La sesión de control al Gobierno volvió a convertirse en un auténtico termómetro político de la crispación parlamentaria. Lejos de debatir medidas concretas, la jornada derivó en un enfrentamiento frontal entre el líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, cargado de acusaciones personales, referencias a escándalos internos y un uso intensivo —y estratégico— del feminismo como arma política.
En un contexto de creciente polarización, el choque entre ambos dirigentes no solo buscó marcar posiciones ideológicas, sino también disputar el marco interpretativo con el que la ciudadanía observa la actualidad política. El objetivo real no era únicamente responder a una pregunta parlamentaria, sino consolidar un relato para una opinión pública cada vez más fragmentada y saturada de mensajes.
La intervención de Feijóo: un ataque directo a la credibilidad del presidente
El líder del PP adoptó un tono inusualmente agresivo incluso para los estándares recientes de la política española. Construyó su intervención sobre una acusación central: que el Gobierno estaría encubriendo casos de acoso sexual dentro del propio Partido Socialista. Feijóo no se limitó a señalar presuntas irregularidades, sino que vinculó directamente a Sánchez con ellas, acusándolo de proteger a los supuestos responsables y de practicar un feminismo meramente retórico.
Para reforzar su narrativa, encadenó una serie de ejemplos —desde cargos locales hasta dirigentes provinciales— con el fin de presentar una pauta general y no casos aislados. Su argumento pretendía sostener que el PSOE habría convertido la gestión de las denuncias internas en un problema estructural, reforzando la idea de un “código de silencio” dentro del partido.
El discurso consiguió desplazar momentáneamente el foco desde la habitual confrontación sobre políticas públicas hacia la esfera moral. La alusión al lema feminista “hermana, yo sí te creo”, reinterpretado de manera acusatoria, buscaba generar un impacto emocional y situar al presidente en una posición a la defensiva. Sin embargo, este tipo de intervenciones también corre el riesgo de diluir el debate racional al recurrir a expresiones hiperbólicas, insinuaciones generalistas o comparaciones que poco ayudan a clarificar los hechos concretos.
La respuesta de Sánchez
El presidente del Gobierno, lejos de esquivar el cuerpo a cuerpo, respondió con una estrategia dual: por un lado, reencuadró la discusión en términos estructurales; por otro, acusó a la oposición de incoherencia y de falta de compromiso real con los derechos de las mujeres.
Para entender su intervención conviene aclarar algunos conceptos que suelen resultar técnicos o abstractos para el público general:
Acoso laboral
No se trata solo de comentarios inapropiados o conductas indeseadas: según las definiciones oficiales, implica cualquier comportamiento repetido que cause humillación, intimidación o un entorno hostil en el trabajo. Puede ser sexual, psicológico o una combinación de ambos.
Protocolos antiacoso
Desde 2022, empresas, instituciones y partidos políticos están obligados por ley a tener mecanismos internos para prevenir, investigar y sancionar estos comportamientos. No es un simple documento, sino un procedimiento estructurado: recepción de denuncias, protección de la víctima, investigación y medidas correctoras.
Encuesta del Ministerio de Igualdad
La referencia a que “una de cada tres mujeres” ha sufrido acoso laboral no proviene de un estudio anecdótico, sino de una encuesta oficial realizada sobre muestras amplias y representativas. Este dato refleja una tendencia persistente: el acoso no es un fenómeno aislado, sino un problema sistémico en el mercado laboral español.
Con estas aclaraciones, el mensaje del presidente se entiende mejor: su objetivo era desplazar la conversación desde los casos particulares —que pueden discutirse en términos políticos o incluso judiciales— a un plano más amplio, donde las cifras muestran una desigualdad consolidada en la estructura social y laboral.
Sánchez reforzó su intervención con medidas concretas impulsadas por su Gobierno: subida del salario mínimo, pensiones revalorizadas conforme al IPC, ley de paridad, refuerzo del Pacto de Estado contra la Violencia de Género y recuperación de la cotización de cuidadores no profesionales. Al aludir a estas iniciativas, intentó contraponer políticas verificables frente a las acusaciones, presentándose como garante de los avances en igualdad.
Feminismo como campo de batalla político
Si algo dejó en evidencia la sesión, es que el feminismo se ha convertido en uno de los principales escenarios de disputa entre Gobierno y oposición. Para el PP y, especialmente, para Vox —a quien Sánchez llamó “coalición negacionista”— la estrategia pasa por cuestionar la coherencia del Ejecutivo y señalar presuntas contradicciones internas. Para el PSOE, en cambio, el reto consiste en mantener la iniciativa legislativa y de políticas públicas, evitando que la oposición monopolice el marco moral.
Este choque revela cómo los debates sobre igualdad han dejado de ser considerados temas “sectoriales” para situarse en el corazón de la política nacional. También explica por qué el tono se ha intensificado: ningún partido quiere perder pie ante un electorado que demanda respuestas claras pero se enfrenta a una complejidad creciente de conceptos jurídicos, estadísticas y discursos contrapuestos.
Un Parlamento atrapado entre el ruido y los datos
La sesión mostró, una vez más, la brecha entre el lenguaje parlamentario y la comprensión ciudadana. Terminos como “protocolos”, “responsabilidad política” o “acoso estructural” se utilizan de forma habitual en el Congreso, pero no siempre se explican. Esta falta de claridad alimenta la sensación de que la política opera en un código propio, ajeno a las preocupaciones inmediatas de la población.
Por eso es relevante que el periodismo —y la propia política— haga un esfuerzo por traducir debates que, aunque revestidos de tecnicismos, afectan directamente a la vida cotidiana: desde la seguridad en el trabajo hasta el salario, las pensiones o la igualdad de oportunidades.
Una sesión que marca tendencia
La confrontación entre Feijóo y Sánchez no aporta solo titulares; anticipa el tipo de campaña política que veremos en los próximos meses. El feminismo se ha consolidado como un terreno clave de disputa, y cada fuerza intentará apropiarse de él desde perspectivas muy distintas. Mientras tanto, la ciudadanía sigue enfrentándose al reto de distinguir la crítica legítima de la exageración retórica, y de entender cómo las políticas en discusión influyen en su vida diaria.
La sesión dejó una lección evidente: más allá del tono, más allá del ruido, lo que está en juego son modelos de país. Y en ese choque de visiones, el debate sobre la igualdad de género no es accesorio: es central y definirá buena parte del paisaje político inmediato.