Herzog se aferra a la institucionalidad mientras Netanyahu busca blindarse bajo el “interés del Estado”

El presidente israelí evita un choque frontal pero deja claro que su decisión sobre el indulto no dependerá del dramatismo político que el primer ministro ha fabricado a su alrededor

02 de Diciembre de 2025
Actualizado a las 9:30h
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Herzog se aferra a la institucionalidad mientras Netanyahu busca blindarse bajo el “interés del Estado”

En Israel, lo urgente y lo conveniente se han mezclado tantas veces en la trayectoria de Benjamin Netanyahu que ya resulta difícil deslindar qué pertenece al interés público y qué forma parte de su estrategia de resistencia personal. La última maniobra del primer ministro —solicitar al presidente Isaac Herzog un indulto mientras está siendo juzgado por corrupción, fraude, abuso de confianza y soborno— ha llevado esta confusión a su punto más explícito. Bajo la fórmula del “interés del Estado”, Netanyahu intenta lo que no ha conseguido en los tribunales: frenar un proceso que avanza con más lentitud de la que él quisiera, pero avanza.

Herzog respondió este lunes con un mensaje que, leído en clave institucional, es casi una advertencia: “Consideraré únicamente los intereses del Estado de Israel y de la sociedad israelí”. El presidente no elevó el tono. No necesitaba hacerlo. La sobriedad es, en realidad, la forma más eficaz de marcar distancias frente a un dirigente que lleva años desplazando los límites entre liderazgo y supervivencia judicial.

La petición llega en un momento especialmente delicado para Israel, con un país dividido y movilizado en la calle por la sospecha —razonada— de que Netanyahu intenta blindarse aprovechando el clima de excepcionalidad generado por la guerra en Gaza. La narrativa es la de siempre: la responsabilidad histórica como excusa, la unidad nacional como paraguas, y los procesos en su contra como un lastre que perjudica la gestión gubernamental.

Pero la respuesta social ha sido rápida. Decenas de manifestantes rodearon la residencia presidencial, reclamando a Herzog que no legitime una operación que convertiría la clemencia en una herramienta de autoprotección política. Resulta significativo que el presidente haya debido aclarar que las presiones —incluidas las de quienes se expresan con un lenguaje cada vez más agresivo— “no le afectan”. Un aviso implícito: el indulto no será moneda en un intercambio de conveniencias.

La presión exterior tampoco es menor. Donald Trump, en un gesto que ilustra bien la sintonía entre ambos líderes, ha enviado incluso una carta al presidente israelí para sugerir que el indulto se conceda cuanto antes. Cuesta encontrar en la diplomacia comparada un ejemplo de mayor intromisión directa en el procedimiento judicial de un país aliado.

Netanyahu, por su parte, se declara víctima de una “caza de brujas”. Nada nuevo, salvo que esta vez lo hace desde el despacho del primer ministro en ejercicio, y no desde los banquillos donde se analiza, con detalle clínico, su relación con empresarios y magnates mediáticos.

Los casos que Netanyahu quiere dejar atrás sin juicio

La gravedad de las causas explica la inquietud institucional:

  • Caso 1.000: regalos de lujo —cigarros, champán y joyería— ofrecidos por el productor Arnon Milchan a cambio de favores políticos.

  • Caso 2.000: negociaciones con el editor de Yedioth Ahronoth para obtener cobertura favorable a cambio de perjudicar a un periódico rival.

  • Caso 4.000: presunto soborno al empresario Shaul Elovich, dueño de Bezeq y Walla News, para moldear la agenda informativa a su favor cuando Netanyahu dirigía el Ministerio de Comunicaciones.

La imagen no es precisamente la de un líder forzado por las circunstancias, sino la de un primer ministro que lleva años tratando de convertir en un plebiscito lo que son causas penales.

Herzog, último dique de contención

El presidente israelí se encuentra ahora ante una decisión que no solo definirá su mandato, sino el funcionamiento futuro de las instituciones del país. Si concede el indulto, asumirá la lectura pública de que el poder político puede corregir al judicial cuando lo considera oportuno; si lo rechaza, enfrentará la campaña orquestada por un primer ministro que ha demostrado sobradamente su capacidad para envolver cualquier revés en un discurso de victimización.

Que Herzog se haya visto obligado a explicar que el proceso será “correcto y preciso” da la medida del desgaste institucional que arrastra Israel. No es solo la figura del primer ministro lo que está en cuestión; es el propio equilibrio de poderes. Y en un contexto en el que la reforma judicial impulsada por Netanyahu incendió las calles hace apenas dos años, la posibilidad de que ahora se le indulte para evitar un juicio completo difícilmente puede presentarse como un gesto de “reconciliación nacional”.

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