Un viaje de cinco siglos: BBVA abre al público el corazón clásico de su colección de arte

El Palacio de San Nicolás de Bilbao reúne obras de Goya, Sorolla, Murillo o Zuloaga en una muestra gratuita que recorre la construcción visual de Europa

15 de Noviembre de 2025
Actualizado el 17 de noviembre
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Clásicos y modernos. Obras maestras de la Colección BBVA
Clásicos y modernos. Obras maestras de la Colección BBVA

La mayoría de la gente sabe que los bancos guardan dinero. Mucha menos gente sabe que algunos atesoran también miles de cuadros, esculturas y objetos que rara vez ven la luz. BBVA ha decidido abrir esa “cámara del tesoro” y enseñar una parte esencial de su patrimonio artístico en Bilbao, con una exposición que propone algo más que un simple desfile de obras maestras: una lectura visual de cómo se ha construido Europa durante los últimos cinco siglos.

Bajo el título Clásicos y modernos. Obras maestras de la Colección BBVA, la muestra reúne en el Palacio de San Nicolás una selección de piezas fechadas entre el siglo XVI y los primeros años del siglo XX. El público podrá visitarla del 4 de julio al 12 de octubre de 2025, con entrada gratuita y un amplio horario de apertura, de lunes a domingo, de 11.00 a 19.00 horas, salvo algunos días de cierre puntuales en verano.

Colección BBVA
Colección BBVA

Detrás del proyecto está el historiador del arte Pablo González Tornel, director del Museo de Bellas Artes de Valencia, que firma el comisariado y ha articulado el recorrido con la mirada de quien lleva años interrogando a los cuadros para que cuenten algo más que una historia de estilos.

Una colección privada que retrata a Europa

La colección artística de BBVA es una de las más amplias del país: cerca de nueve mil piezas que proceden de distintas entidades financieras y realidades territoriales que acabaron integrándose en el grupo. Ese origen diverso podría haber dado lugar a un conjunto disperso, pero el resultado es casi lo contrario: una panorámica muy rica, en la que se cruzan escuelas, épocas y sensibilidades.

La exposición de Bilbao se centra en el núcleo clásico de ese fondo: pinturas que van de la llamada “alta época” a la pintura del XIX y de entresiglos. A pesar de la distancia temporal, todas comparten un hilo conductor claro: el realismo figurativo, tal y como se definió en Flandes e Italia desde comienzos del XVI. Es decir, una forma de pintar que aspira a convencer al ojo de que lo que ve podría tocarse.

Piete Snayers. 'Fiesta de los ballesteros ante la iglesia de Nuestra Señora de Sablon' (1651). Óleo sobre tabla. ©Colección BBVA
Piete Snayers. 'Fiesta de los ballesteros ante la iglesia de Nuestra Señora de Sablon' (1651). Óleo sobre tabla. ©Colección BBVA

Los nombres que desfilan por las paredes del Palacio de San Nicolás son, en muchos casos, viejos conocidos del público: Murillo, Van Dyck, Brueghel, Pantoja de la Cruz, Goya, Sorolla, Zuloaga…. Pero aquí no se presentan como piezas sueltas, sino como parte de una misma conversación sobre poder, fe, dinero, paisaje, trabajo y vida cotidiana.

De los reyes y los dioses al ciudadano moderno

El recorrido se organiza en varios ámbitos temáticos que funcionan como capítulos de un libro de historia contado en imágenes.

El primero, “El tiempo de los reyes y los dioses”, se adentra en el uso político y religioso de la pintura entre los siglos XVI y XVIII. En esos lienzos se reconoce a monarcas que se representan como soberanos incontestables, pero también a santos, vírgenes y episodios bíblicos cargados de emoción. No se trata solo de devoción: la imagen religiosa fue, en la Europa posterior a la Reforma protestante, una herramienta de persuasión y de control social tan poderosa como el púlpito.

Tomás Yepes. 'Bodegón en un paisaje (sandía)' (1650 1660). Óleo sobre lienzo. ©Colección BBVA
Tomás Yepes. 'Bodegón en un paisaje (sandía)' (1650 1660). Óleo sobre lienzo. ©Colección BBVA

En paralelo, la muestra presta una atención especial al retrato, ese género que condensa como pocos la idea de que cada individuo tiene derecho a ser mirado y recordado. Reyes y nobles se encargan cuadros para reafirmar su linaje, pero pronto la burguesía emergente toma el relevo. Comerciantes, banqueros, escritores o funcionarios se sientan ante el pintor para fijar su imagen y su estatus. En algunos casos, el modelo es el mundo romano, visible en perfiles casi de moneda; en otros, lo que importa es la intensidad psicológica o la presencia física.

El autorretrato es un punto aparte: cuando el artista se pinta a sí mismo, no solo se asegura un lugar en la memoria, también reclama un espacio propio en la escala social. Ya no es solo el artesano del taller, sino un creador que se sabe imprescindible.

Paisajes, bodegones y escenas cotidianas: cuando el arte entra en las casas

Otro de los bloques se centra en lo que los historiadores llaman pintura de género: paisajes, bodegones y escenas de costumbres. Son cuadros en los que no aparece ningún personaje “famoso”, ni se relata un episodio bíblico o histórico concreto. No hay un encargo de un rey o de una orden religiosa, sino una oferta dirigida a un mercado cada vez más amplio.

Con el auge de Flandes y Holanda como potencias comerciales, ciudades como Amberes se convierten en verdaderas fábricas de imágenes. Pintores muy especializados firman flores, animales, vistas de puertos, interiores domésticos o campos labrados con un nivel de detalle casi obsesivo. No son obras menores: su éxito está ligado al ascenso de una clase media que quiere decorar sus casas y mostrar su prosperidad.

Santiago Rusiñol Jardines de Monforte IV 1917 Colección BBVA España
Santiago Rusiñol Jardines de Monforte IV 1917 Colección BBVA España

En estas salas, el visitante puede seguir cómo esos géneros viajan y se adaptan a otros contextos, incluida la España del Siglo de Oro y los siglos posteriores. La naturaleza, la mesa servida o la vida campesina dejan de ser mero telón de fondo para convertirse en protagonistas.

La sacudida del siglo XIX y el salto a la modernidad

La parte final de la exposición se adentra en el siglo XIX y los inicios del XX, un periodo en el que Europa vive revoluciones políticas, sociales y tecnológicas que también transforman la manera de pintar. La caída del Antiguo Régimen, las revoluciones liberales, la industrialización y el crecimiento de las ciudades alteran las jerarquías tradicionales, y el sistema académico de las artes empieza a resquebrajarse.

En este contexto, los salones y certámenes se multiplican, el mercado del arte se consolida y la clientela se diversifica. Tras un primer empuje romántico, el realismo se impone en buena parte de la pintura española de fin de siglo. Autores como Raimundo de Madrazo, Carlos de Haes, Ramón Martí i Alsina, Francisco Domingo Marqués o Joaquín Sorolla registran escenas de la vida contemporánea con una mezcla de rigor y lirismo que convierte sus lienzos en documentos visuales de una época en transición.

Darío de Regoyos y Valdés Derribos (Granada) 1911 Colección BBVA España
Darío de Regoyos y Valdés Derribos (Granada) 1911 Colección BBVA España

A su lado, se desarrolla en Cataluña un modernismo refinado, atento a lo que ocurre en París, de la mano de artistas como Ramón Casas, Joan Llimona o Santiago Rusiñol. Y otros pintores, como Darío de Regoyos o Ignacio Zuloaga, ofrecen una mirada mucho más áspera y crítica sobre la realidad española, ligada a la crisis del 98 y a la reflexión sobre el atraso del país frente a Europa.

Este cruce de miradas muestra hasta qué punto el “clasicismo” puede ser también moderno, y cómo ciertas preguntas sobre identidad, territorio o desigualdad siguen resonando en el siglo XXI.

Una cita abierta a todo el mundo

BBVA ha querido que este proyecto tenga un marcado carácter público y accesible. La entrada es libre, el horario es amplio y se han programado visitas guiadas gratuitas en castellano, gestionadas por Sedena, los miércoles a las 17.30 y los sábados a las 12.00, previa inscripción. También se han previsto facilidades para grupos con guía propio y para personas con movilidad reducida, con acceso en silla de ruedas por la calle Fueros.

La exposición se ha realizado en colaboración con el Museo de Bellas Artes de Valencia, lo que refuerza la conexión entre la colección corporativa y las instituciones públicas que custodian el patrimonio común. Además, se ofrece una visita virtual, que permite asomarse a las salas desde cualquier lugar, una forma de extender la experiencia más allá de los muros del edificio histórico de San Nicolás.

Francisco ITURRINO Mujer con abanico 1910 Colección BBVA
Francisco ITURRINO Mujer con abanico 1910 Colección BBVA

Quien se acerque a Bilbao este verano no encontrará solo un conjunto de cuadros bonitos colgados en la pared. Encontrará una especie de espejo de larga duración: cinco siglos de historia condensados en rostros, paisajes y escenas de la vida cotidiana que explican, a golpe de pincel, cómo se ha ido imaginando Europa a sí misma. Y la oportunidad, poco frecuente, de ver de cerca un patrimonio que normalmente permanece en las reservas de un banco.

 

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