Mazón dimite faltando a la verdad

El expresidente valenciano se despide con un discurso plagado de falsedades y contradicciones para eludir responsabilidades por la tragedia del 29 de octubre

03 de Noviembre de 2025
Actualizado a las 10:14h
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Mazón en una imagen de archivo
Mazón en una imagen de archivo

Carlos Mazón anunció su dimisión, sin pronunciar esa palabra, como presidente de la Generalitat Valenciana con un discurso cuidadosamente elaborado para presentarse como una víctima de la tragedia y del supuesto abandono del Gobierno central. Sin embargo, tras su aparente tono emotivo y conciliador, se esconden afirmaciones falsas, medias verdades y un intento calculado de reescribir los hechos que marcaron el peor desastre natural reciente en la Comunitat Valenciana.

El texto de su comparecencia, leído con tono pausado y referencias constantes al “dolor de las víctimas”, estaba repleto de contradicciones. Mazón se atribuye logros inexistentes, responsabiliza al Ejecutivo central de decisiones que dependían exclusivamente de su Gobierno autonómico y omite los errores que agravaron las consecuencias de una gestión de emergencia marcada por la improvisación y la falta de coordinación.

Un discurso construido sobre mentiras

Uno de los pilares del relato de Mazón es la idea de que la Generalitat actuó “sola”, sin ayuda del Estado. La realidad es que el Gobierno central activó desde el primer momento los protocolos de emergencia, movilizando a la UME (Unidad Militar de Emergencias), Protección Civil, Guardia Civil y equipos de Salvamento Marítimo. La asistencia del Ejecutivo fue inmediata y documentada, como muestran los registros oficiales de la Delegación del Gobierno en la Comunitat Valenciana.

Mazón también insiste en que “jamás un gobierno autonómico ha afrontado un reto semejante sin una sola aportación a fondo perdido del Gobierno”. Falso. El Consejo de Ministros aprobó ayudas directas y anticipos financieros, además de declarar zona catastrófica a las áreas afectadas. Lo que Mazón llama “endeudamiento forzado” fue en realidad un mecanismo ordinario de financiación autonómica al que acceden todas las comunidades.

Otro de los puntos más graves de su discurso es la acusación al Ejecutivo de haber “dejado solos” a los valencianos “por estrategia política”. No hay una sola prueba que sustente esa afirmación. En cambio, sí existen múltiples informes que evidencian la descoordinación interna entre la Generalitat, la Confederación Hidrográfica del Júcar y los servicios de emergencia autonómicos.

El intento de desviar la atención

Mazón pretende convertir su dimisión en un gesto de nobleza y sacrificio personal, cuando en realidad se trata de una huida hacia adelante. Asegura que se va “para no ser un obstáculo” en la reconstrucción, pero lo cierto es que abandona tras meses de pérdida de apoyo político y de desgaste social.

Durante su mandato, la falta de transparencia fue una constante. Nunca asumió su responsabilidad por no haber activado la alerta de emergencia nacional a tiempo, pese a las advertencias meteorológicas. La AEMET alertó de lluvias intensas con antelación suficiente, y varios municipios reclamaron la activación de protocolos que la Generalitat retrasó hasta que el desastre ya era inevitable.

La historia pondrá a cada cual en su lugar, pero hoy lo que queda claro es que Mazón no dimite por responsabilidad, sino porque ya nadie cree en sus palabras.

Su versión de que “nadie podía imaginar” la magnitud del temporal choca con los propios partes de emergencia que advertían del riesgo extremo. También es falso que “no se supiera” que el barranco del Pollo se desbordaba: los informes de la Confederación Hidrográfica del Júcar y los registros de la policía autonómica recogen que la situación era crítica horas antes de que se produjera la tragedia.

La manipulación emocional y el victimismo

Mazón recurre constantemente al dolor de las víctimas, pero su discurso instrumentaliza el sufrimiento ajeno para exonerarse de culpa. Habla de las “229 personas fallecidas” como si se tratara de un fenómeno natural inevitable, cuando muchas de esas muertes podrían haberse evitado con una gestión responsable y una respuesta más ágil.

Asegura haber “pedido perdón”, pero lo hace rodeado de justificaciones y reproches. Dice que cometió errores “sin mala fe”, pero al mismo tiempo acusa a otros de “campañas de odio” y de “aprovechar la tragedia para hacer política”. Es precisamente él quien convierte una tragedia humana en un instrumento político, al usar su despedida para atacar a sus adversarios y reivindicar su gestión.

También pretende victimizarse frente a los medios y a la opinión pública, afirmando que ha sido “insultado” y “acusado falsamente”. Pero el debate público no surgió de rumores, sino de hechos comprobados: su ausencia durante las horas críticas, la falta de coordinación con los municipios afectados y la improvisación en las decisiones clave que costaron vidas.

Las verdaderas razones de su marcha

Más allá del tono melodramático, la dimisión de Mazón responde a un contexto político insostenible. Su propio partido estaba dividido, los socios parlamentarios reclamaban cambios urgentes en la gestión y el desgaste ante la opinión pública era evidente. La imagen de un presidente superado por los acontecimientos, que intentaba justificarse con discursos plagados de contradicciones, resultaba ya insostenible.

Su dimisión no es un acto de responsabilidad, sino una estrategia para evitar un cese forzado o una moción de censura. El relato del sacrificio personal encubre una maniobra para preservar su futuro político y el de su entorno, dejando la Generalitat en manos de una mayoría que, según sus palabras, “siga bajando impuestos y defendiendo la libertad”. En otras palabras, Mazón convierte su despedida en un mitin ideológico disfrazado de autocrítica.

Un cierre sin autocrítica real

El expresidente cierra su comparecencia diciendo que “ha sido un honor servir a su tierra”, pero lo hace sin asumir responsabilidades reales ni reconocer los errores que marcaron su gestión. La tragedia del 29 de octubre sigue sin respuestas claras sobre por qué no se activaron las alertas, por qué fallaron los sistemas de medición o por qué se ignoraron las advertencias meteorológicas.

Mazón abandona el cargo, pero deja tras de sí una Comunidad herida, una administración endeudada y una sociedad que sigue esperando verdad y justicia. Su discurso, más que un acto de honestidad, fue el intento final de imponer una narrativa falsa antes de su retirada.

La historia pondrá a cada cual en su lugar, pero hoy lo que queda claro es que Mazón no dimite por responsabilidad, sino porque ya nadie cree en sus palabras.

 

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