Maldice Fernando Alonso a sus mecánicos, se caga en todo lo cagable. ¡Nueve segundos! Le han hecho perder nueve segundos durante la parada obligatoria para cambiar neumáticos.
Después de todo lo que había trabajado, salir como un cohete y adelantar dos posiciones, ahora su carrera ya está arruinada.
Pero siente tanta rabia y es tan buen piloto y tan dueño de sí mismo, que logra la alquimia de transformar esa rabia en potencia y velocidad.
Cuando adelanta en pista nada menos que a Isack Hadjar, en un circuito como el de Singapur donde, como repiten siempre los comentaristas hasta la extenuación, no se puede adelantar.
Se asombra de sí mismo, se designa y nombra como HÉROE DE LA CARRERA. Y en verdad es el adelantamiento más bonito, la maniobra más bella, y más valiente, y la más genial, de la carrera.
Hasta los dioses se asombran y le aplauden, y le hacen ganar un puesto más; de manera sibilina, dejando al hombre que le hizo perder su tercer mundial, Lewis Hamilton, sin frenos.
Hamilton, que está demostrando ahora en Ferrari que no es tan grande ni como sus números ni como su leyenda. Cuando Alonso estaba en Ferrari siempre batió a sus compañeros de equipo y tres veces acabó siendo subcampeón mundial.
Matador es un piropo que dicen los franceses a todos los grandes españoles, especialmente en el mundo del deporte. Hace mucho que llaman así también a Fernando Alonso, don Fernando Alonso, el Matador.
Había otros pilotos en la pista, acabaron los veinte que empezaron la carrera, pero Héroe sólo se le puede llamar a uno, al que se lo llamó a sí mismo después del adelantamiento mágico, imposible y magistral.
¡Matador!
Tigre Tigre