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El PP abandona al PP

16 de Septiembre de 2025
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Aznar, Feijóo, Ayuso y Rajoy en la clausura del Congreso nacional del PP este domingo, foto PP
Aznar, Feijóo, Ayuso y Rajoy en la clausura del Congreso nacional del PP este domingo, foto PP

No hay día en el que no escuchemos un exabrupto, una declaración fuera de lugar o sin sentido, o un insulto abyecto, zafio y provocador de alguno de los portavoces clónicos del PP, que polariza y acrecienta su alejamiento de lo que dicen representar: una derecha moderada capaz de solucionar los problemas de la ciudadanía y de entenderse con todas las formaciones políticas, un partido de Estado, como repite hasta la saciedad su actual líder Feijóo. Mensaje que desmienten con denuedo cada vez que abren la boca —una cosa es predicar y otra dar trigo—, cuando huyen de la realidad objetiva para no pronunciarse o desdecirse sobre los asuntos espinosos de la actualidad, centrados obsesivamente en recuperar, a costa de lo que sea y cuanto antes, el poder que les ha robado la izquierda comunista bolivariana.

Estrategia con la que el PP desarrolla un proyecto político errático y sin propuestas, que ya no representa los valores clásicos de la derecha y menos de la europea que mantiene sus postulados ideológicos, pero se abre a negociar y llegar a acuerdos con el oponente sobre los asuntos que afectan a la ciudadanía en su día a día, y escucha las demandas que la mayoría social reclama sobre los que se pronuncian sin esconderse. De este modo, el PP renuncia a los tres millones y medio de españoles que dan las mayorías, si no absolutas si los votos suficientes para gobernar España. Votantes guiados por la ideología de la moderación cuyo voto bascula entre el centro derecha y centro izquierda, según la confianza y estabilidad social que le ofrecen en cada momento ante los retos de una sociedad tecnologizada y en continuo cambio. El PP radicalizado de hoy no ofrece esa moderación.

Radicalidad de sus dirigentes azuzada por la presión que ejerce en su cogote la ultraderecha de Vox, de la que no saben cómo desprenderse por falta estrategas con conocimiento y fuste político, que les lleva a caer en la imitación ridícula del discurso ultraderechista basado en dar la batalla ideológica a la izquierda, cuyo epítome es la irrealidad absurda que enseñorea la mente de Isabel Díaz Ayuso, convertida en adalid de la lucha contra la izquierda por los oráculos áulicos de la derecha más rancia (Aznar, Miguel Ángel Rodríguez y Esperanza Aguirre). Así el PP se trasforma en un proyecto mesiánico que requiere de un gurú, IDA, y unos seguidores radicalizados (hooligans). Deriva a la que Feijóo se pliega por adolecer de personalidad para imponer su liderazgo: las raras veces que aporta una idea de mínima moderación, es reconvenido automáticamente por quien le disputa el liderazgo. Entonces Feijóo calla y otorga.

Así el PP abandona su esencia y se suma al populismo radical y disruptivo del que Trump es el sumo sacerdote, que una vez en el poder pretende mantenerse en él derruyendo las instituciones y contrapesos del sistema democrático, para implantar una democracia sin derechos ni estado del bienestar. La democracia iliberal definida por el escritor y profesor universitario, Yascha Mounk, en su ensayo El pueblo contra la democracia, en el que describe las razones del auge del populismo y el objetivo de su propuesta política.

Radicalización que deriva en una táctica del absurdo que aleja al PP de sus votantes naturales, la derecha moderada, y convierte al partido en herramienta del populismo que socava el sistema democrático, debilitando sus instituciones por la vía de no reconocer la legalidad cuando no les beneficia, origen de su obsesión cainita contra el actual Gobierno democrático que siguen sin reconocer. Que pasa por recortar el estado del bienestar— como hacen donde gobiernan——, para que afloren las deficiencias en los servicios públicos para justificar y difundir la idea falaz de que nada funciona y todo es un caos, un desastre, provocado por la izquierda que solo se arregla con la vuelta a un gobierno de ordeno y mando que dé la seguridad en el futuro que la izquierda no ofrece.

Éste es el verdadero peligro que corre la democracia que hay que desmontar poniendo en cuarentena los mensajes simplistas y viscerales que anulan la reflexión sobre la realidad objetiva y objetivable, que obliga a los demócratas a estar siempre alerta frente a quienes quieren acabar con el sistema democrático de derechos y libertades. Si no tomamos conciencia del peligro, luego no nos quejemos de que una dictadura enmascarada nos gobierne.   

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