Hamás no existe

La Franja de Gaza ha sido completamente arrasada por los tanques israelíes, así que cuesta trabajo creer que la organización terrorista esté activa y en disposición de negociar el plan Trump

01 de Octubre de 2025
Actualizado a las 23:32h
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Un miliciano de Hamás
Un miliciano de Hamás

El mundo está pendiente de lo que pueda decir Hamás sobre la oferta de paz de Trump y Netanyahu. Sin embargo, cuesta trabajo creer que en la Franja de Gaza quede algún tipo de grupo u organización en pie, ya sea terrorista o pacifista. Allí todo está arrasado; no hay nada. Gaza es, hoy por hoy, un solar rebosante de ruinas. Ni rastro de los escondrijos de Hamás, ni de los túneles subterráneos, ni de los arsenales yihadistas. Sobre aquel pequeño territorio solo hay escombros, drones y bombas estallando a cada minuto. La población se ha desplazado al sur, en un éxodo propio de la Segunda Guerra Mundial, para evitar ser masacrada. Y llegados a este punto, cabe preguntarse: ¿dónde están los líderes y milicianos de Hamás? ¿En qué agujero se esconden junto con los rehenes israelíes capturados? ¿Dónde se han metido? En ninguna parte, entre otras cosas porque Hamás ya solo es un fantasma, un espantajo que yanquis y sionistas agitan para justificar el genocidio y la limpieza étnica.

En los últimos días la BBC había especulado con que los jefes de la guerrilla palestina hayan aceptado el supuesto plan de paz de Trump/Netanyahu (mejor dicho, el chantaje o documento de rendición y claudicación del pueblo palestino, que seguirá siendo exterminado poco a poco, firme o no firme el falso papelajo presentado por la Casa Blanca). Sin embargo, en las últimas horas la situación parece haber cambiado y Hamás no estaría dispuesto a aceptar un acuerdo que no es más que una humillación y una sentencia de muerte para los palestinos. Tanto cambio de opinión nos lleva a pensar que un ventrílocuo en la sombra habla por los terroristas.

Lo que está proponiendo Trump (instaurar un protectorado con el gobernador Blair haciendo las veces de virrey colonial, comisionista y hombre de paja o pelele estadounidense), no es aceptable. El Gobierno español se ha tapado la nariz antes de saludar el plan, pero hasta Sánchez sabe que esto es un inmoral trágala, el certificado de defunción de un pueblo al que le están pidiendo que vaya al matadero sumisamente. Mientras no se apueste por la solución de los dos Estados y por la salida del ejército judío de la zona, cualquier intento de pacificación no será más que una quimera, además del enésimo engaño del trilero Trump, que miente más que habla.

Al Qaeda y el demonio Bin Laden fueron un invento de la CIA. Hamás es otro engendro de laboratorio, esta vez fabricado por Israel. Está más que probado y acreditado que el Gobierno judío financió en su día a los terroristas palestinos para debilitar y destruir a la OLP de Yasir Arafat. Hoy el plan ha funcionado a la perfección. Con un enemigo activo y latente, aunque sea invisible, es más fácil seguir metiendo tanques, soldados y colonos armados hasta los dientes en la Franja de Gaza. Aznar vivió de ETA mucho tiempo; Bibi vive de Hamás, la excusa perfecta para seguir consumando el genocidio. Y el caso es que se sabe más bien poco de esta misteriosa organización. ¿Dónde tiene sus cuarteles, bases y campos de entrenamiento? ¿Están desplegados en tierras palestinas o en otros estados árabes como Qatar, el país al que Netanyahu bombardea y luego pide perdón? La confusión propagandística es como el humo de la guerra. Aturde, no deja ver la verdad, intoxica.

En la Franja no puede quedar ya ni un solo miliciano de Hamás. Tras meses de bombardeos, allí no hay nada vivo. Ni siquiera las ratas, de las que se han tenido que alimentar los pobres gazatíes cuando el genocida Bibi los condenaba al bloqueo de la ayuda humanitaria y a una muerte agónica por inanición. Puede que haya algún francotirador suelto, algún foco de resistencia descarriado, pero poca cosa. Hamás ya no es enemigo para nadie. Hamás ha sido destruido completamente. Hamás no es más que un mal recuerdo del pasado y de unos atentados terribles contra la población de Israel, los que prendieron la mecha de todo este horror en forma de holocausto palestino. La guerra ha sido tan desigual que los datos lo dicen todo: apenas un millar de muertos entre los israelíes; más de 65.000 palestinos asesinados, entre ellos 20.000 niños. Si esto no es un genocidio en toda regla, que baje Yahveh, con su maldita ley del ojo por ojo, y lo vea.

Netanyahu ha cometido el mismo error que el bobalicón Bush Jr. tras los atentados del 11S de 2001: pensar que la solución militar bastaba para resolver un problema de terrorismo internacional. No es así. Al yihadismo se le combate con servicios de inteligencia, con policía, con la ley emanada de un Estado de derecho. Trump le está pidiendo a Hamás que dé una respuesta a su sarcasmo en forma de plan, que no deja de ser el precontrato para expulsar a más de un millón de personas de su tierra y construir su soñado complejo residencial de lujo. Pero Hamás ya no es un interlocutor válido sencillamente porque Hamás no existe. El guion es perfecto. Israel y el Mossad difunden la foto de cuatro barbudos o encapuchados muy fieros (a los que nadie conoce) para convencer a la indolente Europa de que se enfrenta a un enemigo letal. Después los heraldos sionistas de la desinformación como Aznar apoyan la patraña con sentencias lapidarias como que “si Israel pierde, Occidente se pondrá al borde de una derrota total”. Y finalmente, cuando la opinión pública y la prensa del mundo libre aceptan el chantaje como única forma de parar el genocidio, renunciamos a todo, al Estado palestino, a devolverle la dignidad a un pueblo masacrado, a sentar en el banquillo de un tribunal de Justicia al nazi judío.

Pero entonces, señor Antequera, si Hamás no existe, ¿quién está sentado en la mesa de negociación?, se preguntará el lector. Nadie, solo un par de muñecos, dos convidados de piedra, dos figurantes con escopetas de feria y pañuelo verde con el lema de Alá es grande anudado en la frente. El diálogo verborreico fluye solo entre Trump y Netanyahu, y ellos hablan de sus cosas sin más en un macabro teatrillo. Lo de Palestina no ha sido una guerra al uso, más bien un exterminio sistemático, programado, cruelmente ejecutado. El tramposo acuerdo trumpista no es la solución a un problema que lleva supurando sangre y muerte desde 1948. Solo un corta y pega para que le concedan el premio Nobel de la Paz al magnate neoyorquino. Ojalá se lo den a Sánchez.

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