Tal como se esperaba, el último libro de Federico Trillo, Memorias de anteayer, está dejando un rastro de polémica. El ensayo narra cómo una nueva generación de políticos transformó Alianza Popular en el actual Partido Popular, un invento o engendro armado con los mimbres del franquismo que sorprendentemente le ha funcionado a la derecha. Describe cómo fueron las negociaciones, el trabajo parlamentario, las estrategias y los debates clave que marcaron aquella etapa, todo ello bajo el enfoque de su experiencia desde dentro y combinando recuerdos personales con reflexiones sobre el sistema democrático español.
Manuel Fraga, José María Aznar, Esperanza Aguirre, Francisco Álvarez-Cascos, Rodrigo Rato, Alberto Ruiz-Gallardón, todos los personajes que han hecho historia para bien o para mal (algunos de ellos historia judicial y penitenciaria), desfilan por sus páginas como protagonistas de esa supuesta transición política. El escándalo (todo libro de político tiene uno para asegurar el bombazo editorial) llega cuando Trillo revive la teoría de la conspiración del 11M y sugiere que ETA y los servicios secretos franceses pudieron estar implicados en la autoría intelectual y logística del atentado, a pesar de que la Justicia española ha confirmado, por activa y por pasiva, la firma islamista. Sostener este bulo es una gran mancha para un hombre que ya venía marcado desde que vio cómo su carrera política caía en picado tras el desastre aéreo del Yak 42, aquel horror ocurrido en 2003 en Turquía, cuando un avión que transportaba a 75 personas (entre ellas 62 militares españoles) se estrelló en el monte Pilav, causando la muerte de todos los ocupantes. Fue la mayor tragedia del Ejército en tiempos de paz. Trillo quedó señalado como responsable político (a fin de cuentas, era el ministro cuando ocurrió aquel siniestro evitable) por mucho que él mismo presuma hoy de que las sentencias judiciales lo han absuelto. Así se lo dijo anoche a Xabier Fortes en el imprescindible programa nocturno del canal 24 horas de TVE. Trillo se exculpó a sí mismo de la contratación de un avión que era una auténtica cafetera con alas de la época soviética y de la nefasta gestión posterior (recuerde el lector todo lo que ocurrió después del accidente, los errores en la identificación de los cuerpos, las autopsias mal hechas, la incomprensión con las víctimas).
Pero más allá de todo eso, Trillo dejó una gran exclusiva en su entrevista con Fortes. “Feijóo y Abascal se llevan mejor de lo que la gente cree”. ¿Qué quiere decir eso? Pues quiere decir que comparten programas, proyectos, ideas. En definitiva, que están en clara sintonía. La declaración del controvertido exministro de Defensa viene a confirmar lo que todo el mundo sabía ya. Que entre PP y Vox hay querencia, complicidad, fraternidad, cuando no noviazgo o luna de miel política. El partido de extrema derecha es un hijo de Génova (el propio Trillo dejó caer esa conclusión) y están condenados no ya a entenderse, sino a compartir poder en España. Que abandone quien este leyendo este artículo toda esperanza de que Feijóo recapacite y rompa relaciones con los ultras. Nunca lo hará, no solo porque en muchas cosas piensa exactamente igual que Abascal, sino porque sobre su cabeza penden varias espadas de Damocles: la de Aznar, que desde la FAES le señala con el dedo índice la línea editorial a seguir; la de Ayuso, que le hace la feroz competencia y le empuja a escorarse cada vez más a la derecha; y la de un Partido Popular que ya se ha abrazado completamente al trumpismo más irracional, nacionalista y sionista.
Tiembla este país con la idea de que Vox pueda ocupar poltronas en un próximo gobierno ultraderechista (Trillo lo llamó, eufemísticamente, “de centro-derecha”, una afirmación como para troncharse de la risa que no se la cree ni él). Pero así están las cosas. Feijóo y Abascal compadrean. Feijóo y Abascal chalanean, andan de francachelas políticas y personales. Feijóo y Abascal son cómplices de la guerra cultural que ambos han emprendido y que terminará en golpe a la democracia tal como hoy la conocemos, en recortes a los derechos nunca vistos y en retrocesos inusitados propios de aquella España del NO-DO. Lo estamos viendo, como pequeño anticipo de lo que está con venir, con todo lo que está ocurriendo estos días con las mamografías erróneas en la Junta de Andalucía en manos del suavón Juanma Moreno Bonilla. PP y Vox están dejando la Sanidad pública andaluza hecha unos zorros y el ciudadano empieza a ver con sus propios ojos las consecuencias de votar a esta pandilla. Médicos y enfermeras huyendo de la región por los sueldos de miseria, urgentes inversiones en radiología que no se acometen, un sistema que se ha ido a pique tras tantas privatizaciones. Mujeres fallecidas por la desidia y el mal funcionamiento del sistema, mujeres aterrorizadas al constatar que las pruebas de prevención eran un tocomocho sanitario, mujeres a las que han puesto en serio riesgo de muerte. Una situación que es perfectamente extrapolable a Madrid, donde Ayuso la quironesa está vendiendo la Sanidad pública (hasta hace no mucho, joya de la corona y orgullo de nuestro país) a los intermediarios, comisionistas y camelleros traficantes de la salud. Por no hablar del desmañado Mazón, el hombre del Ventorro que tendría que haberse ido a su casa al día siguiente de la dana con 228 muertos y ahí está, fresco, ufano y contento, riéndose de los valencianos que le exigen la dimisión, mintiendo a troche y moche y sacando pecho de su calamitosa gestión. O de Mañueco, el señor del fuego que ha dejado Castilla-León reducida a un montón de cenizas (mientras los guardias forestales siguen advirtiendo de que el tiempo corre, el próximo verano llegará pronto y los incendios volverán a cebarse con aquella hermosa región sin que el Gobierno popular mueva un solo dedo). Si esta tropa llega al poder algún día, a España no la va a reconocer ni la madre que la parió, como dijo Alfonso Guerra, pero para mal. Que Dios nos coja confesados.