Picasso y Klee, un diálogo entre el instinto y el alma en el Thyssen

El museo madrileño traza un recorrido que enlaza a dos creadores opuestos y complementarios a partir del legado de Heinz Berggruen

02 de Noviembre de 2025
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PICASSO Y KLEE EN LA COLECCIÓN DE HEINZ BERGGRUEN
PICASSO Y KLEE EN LA COLECCIÓN DE HEINZ BERGGRUEN

El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza reúne más de sesenta piezas para cartografiar la sintonía creativa entre Pablo Picasso y Paul Klee. Picasso y Klee en la colección de Heinz Berggruen propone un relato que va más allá del cotejo formal: confronta dos maneras de entender la creación, el impulso terrenal y exuberante del primero frente a la meditación poética y analítica del segundo.

La muestra —realizada en colaboración con el Museum Berggruen de Berlín— permanece en Madrid del 28 de octubre de 2025 al 1 de febrero de 2026 y rinde homenaje al legendario marchante y coleccionista Heinz Berggruen, cuya visión unió, sin jerarquías, a ambos gigantes de la modernidad.

Dora Maar con uñas verdes, 1936
Dora Maar con uñas verdes, 1936
“El arte no reproduce lo visible, sino que vuelve visible lo invisible”, dejó escrito Klee. El recorrido lo toma al pie de la letra.

Heinz Berggruen, una vida consagrada al arte

Nacido en Berlín en 1914 y exiliado en Estados Unidos durante la guerra, Berggruen se inició en museos californianos antes de abrir su galería en París en 1948. Con el tiempo, su apellido se convirtió en sinónimo de sensibilidad curatorial y ojo infalible para la modernidad. Desde los años ochenta orientó su esfuerzo al coleccionismo personal, con foco en Picasso y Klee, a quienes consideraba dos pilares de la primera mitad del siglo XX.

En el año 2000, el Estado alemán adquirió su conjunto, germen del actual Museum Berggruen, institución que —en pleno proceso de remodelación— impulsa itinerancias internacionales de su fondo. Madrid recibe ahora una de esas etapas, enriquecida con obras del propio Thyssen, algunas con pasado Berggruen.

El jersey amarillo, 1939
El jersey amarillo, 1939

Rostros, máscaras y la búsqueda de la identidad

El itinerario se abre con el retrato entendido como laboratorio. En Picasso, la influencia de esculturas y máscaras africanas opera como chispa que desactiva los cánones: la deformación deja de ser caricatura para convertirse en herramienta reveladora. Sus figuras asumen ángulos imposibles, cuerpos desmembrados y miradas de filo múltiple.

Klee persigue otra vía: la del velo. Sus cabezas flotan y se encienden con una línea mínima que sugiere más que describe. Fascinado por los teatros de marionetas y los repertorios etnográficos de Múnich, concibe el retrato como superficie permeable donde asoma lo que no vemos. La identidad, en ambos, no es fachada, sino enigma en movimiento.

Paisajes: del territorio físico al mental

Aunque Picasso convirtió el paisaje en un banco de pruebas para la revolución cubista, su cultivo fue menos constante que en Klee. El suizo, marcado por su viaje a Túnez en 1914, encontró en la luz mediterránea el detonante de un giro cromático: geometrías leves, tramas que laten y ciudades soñadas que se levantan capa a capa.

Ciudad de ensueño, 1921
Ciudad de ensueño, 1921

El diálogo entre ambos revela que el paisaje no es una vista, sino una construcción mental. La ventana de Picasso —interior y exterior en un mismo plano— y la cartografía íntima de Klee terminan por coincidir en un punto: la naturaleza como gramática.

Objetos: del experimento material al símbolo

La naturaleza muerta, género de larga tradición, se convierte aquí en juego serio. Picasso dinamita la frontera entre representación y cosa al introducir materiales cotidianos; su gesto inaugura un modo de pensar la imagen en que el mundo entra en el lienzo sin pedir permiso.

Klee responde con una poética de la condensación: reduce, ordena y alinea hasta que el objeto deja de ser materia para convertirse en signo. Jarrones, frutas o piezas “menores” ascienden a un plano simbólico donde la forma, el ritmo y el color sostienen la narración.

Arlequines y desnudos: la escena del cuerpo

La última sección sitúa el cuerpo en el centro. En Picasso, el circo y el erotismo avanzan de la mano: arlequines en trance, bañistas monumentales, silenos y amantes que se miran en espejos que devuelven más de una verdad. Su teatralidad es carne y gesto.

Klee, más distante en apariencia, escribe la anatomía como arquitectura. Un arlequín puede confundirse con el puente que pisa; una figura reclinada se integra en el fondo hasta volverse patrón. Su sensualidad es de resonancia interior, más cerca de la música que de la fotografía.

Arlequín sentado, 1905
Arlequín sentado, 1905

Un relato que cruza épocas y miradas

La reunión de 63 obras —49 del fondo berlinés y 14 del Thyssen— no pretende dirimir jerarquías, sino activar conexiones. Lo que emerge es una constelación de afinidades: el dibujo como idioma común, la sátira como herramienta de transgresión, la voluntad de experimentar sin tregua. Si Picasso empuja los límites del cuadro desde la materia, Klee lo hace desde la idea; ambos terminan por tocarse.

El acierto curatorial reside en dejar que las piezas hablen y el visitante complete la frase. El resultado es un viaje donde fuego y aire, impulso y reflexión, conviven sin anularse. Una lección de modernidad que sigue interpelando nuestro presente.

Información práctica

  • Exposición: Picasso y Klee en la colección de Heinz Berggruen
  • Lugar: Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid
  • Fechas: 28 de octubre de 2025 – 1 de febrero de 2026
  • Obras: 63 piezas (49 del Museum Berggruen y 14 del Thyssen)
  • Comisariado: Paloma Alarcó y Gabriel Montua
  • Colabora: Comunidad de Madrid

Para quienes siguen la agenda expositiva de la capital, esta cita es de las que marcan temporada: dos autores esenciales, un coleccionista clave y un relato que demuestra que la modernidad fue, ante todo, una conversación inacabable.

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