El Foro La Toja blanquea crímenes de guerra bajo el barniz del consenso económico

Ehud Olmert, ex primer ministro de Israel condenado judicialmente y responsable político de operaciones militares contra civiles, protagoniza el evento que reúne a dirigentes conservadores, exmandatarios y figuras económicas en la isla gallega

22 de Septiembre de 2025
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Ehud Olmert,  ex primer ministro israelí foro

La agenda del Foro La Toja confirma un patrón repetido: foros internacionales de perfil económico donde el debate se presenta como plural, pero cuyas decisiones e invitados revelan una visión profundamente condicionada por una lógica de poder que ignora la ética pública. Esta edición ha contado con la presencia del ex primer ministro israelí Ehud Olmert, cuya trayectoria política está marcada tanto por ofensivas armadas contra población civil como por condenas judiciales por corrupción. Su acogida, sin objeciones visibles desde el sector conservador español, subraya el grado de normalización de ciertas figuras ante la opinión pública.

Un escenario complaciente con figuras impresentables

El perfil de Olmert no admite ambigüedad: fue condenado por aceptar sobornos, cumplió condena en prisión, y bajo su mandato se produjeron ofensivas militares como la Operación Plomo Fundido, con cientos de víctimas civiles, especialmente en Gaza. A pesar de ello, el Foro La Toja le ha reservado un lugar destacado entre conferencias y cócteles institucionales.

Lejos de generar incomodidad, su presencia ha sido tratada con total normalidad por los principales dirigentes del Partido Popular. La formación conservadora, presente con figuras como Alberto Núñez Feijóo, Alfonso Rueda o Juan Manuel Moreno, ha evitado cualquier valoración crítica. Más aún, su participación refuerza una tendencia persistente en ciertos entornos de poder: la indulgencia sistemática con actores internacionales que, si bien han sido objeto de procesos judiciales o están marcados por episodios de violencia estructural, siguen siendo bienvenidos en los círculos de influencia sin consecuencias políticas o reputacionales.

La presencia de cargos actuales del Gobierno, como el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, o de figuras vinculadas al espacio progresista, no ha venido acompañada, en este caso, de una legitimación explícita. Pero el silencio institucional ante la elección de Olmert como ponente sí plantea interrogantes sobre los límites del consenso cuando se trata de derechos humanos, memoria y justicia internacional.

La calle, incómoda para los organizadores

A las puertas del hotel de lujo que acoge el Foro, la sociedad civil ha dejado claro que no comparte el marco complaciente. La Coordinadora Galega de Solidariedade coa Palestina ha convocado una protesta pacífica que visibiliza el rechazo a que un responsable político de ataques sobre población civil sea acogido en un espacio de presunto diálogo estratégico.

La movilización, discreta pero firme, contrasta con el silencio absoluto de los representantes del Partido Popular, incluso aquellos con experiencia directa en gestión institucional. Un contraste que resulta aún más evidente teniendo en cuenta que Olmert no solo representa un historial bélico cuestionable, sino que encarna también un modelo de poder opaco, privatizador y clientelar, difícilmente compatible con cualquier principio democrático mínimamente exigente.

El Foro La Toja, más que abrir debate, se presenta como una escenografía previsible, blindada, y cada vez más ajena al escrutinio ciudadano. Su resistencia a la autocrítica y su constante reproducción de dinámicas excluyentes no hace sino evidenciar que en ciertos espacios del poder económico y político español, el pasado sigue pesando más que cualquier horizonte de transformación democrática.

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