El Partido Popular ha movido finalmente ficha en la Comunitat Valenciana. Tras varios días de especulaciones y presiones internas, Alberto Núñez Feijóo ha designado a Juan Francisco Pérez Llorca, secretario general del PP valenciano y mano derecha de Carlos Mazón, como candidato para ocupar la presidencia de la Generalitat.
La decisión, tomada este martes en Madrid, refleja la voluntad de Génova de cerrar cuanto antes la sucesión y evitar un vacío de poder prolongado en una región clave para el equilibrio interno del partido. Pero el gesto también encierra una paradoja: el destino político de Pérez Llorca no dependerá tanto de Feijóo como de Vox, el socio incómodo que controla la llave parlamentaria del gobierno autonómico.
Según el PP la designación fue confirmada tras una “última conversación telefónica” entre Feijóo y el propio Pérez Llorca, en la que se certificó el nombramiento. La dirección nacional del partido lo presentó como una apuesta por la “estabilidad institucional y la continuidad de la gestión” en la Comunitat Valenciana.
El secretario general del PP nacional, Miguel Tellado, comunicó la decisión a los presidentes provinciales del partido, obteniendo un respaldo unánime. La operación busca transmitir imagen de unidad interna y evitar la fragmentación territorial que ya ha erosionado a otros liderazgos regionales del partido.
Pérez Llorca, actual alcalde de Finestrat (Alicante) y portavoz del PP en Les Corts, era el nombre que más sonaba desde hace semanas. Hombre de confianza de Mazón, su perfil combina lealtad orgánica, experiencia municipal y buena sintonía con la dirección nacional. Pero precisamente por eso, su mayor fortaleza podría convertirse en su debilidad: para la oposición, encarna la continuidad pura y simple del modelo Mazón.
Vox manda
Si el PP pretendía un relevo ordenado, Vox se ha encargado de recordar que tiene la última palabra. El partido de Santiago Abascal reaccionó con rapidez al anuncio y advirtió que no negociará con Génova, sino directamente con el candidato designado. “Vox no entra en decidir el candidato; lo que nos importa es negociar con quien cumpla los acuerdos firmados”, señaló el Comité Ejecutivo.
El mensaje es inequívoco: Vox quiere ser actor, no espectador. Ignacio Garriga, secretario general de la formación, insistió en que su prioridad no es la figura de Pérez Llorca, sino “las políticas concretas” y el cumplimiento de los pactos firmados tras las elecciones autonómicas. “No vamos a contribuir a la estafa a los valencianos ni a arriar ninguna de nuestras banderas”, enfatizó.
En realidad, la presión de Vox busca algo más que garantías programáticas. El partido pretende reafirmar su capacidad de condicionar el gobierno valenciano, especialmente en áreas sensibles como educación, inmigración y medio ambiente, donde sus diferencias con el PP son notorias.
Oposición en guardia
El anuncio no ha sorprendido a la oposición. Desde el PSPV y Compromís se apresuraron a subrayar la falta de renovación real en la propuesta de Feijóo. “Juanfran Pérez Llorca es Juanfran Mazón”, ironizó un dirigente socialista. El líder de Compromís, Joan Baldoví, fue más directo: “Es Mazón punto dos”.
Baldoví recordó que el candidato ha estado “en los dos pactos importantes que ha tenido el PP con Vox, arrodillándose y aceptando todas las premisas de la extrema derecha”. La crítica apunta al corazón de la estrategia popular: mantener la coalición sin ceder la imagen de dependencia ante Vox, un equilibrio que hasta ahora ha resultado precario.
Estabilidad y cesión
El nombramiento de Pérez Llorca supone, en la práctica, un intento de mantener la estabilidad sin provocar un terremoto político en plena legislatura. Pero también confirma que el PP valenciano continúa atado a la dinámica impuesta por Vox.
Feijóo busca proyectar moderación y solvencia, dos atributos que se ven erosionados cada vez que su partido necesita el aval de la extrema derecha para gobernar. En Valencia, ese dilema se vuelve especialmente visible: cualquier gesto hacia el centro puede tensar la coalición; cualquier concesión a Vox, alienar a los votantes moderados.
En el corto plazo, la prioridad del PP será asegurar los votos para que el relevo se formalice sin sobresaltos. En el medio plazo, Pérez Llorca deberá demostrar que puede ejercer liderazgo propio dentro de un marco de cohabitación cada vez más frágil.
Valencia, laboratorio del conservadurismo español
La Comunitat Valenciana se ha convertido en un laboratorio político para la derecha española. Lo que ocurra aquí anticipa los posibles escenarios de convivencia —o colisión— entre el PP y Vox en otros territorios. Si Pérez Llorca logra consolidar un gobierno estable, Feijóo podrá presentarlo como ejemplo de gestión responsable. Si fracasa, servirá de recordatorio de que la alianza con la extrema derecha sigue siendo un pacto con costes imprevisibles.
Por ahora, Génova apuesta por la continuidad y el control. Pero el desenlace dependerá de un socio que no oculta su intención de marcar el ritmo.
Y mientras tanto, en Valencia, el reloj político vuelve a correr al compás de Vox.