El PP ante su propia fractura territorial

La tensión entre Feijóo y Mazón evidencia un partido que aún no ha resuelto su modelo de poder interno, ni el sentido político de su presencia en las autonomías

03 de Noviembre de 2025
Actualizado a la 13:29h
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El PP ante su propia fractura territorial
Feijóo y Mazón se funden en un fuerte abrazo tras la dana de Valencia

La situación de Carlos Mazón en la Comunidad Valenciana ha pasado de ser un asunto interno a convertirse en un síntoma de algo más amplio. La dirección nacional observa su papel con creciente incomodidad y el pulso con Feijóo por el control de la estructura autonómica muestra las limitaciones de un partido que, desde hace años, oscila entre la disciplina centralista y la necesidad de reconstruir legitimidad territorial. El problema no es solo quién dirige, sino qué modelo de partido se sostiene cuando los liderazgos se agotan antes de consolidarse. Y, en este escenario, la dimisión del presidente valenciano ya parece ser insuficiente.

Un partido que no termina de definirse

El ascenso de Mazón respondió a una coyuntura que permitió su llegada a la Generalitat: la fatiga acumulada tras dos ciclos progresistas, la fragmentación a la derecha y la disciplina de un aparato autonómico acostumbrado a ajustarse sin cuestionar demasiado. Su perfil buscaba transmitir gestión y estabilidad, pero nunca terminó de configurar una identidad política propia. Gobernó apoyándose más en la administración que en la construcción de proyecto, y eso, en un contexto de competencia interna, es una base frágil.

La dirección nacional de Feijóo, por su parte, lleva tres años administrando equilibrios sin dar pasos firmes hacia la configuración de un liderazgo realmente centralizado o realmente abierto a la autonomía territorial. El resultado es un partido en suspensión, donde nadie ejerce autoridad plena pero todos ocupan su espacio en un equilibrio provisional. Feijóo intenta presentarse como garante de institucionalidad, pero su margen se acota por la necesidad constante de evitar rupturas internas. Mazón, mientras, actúa como si su legitimidad fuese suficiente, aunque no dispone del tejido político que sostendría una posición autónoma real.

La fractura territorial como problema estructural

La disputa entre Feijóo y Mazón no ha sido anecdótica. Expone la fragilidad del modelo territorial del PP desde la caída de Rajoy: los liderazgos autonómicos solo tienen valor si reproducen el proyecto nacional; pero a la vez, el proyecto nacional no existe sin la fuerza territorial que ellos puedan aportar. El partido lleva demasiado tiempo sin producir cuadros nuevos, recurriendo una y otra vez a figuras que administran herencias políticas más que construir las propias.

En ese marco, la lógica interna se vuelve puramente defensiva. Mazón se aferra al cargo porque no tiene otra estructura política en la que apoyarse. Feijóo no lo sustituye porque no ha consolidado aún el tipo de liderazgo que convierte el relevo en una decisión natural y no en un gesto de fuerza. El resultado es un desgaste prolongado, sin dirección clara, que afecta a la percepción pública del partido: un PP que parece llegar tarde siempre a sus propios movimientos.

La mayor paradoja es que el partido insiste en proyectar estabilidad mientras se reorganiza constantemente desde dentro. La imagen y la estructura no coinciden. Y cuando eso ocurre, el liderazgo deja de actuar hacia fuera y comienza a justificarse hacia dentro.

Cuánto margen tiene un líder territorial para decir algo propio, y cuánto necesita mirar permanentemente hacia Madrid para seguir en pie. Mazón está en ese punto exacto. Feijóo, también. Y cuando dos liderazgos dependen más de su equilibrio que de su proyecto, el horizonte político se vuelve corto y precario.

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