La noticia parecía un terremoto, pero apenas movió las placas. Junts se aleja del Ejecutivo en busca de un relato propio, aunque sin margen de maniobra. En Moncloa, la respuesta ha sido calculada: serenidad, cumplimiento de acuerdos y una certeza que se refuerza con el tiempo —la política del ruido tiene poco recorrido.
El movimiento sin consecuencias
La decisión de Junts de declararse fuera del acuerdo que facilitó la investidura de Pedro Sánchez llega en un momento donde el Gobierno ha aprendido a convivir con la incertidumbre. El anuncio de Puigdemont pretende reordenar su espacio político y marcar distancia frente a ERC, pero el impacto institucional es limitado.
El Ejecutivo, con reflejos rápidos, evitó dramatismos: ningún cambio en la agenda, ninguna alteración en el discurso. Se insistió en la normalidad, en la política de diálogo y en la negociación “votación a votación”. Es una respuesta que no busca competir en el terreno simbólico, sino subrayar que el ruido no sustituye a la gestión.
El precio de la irrelevancia
La ruptura exhibe una paradoja: Junts abandona la interlocución en Madrid justo cuando más necesitaba conservarla. Con su salida, pierde capacidad de influencia sobre las decisiones que afectan directamente a Cataluña y se reduce a un papel testimonial.
Puigdemont busca un relato de confrontación que reactive su base, pero ese recurso se agota: su liderazgo vive del conflicto, no del resultado. La política española ha avanzado hacia otra fase, más pragmática y menos condicionada por los pulsos simbólicos del independentismo. Mientras tanto, el Gobierno mantiene su hoja de ruta sin depender en exclusiva de sus antiguos socios catalanes.
La estabilidad como estrategia
La reacción del Ejecutivo —moderada, institucional, medida— es un mensaje en sí misma. En lugar de responder con declaraciones defensivas, se impone la lógica de la estabilidad. Moncloa proyecta confianza: el compromiso con los acuerdos sigue en pie y la vía del diálogo no se cierra, aunque el interlocutor decida retirarse.
Esa actitud tiene un efecto político claro. Frente al tacticismo de Junts, el Gobierno gana perfil de Estado: transmite continuidad y coherencia, incluso en la adversidad. Y eso, en un contexto de fatiga política, tiene más valor que cualquier gesto de épica parlamentaria.
El ruido como refugio
En la política contemporánea, el ruido mediático sustituye a menudo a la estrategia. Junts lo utiliza como oxígeno, pero el resultado es previsible: más exposición, menos incidencia. En Cataluña, la fatiga con el discurso del agravio es visible; en el resto del país, su ruptura apenas ocupa espacio más allá del titular.
El Gobierno, en cambio, refuerza una imagen de solvencia que contrasta con la inestabilidad de quienes anuncian rupturas que no alteran nada. En ese contraste se define la política española actual: entre quienes gestionan y quienes solo narran su distancia con el poder.