En Murcia, Feijóo puso sobre la mesa un paquete migratorio de choque: pérdida automática de residencia para delitos graves, visado por puntos según cultura y empleo, y el Ingreso Mínimo Vital ligado a obligaciones laborales. Lo que sonó a firmeza sorprendió por su dureza y por lo que calló: cómo aplicar esas normas sin reproducir arbitrariedades.
Línea dura: discurso sin red
Feijóo declaró que los inmigrantes con delitos graves “han de cumplir la ley o irse”, y que los reincidentes incluso con faltas leves no pueden seguir en España. En el mismo acto presentó su visado por puntos, que favorecería a quienes vengan a trabajar en sectores con escasez de mano de obra, de países considerados “culturales” y que cooperen con las políticas migratorias españolas. Se trató de una jugada calculada: una escalada de dureza que pretende distinguir al PP tanto del PSOE como de Vox.
Sin embargo, pocas propuestas vinieron con respuesta concreta sobre mecanismos de garantía, control interno o fiscalización. La retórica habla de expulsiones y exclusión, pero apenas dice cómo evitar errores, víctimas colaterales o arbitrariedades.
Puntos, cultura y jerarquías implícitas
El visado por puntos no es nuevo en la política migratoria. Pero su invocación por Feijóo introduce criterios sujetos a discreción y prejuicio: qué tipo de cultura merece más puntos, qué países colaboran “suficientemente” y cómo medir la integración. Al definir a los inmigrantes como quienes “vienen a vivir de quienes trabajan”, el discurso sugiere una jerarquía moral que discrimina sin nombrarla explícitamente.
La propuesta no fue acompañada de ideas claras sobre cómo garantizar el acceso equitativo ni cómo evitar la creación de una inmigración de “primera categoría” y otra excluida. Esa ambigüedad es peligrosa: la ley no es ciega, depende de quién la aplique.
IMV condicionado y la “contribución activa”
Otra línea del plan fue ligar el Ingreso Mínimo Vital a la búsqueda activa de empleo. Feijóo afirmó que esa prestación no puede ser un “modo de vida” para quienes llegan irregularmente, y que “contribuir será condición para permanecer”. Pero no aclaró cómo se gestionará esa exigencia: qué se entiende por búsqueda real, cómo se ofrece empleo en zonas con desempleo estructural, ni cómo evitar sanciones injustas.
Ese enfoque pone en tensión el derecho a la protección social con la exigencia de rendimiento. En la práctica, corre el riesgo de que la ayuda social se convierta en arma de exclusión para quienes más vulnerables llegan al país.
Feijóo lanzó un discurso de dureza y control migratorio. Lo hizo con el aplauso de los suyos. Pero el populismo exige más que promesas: exige garantías, límites y reparación cuando la política falla. Y eso no estuvo ni en el escenario ni en el guion que presentó.