómo la perseverancia y la pasión pueden transformar el conocimiento humano. La etóloga y primatóloga británica falleció a los 91 años, dejando un legado inmenso en la investigación del comportamiento animal y en la defensa de la naturaleza. Su nombre quedará para siempre ligado a los chimpancés salvajes de Gombe, en Tanzania, a quienes observó durante décadas hasta desvelar secretos que revolucionaron la ciencia.

Jane Goodall
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Su muerte ha sido confirmada por el Instituto Jane Goodall, organización que fundó en 1977 y que hoy cuenta con presencia en más de treinta países. En el momento de su fallecimiento se encontraba en California, cumpliendo con una de sus habituales giras de conferencias, fiel a su compromiso de divulgar y despertar conciencias hasta el final de sus días.

Una joven soñadora en África

Nacida en Londres en 1934 y criada en la localidad costera de Bournemouth, Goodall creció fascinada por los animales. Su infancia estuvo marcada por una curiosidad sin límites: con apenas cuatro años, relataba, pasó horas escondida en un gallinero para descubrir cómo ponían los huevos las gallinas. Ese espíritu de observación paciente sería la clave de su carrera científica.

A los 23 años viajó a Kenia tras recibir la invitación de una amiga, y allí conoció al paleoantropólogo Louis Leakey. Él fue quien la animó a adentrarse en la selva tanzana en 1960 para estudiar de cerca a los chimpancés salvajes, una tarea que nadie había emprendido hasta entonces. Instalada en una modesta tienda de campaña junto a su madre, comenzó un proyecto que iba a durar seis meses… y terminó convirtiéndose en una vida entera dedicada a esos animales.

Descubrimientos que hicieron historia

Hasta la llegada de Goodall, la visión científica predominante consideraba a los humanos como la única especie capaz de fabricar y utilizar herramientas. Sin embargo, en 1960, observó cómo un chimpancé, al que bautizó como David Greybeard, introducía una ramita en un termitero para extraer insectos. Aquella escena obligó a replantear los límites de lo que significaba “ser humano”.

“Ahora debemos redefinir qué entendemos por herramienta, redefinir qué entendemos por hombre o aceptar a los chimpancés como humanos”, dijo entonces Leakey, su mentor.

Jane Goodall
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No fue su único hallazgo revolucionario. Gracias a su detallada observación, Goodall mostró que los chimpancés no solo cazan y consumen carne, sino que también establecen jerarquías sociales complejas, cuidan de sus crías con ternura y pueden mostrar comportamientos violentos organizados, semejantes a guerras entre clanes.

Su manera de acercarse a la investigación rompió moldes. En lugar de limitarse a numerar a los chimpancés, les dio nombres como Flo, Fifi o el propio David Greybeard. Para Goodall, cada individuo tenía personalidad propia y un lugar específico en la comunidad. Esta perspectiva, criticada al principio por algunos colegas, terminó abriendo una nueva forma de entender el estudio del comportamiento animal.

Una mujer pionera en un mundo de hombres

En los años sesenta, la ciencia seguía dominada por los hombres. Goodall no solo irrumpió en ese espacio, sino que lo transformó. Su ejemplo abrió camino a otras investigadoras como Dian Fossey o Biruté Galdikas, que seguirían sus pasos en el estudio de los primates.

Su éxito científico se unió a un talento narrativo que la convirtió en una figura mundial. Sus artículos en National Geographic, acompañados de impactantes fotografías, fascinaron a millones de lectores. Pronto llegaron los documentales televisivos, en los que el público descubría no solo a los chimpancés, sino también a una mujer que irradiaba serenidad, empatía y valentía.

Jane Goodall
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La defensora del planeta

A partir de los años setenta, Goodall fue dejando poco a poco la observación directa para dedicarse a la conservación. Alarmada por la deforestación y la caza furtiva que amenazaban a los chimpancés, comenzó una incansable labor como activista.

En 1977 creó el Instituto Jane Goodall, que hoy impulsa programas de investigación, educación y desarrollo sostenible en decenas de países. Uno de sus proyectos más conocidos, Roots and Shoots (Raíces y Brotes), moviliza a jóvenes de todo el mundo para que actúen en defensa del medio ambiente.

Su voz se convirtió en un referente en congresos internacionales, foros políticos y aulas universitarias. La ONU la nombró Mensajera de la Paz en 2002, reconociendo su capacidad para transmitir un mensaje de esperanza en tiempos de crisis ecológica.

Reconocimientos y vida personal

Goodall recibió más de un centenar de galardones a lo largo de su carrera, entre ellos el Premio Príncipe de Asturias de Investigación en 2003 y la distinción de Dama del Imperio Británico. También fue doctora honoris causa por decenas de universidades en todo el mundo, incluidas varias españolas.

Jane Goodall
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Su vida personal estuvo ligada también a su trabajo. Se casó en 1964 con el fotógrafo Hugo van Lawick, con quien tuvo a su hijo Hugo Eric Louis, al que cariñosamente llamaba Grub. Años después se unió al director de parques nacionales de Tanzania, Derek Bryceson, que falleció en 1980.

Un legado imborrable

Jane Goodall publicó más de 30 libros y protagonizó documentales que acercaron la ciencia a millones de hogares. Pero quizá su mayor legado sea haber demostrado que la empatía no está reñida con la objetividad científica. “Puedes tener compasión y seguir siendo rigurosa en la observación”, afirmaba en una de sus últimas entrevistas.

Su historia ha inspirado a generaciones de científicas, activistas y amantes de la naturaleza. Incluso en la cultura popular, su figura fue reconocida: en 2022, la empresa Mattel lanzó una muñeca Barbie inspirada en ella, fabricada con materiales reciclados, como símbolo de su influencia intergeneracional.

La voz de la esperanza

Hasta sus últimos días, Goodall insistió en que aún había motivos para confiar en el futuro del planeta. En su libro El libro de la esperanza, publicado en 2021, subrayaba que la humanidad podía cambiar el rumbo si aprendía a respetar la vida en todas sus formas.

Con su muerte se apaga una de las voces más respetadas de la ciencia y el activismo ambiental, pero queda el eco de su mensaje: la urgencia de cuidar de la Tierra y de las criaturas con las que la compartimos.

Jane Goodall no solo nos enseñó a mirar a los chimpancés; nos enseñó, sobre todo, a mirarnos a nosotros mismos con mayor humildad.

 

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