Vox le come los tobillos a Moreno Bonilla mientras Sánchez va camino de una nueva debacle

Según los datos del CIS Andaluz, Moreno Bonilla podría perder la mayoría absoluta debido al crecimiento de la extrema derecha, mientras que el PSOE-A se encamina hacia sus peores resultados de la historia, algo que ya es costumbre con Pedro Sánchez

20 de Octubre de 2025
Actualizado a las 12:37h
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El caos de la sanidad andaluza amenaza con moverle el sillón a Moreno Bonilla como ya lo hizo a Susana Díaz en 2018

Por primera vez en cuatro décadas, el Partido Popular parece haber tocado techo en Andalucía. El barómetro publicado por la Fundación Centra, dependiente de la Junta de Andalucía, confirma una tendencia que se arrastra desde 2022: Juanma Moreno Bonilla y el PP-A continúan siendo el eje central de la política andaluza. Pero el mismo sondeo sugiere también que ese dominio se encuentra más cerca de su techo que de un nuevo impulso.

Según el estudio, el PP andaluz lograría hoy el 40,7% de los votos, unos dos puntos menos que en los comicios de 2022, y obtendría entre 54 y 56 escaños, justo en el umbral de la mayoría absoluta (55). El PSOE-A, liderado por María Jesús Montero, apenas retendría el 23,3% de los sufragios, su cota más baja desde la instauración de la autonomía. Vox, con un 15,9%, consolida su papel de tercera fuerza, y la izquierda fragmentada (Sumar, Por Andalucía y Adelante Andalucía) apenas logra arañar algunos puntos de crecimiento.

En otras palabras, Moreno mantiene el poder, pero pierde impulso. Su ventaja de 17 puntos sobre el PSOE le asegura el control del Parlamento, aunque con menos margen que en 2022. El barómetro sugiere que la estabilidad política del sur de España depende, paradójicamente, de una mayoría que podría desvanecerse con un puñado de votos.

Desgaste

Desde su llegada a San Telmo, Moreno ha pretendido construir una imagen de gestión moderada, tecnocrática y alejada de los extremos ideológicos. Ese tono pragmático le permitió captar antiguos votantes socialistas y presentarse como el garante de la estabilidad económica en una región históricamente dominada por la izquierda.

Pero la normalización de su hegemonía también ha diluido parte del entusiasmo inicial. La encuesta de Centra muestra un desgaste en la simpatía hacia el PP (26,5%, frente al 20,5% del PSOE), pero una percepción estable de la situación política: más de la mitad de los andaluces cree que las cosas siguen igual que hace un año. En la lógica electoral, el estancamiento equivale a retroceso.

El sondeo no refleja aún el impacto de la crisis sanitaria derivada de los fallos en el programa de detección precoz del cáncer de mama, que estalló justo cuando el trabajo de campo del estudio llegaba a su fin. Pero en un contexto de alta sensibilidad institucional, cualquier escándalo puede erosionar la imagen de eficiencia que sostiene al Gobierno de Moreno.

Izquierda sin brújula

Si el PP experimenta el desgaste de la gestión, la izquierda andaluza padece la anemia de la identidad. El PSOE-A, antaño fuerza natural de gobierno, continúa sin ofrecer un relato convincente sobre su papel en la Andalucía contemporánea. María Jesús Montero, actual ministra de Hacienda y figura nacional del partido, no logra proyectar un liderazgo propio en la región: su valoración se queda en 3,74 puntos, muy por debajo de Moreno, que roza el aprobado.

El espacio a su izquierda tampoco logra recomponerse. Sumar y Por Andalucía apenas suman el 8% de los votos, y Adelante Andalucía (6,4%) mejora levemente, aunque sin capacidad de disputar influencia real. En conjunto, la izquierda alternativa sigue fragmentada, dividida por estrategias locales y sin una narrativa común sobre los grandes temas andaluces: el empleo, la desigualdad y la transición energética.

En este escenario, la oposición socialista parece atrapada entre dos dilemas: recuperar a sus votantes tradicionales de clase media rural o intentar competir con el progresismo urbano de las nuevas izquierdas. Hasta ahora, no ha conseguido ni una cosa ni la otra.

Vox sigue creciendo

Mientras tanto, Vox crece con constancia. Su 15,9% de intención de voto confirma una base consolidada en provincias como Almería, Cádiz o Huelva, donde la inmigración, la inseguridad y el coste de la vida han alimentado su discurso. Sin embargo, la fuerza de Santiago Abascal sigue lejos de ser determinante: aun con 18 escaños, no sería imprescindible para que Moreno gobierne.

La paradoja es que la estabilidad institucional del PP se asienta, precisamente, en su capacidad de prescindir de Vox. Moreno ha construido su liderazgo sobre una “mayoría tranquila”, que prefiere una derecha gestionaria antes que una populista. Esa distancia, bien medida, es la que explica el atractivo del presidente andaluz más allá de sus fronteras.

Política como gestión del statu quo

Los datos del barómetro dejan entrever un electorado andaluz pragmático, poco inclinado a los sobresaltos. El 56% considera que la situación política es similar a la de hace un año; el 58% cree que seguirá igual dentro de otro. En un país marcado por el conflicto político nacional, Andalucía emerge como un espacio de moderación y continuidad.

Esa calma, sin embargo, puede esconder un agotamiento de fondo. La percepción de mejora económica apenas alcanza al 20% de los encuestados, mientras que casi un tercio prevé un empeoramiento. La estabilidad, sin crecimiento, es solo una pausa antes del desencanto.

En este contexto, Moreno se convierte en el rostro de una Andalucía satisfecha pero no entusiasmada, y el PSOE en el reflejo de una izquierda que no encuentra su camino. A dos años de las elecciones de 2026, el mapa político parece definido. Pero bajo la superficie, las corrientes cambian lentamente.

Porque en Andalucía, como en toda España, las mayorías ya no se conquistan: se administran.

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