Las crisis de cualquier tipo, ya sean políticas, sanitarias o económicas, siempre acumulan una batería de imágenes, declaraciones o protagonistas que resumen mejor que mil palabras cualquier sesudo análisis que se plantee para desentrañar sus más ocultas causas. Aún no se ha cumplido un mes desde que se hiciera público el escándalo sanitario de los cribados fallidos del cáncer de mama en Andalucía y el vendaval ya acumula alguna que otra dimisión de importancia, consejera incluida, la promesa de una lluvia de millones de euros para reparar todo el sistema sanitario público andaluz de arriba abajo, a escaso medio año de la convocatoria de unas nuevas elecciones andaluzas, y la investigación de la Fiscalía tras varias denuncias de asociaciones y partidos políticos de la oposición.
Las tres imágenes y rostros que mejor pueden resumir a estas alturas el que es el mayor escándalo sanitario de la autonomía andaluza son, sin duda, el sillón vacío del presidente andaluz durante el debate monográfico de este miércoles pasado sobre el estado de la sanidad en el Parlamento autonómico, que la oposición venía reclamando insistentemente desde hace dos años y medio; la teta de Anabel, ya tristemente famosa desde la exposición de la portavoz de Por Andalucía, Inmaculada Nieto, para denunciar la presunta manipulación de su historial clínico después de una más que dudosa y oportuna caída del sistema informático de la Consejería de Salud; y por último, Ángela Claverol, la presidenta y portavoz de la asociación de mujeres afectadas por el cáncer de mama que destapó los fallos del Servicio Andaluz de Salud (SAS), Amama Sevilla, que ha denunciado sin tapujos y sin pelos en la lengua la situación de clamoroso abandono que viven estas mujeres por parte de la Administración pública. Quizá por ello está siendo víctima de una impresentable campaña en redes sociales y también desde medios de comunicación afines a la derecha para desprestigiar la labor de décadas de su asociación e intentar vincularla con el PSOE, en una estrategia del calamar en la que también ha participado el propio Moreno Bonilla al poner en duda los verdaderos intereses de estas mujeres víctimas del cáncer de mama, que han convocado para este domingo una concentración de protesta ante la sede de la presidencia de la Junta, el Palacio de San Tempo de Sevilla.

En todas estas semanas, el Gobierno de Moreno Bonilla, lejos de aparentar querer solucionar el descomunal fallo del sistema sanitario público e ir al tuétano de la crisis, ha ahormado una lluvia de promesas claramente inalcanzables, como la de la contratación de, nada más y nada menos, que 70 radiólogos, mientras señala directamente a las mujeres víctimas de este fallo sistémico reconocido por el propio presidente andaluz, como propaladoras de “infundios”, con el único objetivo de frenar la búsqueda de justicia, reparación y verdad en que andan embarcadas en estos momentos tan críticos.
La “mano tendida” que ha ofrecido esta semana en el Parlamento andaluz Antonio Sanz, el nuevo consejero de Sanidad de Moreno Bonilla, el cuarto en seis años y medio de mandato, no tiene visos de ser más que un señuelo de viejo lobo político para intentar acallar a una oposición, tanto a derecha (Vox) como a la izquierda del Partido Popular (PSOE, Por Andalucía y Adelante Andalucía) que está dispuesta a ir hasta el fondo de un asunto del que, a día de hoy, aún no se conoce el origen de los cribados fallidos ni el número real de afectadas, porque las casi 2.000 mujeres que reconoció en un primer momento el Gobierno andaluz, después de decir que eran “tres o cuatro casos”, ya son “más de 2.000” según las palabras de este jueves del propio Moreno Bonilla en el pleno parlamentario.
No ocultan Moreno Bonilla y Sanz su claro interés en parapetarse tras los profesionales sanitarios y acercar ese ascua a su sardina en un intento que da muestras de huida a la desesperada en un caso que siempre los ha sobrepasado
1.- El sillón vacío de Moreno Bonilla. Las ausencias de líderes políticos en debates parlamentarios claves hablan más de lo que puede parecer a priori. Que se lo digan a Mariano Rajoy o al histórico Javier Arenas en un ya lejano debate electoral clave para sus intereses políticos. En política, los sillones vacíos gritan y convierten en inútil cualquier excusa que se ponga para frenar esa imagen demoledora de ausencia. El presidente andaluz abandonó a los veinte minutos un pleno monográfico sobre el estado de la sanidad pública andaluza que la oposición venía reclamando desde hace dos años y medio, y al que el PP se ha opuesto una y otra vez de forma reiterada. No quiso escuchar a la oposición ni su diagnóstico de la crítica situación de la sanidad pública andaluza, dijo estar “gestionando” en su despacho, Moreno Bonilla dixit. Se debatía sobre el escándalo sanitario más grave que ha sufrido el sistema público andaluz en su historia y Moreno Bonilla decide irse. La metáfora se cuenta sola. Por cierto, Rajoy perdió la histórica moción de censura de Pedro Sánchez contra su gobierno y Arenas ganó las autonómicas de aquel 2012 pero no pudo gobernar Andalucía.
2.- La teta de Anabel. De entrada, ojalá que esta mujer anónima que se convirtió en protagonista absoluta en el pleno parlamentario de este jueves en Andalucía esté recuperándose satisfactoriamente de su dolencia. Su caso ha puesto sobre la mesa una realidad que el ejecutivo andaluz sigue negando tajantemente, e incluso un airado Moreno Bonilla recriminaba a la portavoz de Por Andalucía que acusara gravemente a los propios profesionales sanitarios de manipular pruebas diagnósticas. No ocultan tanto el presidente andaluz como su fiel escudero y ahora consejero de Sanidad su claro interés en parapetarse tras los profesionales sanitarios para acercar ese ascua a su sardina en un intento que, a todas luces, da muestras de huida a la desesperada de un caso que siempre ha sobrepasado cualquier estrategia del equipo de asesores de Moreno Bonilla.
El manto de la sospecha se cierne sobre el ejecutivo andaluz, y no por casualidad. No han sido pocas las medias verdades, falsedades absolutas y manipulaciones que han acumulado Moreno Bonilla y su equipo de gobierno en menos de un mes desde el estallido de este escándalo sanitario. Pese al empeño en intentar explicar que las manipulaciones de los historiales clínicos son poco menos que imposibles, el goteo de casos de mujeres que han visto alteradas sus mamografías después del solventada la caída informática de los sistemas del SAS no hacen más que corroborar las denuncias que Amama viene recogiendo de manera incesante de centenares de casos desde que el 28 de diciembre la Cadena Ser adelantara el escándalo.

3. Ángela Claverol. A estas alturas de la crisis, la presidenta de Amama Sevilla no tiene miedo a nada ni a nadie, por eso le importa poco ser tan clara y transparente como el agua. Acusarla a ella y a todas las mujeres que integran esta asociación, con décadas de experiencia en apoyo a estas enfermas, de interés político en favor del PSOE es una estrategia miserable que se responde sola. Tanto es así que la campaña anónima orquestada en redes sociales para desprestigiar su labor se ha desmoronado como azucarillo en agua una vez conocidas las reuniones de estas mujeres también con altos responsables municipales y autonómicos de gobiernos del PP. El trabajo incansable de estas mujeres por denunciar su situación alarmante no surge de la noche a la mañana. Claverol no se ha cansado de repetir que lo vienen denunciando desde hace años, incluso personalmente a los dos consejeros de Salud precesores de la dimitida Rocío Hernández. El silencio ha sido la respuesta. Hasta que todo se precipitó hace menos de un mes.