El Kremlin confirmó este viernes haber recibido el marco del plan de paz presentado por Estados Unidos, ajustado tras las consultas en Ginebra con Ucrania y la Unión Europea. El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, subrayó que Moscú se mantiene cauteloso y que la próxima semana se celebrará una conversación directa sobre los parámetros del plan.
«Nos han comunicado los principales parámetros y la próxima semana tendrá lugar una conversación en Moscú», señaló Peskov en su habitual rueda telefónica diaria. Sin embargo, insistió en la necesidad de discreción: «No queremos comentar acerca de los avances sobre la paz con Ucrania en formato tan público, con megáfono», advirtió, evidenciando que cualquier filtración podría complicar las negociaciones.
El plan de Trump
El plan de paz, impulsado por la Administración Trump, se ha convertido en un rompecabezas diplomático. Steve Witkoff, enviado especial estadounidense, aún no tiene fecha confirmada para su visita a Moscú, lo que refleja la complejidad de conciliar los intereses de Estados Unidos, la Unión Europea y Ucrania con los objetivos geopolíticos de Rusia. La defensa pública de Vladimir Putin hacia Witkoff tras filtraciones de sus conversaciones indica que Moscú busca proteger la figura de su interlocutor estadounidense y mantener un control sobre la narrativa de las negociaciones.
El papel de Trump y de sus enviados ha generado reacciones encontradas en Occidente. Por un lado, la filtración del plan y su discusión pública han provocado críticas por la falta de transparencia; por otro, la Administración estadounidense insiste en que el enfoque busca acelerar un acuerdo que podría poner fin a años de conflicto en Ucrania.
Rusia cuestiona la legitimidad de Zelenski
A la prudencia diplomática se suma una estrategia política clara: Moscú vuelve a cuestionar la legitimidad del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski. Según el Kremlin, su mandato expiró en 2024 debido a la ley marcial y la imposibilidad de celebrar elecciones en un país en guerra y parcialmente ocupado por fuerzas extranjeras.
Esta objeción pone en duda la validez jurídica de cualquier acuerdo negociado con Ucrania y refuerza la narrativa rusa de que un pacto debe incluir no solo condiciones territoriales, sino también un marco legal que reconozca la posición de Rusia en Crimea y el Donbás, regiones que fueron anexadas en 2014 y 2022, respectivamente.
Reconocimiento territorial
La exigencia de Moscú es clara: cualquier acuerdo debe incluir un reconocimiento jurídico de las regiones conquistadas a Ucrania. La insistencia en este punto demuestra que, para Rusia, las negociaciones sobre paz no son solo un instrumento de cesión temporal, sino una oportunidad para consolidar sus ganancias territoriales.
Europa observa con atención, consciente de que la presión sobre Ucrania y Estados Unidos podría redefinir el equilibrio de poder en el continente. La mediación de la Unión Europea, junto con la presencia diplomática estadounidense en Ginebra, busca limitar los riesgos de un acuerdo que pudiera ser interpretado como una capitulación unilateral frente a Moscú.
Cautela y urgencia
El plan de paz de Trump afronta un escenario complejo: por un lado, la necesidad de encontrar una salida negociada al conflicto; por otro, la resistencia de Ucrania y la UE a cualquier acuerdo que legitime la expansión rusa. La discreción de Moscú y la estrategia de filtraciones controladas muestran que cada movimiento en este tablero internacional es cuidadosamente calculado.
En última instancia, la negociación no solo pondrá a prueba la habilidad diplomática de Trump y sus enviados, sino que también revelará hasta qué punto Europa y Ucrania pueden equilibrar la presión de Rusia sin ceder terreno político ni territorial. Mientras la comunidad internacional espera, la crisis ucraniana sigue siendo un recordatorio de que la paz es tan frágil como los compromisos que las potencias están dispuestas a asumir.
