El PP llevará a Zapatero a la comisión del caso Koldo en el Senado. Los populares han visto el filón en los informes de la UCO sobre la aerolínea Plus Ultra y ciertos bulos y rumores que corren por Madrid sobre la amistad del expresidente del Gobierno con el empresario Julio Martínez. En realidad todo parte de una noticia de El Debate (periódico de la fachosfera), donde se apunta que ZP se reunió en los montes de El Pardo con este hombre hoy detenido y puesto en libertad en una operación por supuestos delitos de blanqueo de capitales en el rescate de la compañía aérea. Según el PP, montarse en un yate con un narco no tiene importancia, pero salir a hacer running con un empresario ya lo convierte a uno en Al Capone. Curioso.
Más allá del sensacionalismo amarillo de algunos medios de la caverna, cabría preguntarse qué hay de tangible, de sustancial, de prueba material, contra el expresidente socialista. Y la respuesta es que, a esta hora, más bien poco. Las leyendas urbanas contra Zapatero vienen de lejos, mayormente propaladas desde las antenas tuiteras de la extrema derecha, pero hasta la fecha no se le ha podido pillar en ningún renuncio. Lo cual no significa que no haya nada. Habrá que investigar, claro que sí, y llegar hasta sus últimas consecuencias. No está España para poner la mano en el fuego por nadie. Pero lo cierto y verdad es que, parafraseando a Faulkner, contra ZP hay mucho ruido (el difundido por el PP) y mucha furia (el odio de Vox), aunque poca chicha.
En la lista negra de Aznar hay numerosas caras a liquidar. Cuitas y cuentas pendientes, rencillas por ajustar. Y Zapatero está, sin duda, el primero de la nómina. En esa relación de personajes más odiados por el aznarismo (y, por qué no decirlo, por algunos jueces de la Brunete judicial que siguen al pie de la letra su orden de “el que pueda hacer que haga”) están Pedro Sánchez, Begoña Gómez, Pablo Iglesias, Artur Mas, Saddam Hussein (este ya tachado, lo finiquitó la CIA), Hugo Chávez (otro out por haber pasado a mejor vida), Nicolás Maduro, Pablo Casado (ya no es nadie, tachado también), Otegi, el juez Garzón (no paró hasta acabar con él por las escuchas de la trama Gürtel), El Gran Wyoming (se la tiene jurada desde que el presentador de El Intermedio se chotea de él con ese gag magistral sobre la Iglesia Aznariana) y muchos más (el elenco es largo y sería imposible enumerarlos a todos).
A Felipe González, concretamente, Aznar lo tiene apuntado con subrayado en rotulador verde fosfi como al Gran Satán socialista (esa inquina le viene de lejos, en concreto desde los noventa, cuando lo del GAL, la cal viva y el Señor X), pero con el tiempo lo ha terminado indultando, bien porque el tiempo cura las heridas más supurantes o por puro pragmatismo: ambos comparten un enemigo común, el propio Sánchez, y el odio es el sentimiento que más une a la gente. La misteriosa lista negra de Aznar está siempre abierta y ahí va saliendo y entrando gente (el último el fiscal general del Estado defenestrado). Quién sabe quién será el siguiente en acabar cayendo en ella… Basta con que el patriarca del PP saque el boli –ese que le metió en el escote a una periodista–, abra la libreta y apunte el apellido del sentenciado, para que la máquina del fango se ponga a trabajar y el señalado termine en la cola del paro, debajo de un puente o en el exilio.
Sea como fuere, el tercer caballero oscuro del Trío de las Azores no perdona lo que le hizo su peor archienemigo Zetapé. Nunca podrá olvidar la jugada magistral de aquel indisciplinado jovenzuelo que no se ponía de pie al paso de la bandera yanqui: arrebatarle las elecciones generales en el último momento tras denunciar las manipulaciones informativas del 11M, el mayor bulo de la historia de la democracia después del 23F. De modo que Zapatero va a empezar a pagar la facturita. El PP va a sentarlo en el banquillo del Senado para que aclare su “relación opaca” con la dictadura venezolana chavista, así como su papel en el rescate de Plus Ultra. En Génova están convencidos de que ZP es la mano que mueve los hilos del PSOE, la pieza clave del tinglado Ábalos/Cerdán/Koldo, y creen que eliminándola cae todo el mecano sanchista. Vaya un descubrimiento, como si detrás de Feijóo no estuviese también el propio Aznar vestido de mujer, o sea Ayuso.
En definitiva, el relato que trata de construir el posaznarismo es que Zapatero es un agente al servicio de Caracas, el mozo que le llevaba las maletas repletas de oro a Delcy, el James Bond de Ferraz, aunque bien pensado uno siempre lo verá más como Rowan Atkinson en Johnny English, el espía de las cejas puntiagudas algo desmañado que parodia al original de Ian Fleming. En el PP extraña que Moncloa diera la orden de rescatar Plus Ultra por 53 millones de euros, una compañía con capital venezolano, cuatro aviones y solo el 0,03 por ciento del tráfico aéreo, y están seguros de que la instrucción partió de Zapatero para hacer negocio. Tellado y los suyos van a por todas, incluso pisoteando la presunción de inocencia si es preciso, y ya lo han condenado por darle a su amigo Julito Martínez el “chivatazo” de que iba a ser detenido por la UCO. Leyendas urbanas, cuentos, historias para no dormir. Todo es posible en esta distopía ultraderechista de la factoría MAR, desde que le hundan la vida a todo un fiscal general del Estado por perseguir la corrupción del PP hasta convertir a un expresidente del Gobierno en un comisionista de Maduro. La caza de brujas no ha hecho más que comenzar. Aznar no da puntada sin hilo.