La comparecencia del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ante la comisión del caso Koldo en el Senado ha dejado al Partido Popular atrapado en su propio relato. Lo que comenzó como una ofensiva política contra el Ejecutivo terminó convirtiéndose en una sesión en la que el líder socialista salió reforzado y la oposición evidenció su desconexión con la realidad.
Lejos de centrarse en los hechos, el PP pareció instalado en una especie de distopía, más preocupado por fabricar titulares que por esclarecer lo sucedido. La escena dejó una sensación clara: mientras Sánchez respondía con calma y cierto aire de seguridad, los senadores populares caían en la sobreactuación, repitiendo acusaciones sin pruebas y levantando una narrativa paralela.
Un interrogatorio con más espectáculo que sustancia
El senador del PP Alejo Miranda fue el encargado de interrogar al presidente. Tras la sesión, afirmó en RNE que su partido “analizará” llevar a Sánchez ante los tribunales por falso testimonio, alegando que había recurrido a “evasivas” y “trucos” para no responder. “Buscaba no responder, eso es desesperante”, dijo, lamentando lo que denominó el “show de las gafas”.
El argumento, sin embargo, se desinfla al observar la dinámica de la comisión. Sánchez no se negó a responder, sino que marcó los límites de una comparecencia que, jurídicamente, carece de poder sancionador. Su estrategia fue controlar el tiempo y el tono frente a un PP ansioso por forzar el titular del día.
Miranda insistió en cuestiones como la relación de Sánchez con Víctor de Aldama o la supuesta “intermediación” de su esposa, Begoña Gómez, en el rescate de Air Europa. Pero ninguna insinuación se sostuvo sobre pruebas sólidas. El resultado fue un interrogatorio más teatral que esclarecedor, con un tono bronco que restó credibilidad al propósito declarado de “buscar la verdad”.
Un PP atrapado en su propio guion
La portavoz del PP en el Congreso, Ester Muñoz, trató de mantener el pulso político desde los platós. En Antena 3 aseguró que Sánchez “preparó su intervención con abogados” para no incurrir en falso testimonio y que su actuación estuvo marcada por “amnesias reveladoras”.
Ese repertorio —“manual de corrupción”, “no me consta”, “no recuerdo”— sonó más a eslogan que a análisis. Lo cierto es que el PP intenta construir un caso mediático donde la justicia todavía no ha señalado indicios directos contra el presidente ni su entorno. Cada nueva acusación sin pruebas refuerza la percepción de que el partido habita una realidad alternativa alimentada por sospechas y titulares que se diluyen al contacto con los hechos.
“Ha dejado al descubierto sus debilidades”, insistió Muñoz. Pero lo que la sesión de facto dejó al descubierto fueron las del PP: la falta de propuestas, el abuso del ruido y la obsesión por judicializar la política.
La lectura del Gobierno: “salió airoso”
Desde el Ejecutivo, la lectura fue diametralmente opuesta. El ministro de Justicia y Presidencia, Félix Bolaños, calificó la comparecencia como “un éxito” y aseguró que Sánchez “desmontó sin dificultad” los argumentos del PP. En TVE, sostuvo que “la oposición se ha quedado sin discurso” y que el PP usa un tono “bronco y grosero” que “les resta credibilidad”.
Bolaños subrayó la preparación minuciosa del presidente antes de su intervención y acusó al PP de “convertir el Senado en un escenario de confrontación vacío” para “tapar que no tiene proyecto ni ideas para España”. También denunció el “desprestigio” al que la mayoría absoluta del PP está sometiendo a la Cámara Alta.
Un gesto sin recorrido legal
El intento de llevar a Sánchez a los tribunales por falso testimonio es, sobre el papel, un gesto político de dudoso recorrido. Las comisiones parlamentarias de investigación no sustituyen a los tribunales ni tienen capacidad sancionadora, y cualquier derivada penal requiere pruebas concretas, no solo sospechas o lecturas interesadas de una transcripción.
A ojos de una parte de la ciudadanía, insistir en esa vía alimenta la sensación de que el PP prefiere el ruido al rigor, posponiendo el debate de fondo: qué propone para mejorar la vida de la gente en empleo, vivienda o servicios públicos.
Entre el desconcierto y la fantasía
La sesión del Senado ha marcado un punto de inflexión. Mientras el Gobierno intenta proyectar estabilidad, el PP parece atrapado en una distopía política donde cada revés se reinterpreta como victoria moral y cada dato se amolda al guion. Sánchez salió del Senado sin apenas desgaste. El PP, en cambio, continúa encerrado en un relato que se deshace al contrastarlo con la realidad.
“El presidente no está acostumbrado a enfrentarse con la verdad”, dijo Miranda. Pero quizá sea el propio PP quien lleva demasiado tiempo evitándolo. Fuera del teatro político, la verdad no se impone con eslóganes. Y lo que se vio en el Senado fue a un partido sin respuestas creíbles, buscando enemigos imaginarios en un mundo que solo existe dentro de su propia distopía.