El ‘no’ alemán tumba el Chat Control y obliga a Europa a repensar sus límites

La negativa germana bloquea el Reglamento de “Chat Control”, que aspiraba a escanear millones de mensajes cifrados en toda Europa

14 de Octubre de 2025
Actualizado a las 10:58h
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El ‘no’ alemán tumba el Chat Control y obliga a Europa a repensar sus límites

El giro alemán ha frenado la mayoría necesaria para aprobar un controversial reglamento europeo que habría impuesto un escaneo automático de chats privados. Mientras tanto, los defensores del control masivo no han cedido terreno. En la pugna emergen tensiones entre el derecho a la intimidad digital y una interpretación creciente del Estado como vigilante omnipresente.

Alemania se planta: triunfo técnico, victoria simbólica

Alemania decidió no respaldar la versión actual del proyecto conocido como Chat Control, dejando la iniciativa sin los votos precisos en el Consejo de la UE. Con ello, el país germano se convierte en obstáculo central para la aprobación del reglamento tal como lo proponía la Comisión.

La ministra de Justicia alemana advirtió que no aceptarán vigilancia generalizada de las comunicaciones privadas. Un portavoz parlamentario comparó el escaneo indiscriminado con abrir “todas las cartas” sin causa. Esa metáfora define el carácter alambicado del texto técnico que se pretendía imponer.

El bloqueo alemán no significa el fin del debate, pero sí obliga a la Comisión y los Estados partidarios a redibujar el plan. Las negociaciones —ya tensas— deberán ahora considerar concesiones o supresiones que permitan equilibrar la urgencia de proteger a menores con garantías mínimas de privacidad.

Chat Control: del cifrado al escrutinio

Bajo su denominación formal como Reglamento para prevenir y combatir el abuso sexual infantil, la norma conocida como Chat Control pretende obligar a plataformas de mensajería y correo a escanear contenido en busca de señales de abuso, incluso antes de que los mensajes sean cifrados: es decir, en origen, en cada dispositivo.

Este mecanismo —conocido como client-side scanning— transforma cada smartphone en un nodo de vigilancia preventiva. Las apps como WhatsApp, Telegram o Signal verían comprometido el principio de cifrado extremo a extremo: el proyecto impondría que cada contenido (texto, foto, vídeo) sea analizado por algoritmos antes de su encriptación.

Los críticos —entre ellos organizaciones de derechos digitales— argumentan que el dispositivo pierde su autonomía: deja de ser espacio individual seguro y se convierte en punto de control al servicio de un sistema de alertas automatizadas.

Algunos riesgos técnicos saltan a la vista:

  • Falsos positivos: errores algorítmicos podrían marcar comunicaciones legítimas como sospechosas, desencadenando revisiones indebidas.

  • “Function creep”: una vez establecida la infraestructura, su uso podría extenderse más allá del abuso infantil hacia otros ámbitos.

  • Apertura de puertas ocultas: mecanismos de escaneo implican mayor complejidad, lo que aumenta la superficie de vulnerabilidades y posibles ataques externos.

Para muchos expertos, la ley tal como estaba redactada chocaba frontalmente con principios consagrados: secreto de las comunicaciones, proporcionalidad, control judicial previo. El Parlamento europeo, en comisiones especializadas, ya sostuvo reservas sobre la constitucionalidad de imponer vigilancia general.

España entre bastidores: cliente habitual del control

España figura entre los países que han apoyado activamente el proyecto. Desde entidades y plataformas digitales se ha pedido al Ejecutivo que revise su postura. Sin embargo, hasta ahora, el respaldo institucional no ha sido objeto de un debate público profundo que reconozca las implicaciones técnicas y sociales del texto.

El hecho de que Alemania suspenda su apoyo otorga un respiro al activismo digital, pero también una oportunidad para que el gobierno español evalúe críticamente su adhesión. No basta con declararse “proteger a menores”: las formas importan tanto como el fondo.

Mientras tanto, el conflicto entre vigilancia y libertad digital seguirá abierto. El escudo tecnológico y jurídico que muchos dan por sentado —celular cifrado, mensajes privados sin mirillas— no está garantizado salvo que sectores técnicos, ciudadanos y legisladores pongan atención al detalle técnico, no solo al titular sensacionalista.

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