Cuando París cierra, Madrid abre la “Casa Matisse”

Caixaforum reúne 46 obras de henri matisse y casi medio centenar de piezas de sus contemporáneos y herederos en un recorrido vibrante que explica por qué el color del francés cambió el siglo xx

01 de Noviembre de 2025
Actualizado a las 9:35h
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Chez Matisse El legado de una nueva pintura
Chez Matisse El legado de una nueva pintura

Madrid recibe un regalo inesperado: con el Centre Pompidou en reformas, una parte de su tesoro viaja a España y convierte el CaixaForum en una suerte de hogar temporal de Matisse. La exposición “Chez Matisse. El legado de una nueva pintura” no es una simple retrospectiva; es un diálogo amplio entre el pintor de Picardía y quienes lo rodearon, lo discutieron o lo prolongaron. En sala, 46 piezas del maestro conviven con 49 obras de otros artistas para levantar un mapa de filiaciones que confirma lo que tantas veces se intuye: que el color de Matisse es una manera de pensar el mundo.

Natalia Gonchorova Naturaleza Muerta con bogavante 1909 1910
Natalia Gonchorova Naturaleza Muerta con bogavante 1909 1910

Un préstamo de altura y una tesis clara

El cierre temporal del Pompidou ha hecho posible una cesión poco habitual por volumen y ambición. La muestra, comisariada por Aurélie Verdier, propone un itinerario cronológico con intersecciones deliberadas: Matisse aparece, desaparece y regresa entre cuadros de Braque, Derain, Robert y Sonia Delaunay, Goncharova y Larionov, Le Corbusier, Picasso, Barnett Newman, Daniel Buren, Anna-Eva Bergman y otros nombres esenciales. No se trata de colocarle un coro adulador, sino de probar la fricción: cómo chocan las ideas, cómo se absorben, cómo se reformulan.

El planteamiento es sencillo de explicar y rico de ver. A un lienzo de Matisse le responde otro que no es de Matisse: se muestra el fulgor del fauvismo y, enfrente, la forma en que aquel estallido cromático abrió rendijas a movimientos que no le debían lealtad alguna. La historia deja de ser línea y se vuelve trama.

Robert Dalaunay Pasaje con disco 1906
Robert Dalaunay Pasaje con disco 1906

Color como argumento, no como adorno

Quien se acerque buscando estampas placenteras las encontrará, pero también topará con algo menos cómodo: el color como decisión intelectual. Matisse no usa el rojo o el azul para embellecer; los emplea para pensar. Cuando pinta interiores, ventanas o bodegones, reorganiza la experiencia espacial; cuando reduce, sintetiza y recorta, deja claro que la forma no nace de la línea sino del color. Esa intuición atraviesa décadas y explica por qué un abstraccionista estadounidense puede conversarle de tú a tú, o por qué un conceptual europeo de los sesenta halla en él un rival y un aliado.

Biografía sin sentimentalismo

Nacido en Le Cateau-Cambrésis en 1869, con familia ligada a los tejidos, Matisse probó el Derecho antes de reconocer que lo suyo era la pintura. A comienzos de siglo sacudió la pintura europea con una idea explosiva del color; más tarde, desde Niza, suavizó los contornos para llenarlo todo de luz mediterránea. La guerra no lo convirtió en cronista de trincheras, pero sí oscureció puntualmente su paleta y complicó su arquitectura pictórica. La vida le pasó factura en los cuarenta, con operaciones y movilidad reducida; la respuesta fue un segundo nacimiento: los papeles pintados y recortados que ya son parte del ADN del arte del siglo XX.

Esta biografía no se narra en vitrina ni se dramatiza. Se lee en las obras: en el vigor de los primeros años; en los interiores con ventanas que abren y cierran al mismo tiempo; en los retratos que miran de frente y convierten la decoración en estructura; en los collages finales donde el gesto se hace tijera y la tijera se hace pincel.

Henri Matisse(1869, France 1954, France) Le Rêve mai 1935
Henri Matisse(1869, France 1954, France) Le Rêve mai 1935

Obra, ecos y contrapuntos

La exposición logra algo poco frecuente: poner piezas icónicas de Matisse a conversar con obras que iluminan sus implicaciones. Así, un retrato frontal y casi hierático de Marguerite, su hija, se entiende mejor al lado de artistas que supieron ver en él un programa: planitud, frontalidad, ornamentación con legitimidad propia. Un interior con pecera deja de ser un rincón doméstico y se vuelve laboratorio sobre el espacio pictórico: la ventana no solo mira, también estructura; el azul no describe, organiza.

Del otro lado, artistas como Barnett Newman muestran que aquel viejo problema —cómo construir un lenguaje plano que no sea simple decoración— encontró en América una salida radical. Daniel Buren, con sus franjas metódicas, devuelve la pelota al campo europeo para volver a discutir qué es decorativo, quién decide su valor y cómo tensionarlo hasta hacerlo pensamiento visual.

España como recuerdo y como luz

El paso del pintor por Andalucía y la Alhambra dejó un sedimento que no se mide en la cantidad de cuadros hechos aquí, sino en la memoria de la luz: celosías, patios, sombras recortadas sobre paredes claras. Las salas del CaixaForum, montadas con una escenografía cromática cuidada, permiten advertir esa respiración: los verdes no son vegetación, los rojos no son sangre ni tapiz; son acordes. Matisse compone como si pintara música.

(1869, France 1954, France) Luxe, calme et volupté [automne 1904 hiver 1904]
(1869, France 1954, France) Luxe, calme et volupté [automne 1904 hiver 1904]

La última parte de la muestra es un estallido. Con la salud quebrada y el pulso inestable, Matisse abandona el pincel para quedarse con el color puro, recortado. Es una renuncia y, a la vez, una conquista: la línea ya no persigue la forma, la corta de raíz. Ese modo de trabajar convierte a los papeles en arquitecturas de luz: estrellas que estallan, hojas que vibran, cuerpos que ya no necesitan contorno para existir. No hay melancolía; hay libertad.

El subtítulo de la exposición acierta: el legado no se cuenta con una genealogía única, sino con constelaciones. Están los pares históricos y los herederos indirectos, pero también las miradas femeninas que reescribieron el diálogo con el ornamento y la sensualidad: Sonia Delaunay, Natalia Goncharova, Anna-Eva Bergman, Baya y Zoulikha Bouabdellah. Aquí el legado no es de museo, sino activo: el color de Matisse no envejece; se adapta.

Ver con los ojos, pensar con el cuerpo

Hay una idea que atraviesa toda la visita: ver es un acto físico. Las superficies planas de Matisse no son frías; vibran, afectan, alteran la respiración. En una época que desconfió del ornamento, él lo convirtió en método. Donde otros describían, él sintetizaba. Donde la tradición imponía perspectiva, él prefería construir equilibrios de color. El resultado no es una imagen agradable, sino una experiencia.

Traer este conjunto a Madrid y, más tarde, a Barcelona no es un capricho de calendario. Sirve para releer lo que creíamos sabido. El visitante español puede atar mejor los hilos entre la fascinación del pintor por el sur y su forma de componer; entre su disciplina de trabajo —forjada como quien teje— y su libertad final; entre la supuesta ligereza hedonista y la seriedad con que trató la pintura como oficio.

Henri Matisse
Henri Matisse

Se sale de “Chez Matisse” con la sensación de haber visto una escuela sin aulas. En ella, la lección de color no es un ejercicio de buen gusto, sino un modo de entender la vida: más grande, más nítida, más abierta a la sorpresa. Matisse no es solo el artista de la alegría; es el que demostró que la claridad puede ser radical y que la belleza, cuando se gana a pulso, piensa por sí misma.

Información práctica: la muestra puede verse en CaixaForum Madrid hasta el 22 de febrero y, posteriormente, viajará a Barcelona del 26 de marzo al 16 de agosto. Quien la visite no encontrará una hagiografía, sino un ensayo visual sobre lo que el color fue capaz de hacerle a la pintura moderna —y sobre lo que aún puede hacernos a nosotros.

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